«Musarañas», «Dead Snow 2» y «The Babadook» son los tres pilares de una jornada memorable. Sitges en estado puro.
Segundo día en el paraíso.
Vale que haya que madrugar salvajemente; pase que tu cabeza y el ordenador portátil peligren al escribir la crónica del día a las tres de la madrugada y dar cabezadas que pueden terminar con tu cráneo destrozando el teclado presa del sueño; incluso se perdona que los cuádriceps ardan después de las largas caminatas entre el Meliá y el Retiro. Al festival de Sitges se le perdona absolutamente todo, y más aún cuando alimenta tu sed de cine con jornadas tan tremebundas como la de hoy, en la que además de ver joyas como “Musarañas”, he conseguido charlar con maestros como Alex de la Iglesia, y entrevistar a Hugo Silva y a Nadia de Santiago —comprended que me hiciese más ilusión esta última—.
“Musarañas”: Descomunal debut directorial.
Es complicado afrontar un día cuando, tras sus primeras horas, todo evidencia que va a ir radicalmente a peor. La culpa de esta sensación la ha tenido “Musarañas”; la nueva propuesta de la esperanzadora factoría del cine de género nacional dirigida por los debutantes Esteban Roel y Juanfer Andrés, y producida por un Álex de la Iglesia que ha sabido descubrir el talento innato de la pareja de directores, y ha impregnado parte de su alma y su sello personal a una cinta sumamente intensa, poseedora de una deliciosa atmósfera malsana y que supone el inicio de dos carreras directoriales muy prometedoras.
Sin lugar a discusión, lo primero que te viene a la cabeza una vez se encienden las luces de la sala tras disfrutar “Musarañas” es el rostro, el genio y la figura de Macarena Gómez. La actriz cordobesa convierte el filme en su show particular encarnando a la perturbada Montse con un histrionismo tan calculado y preciso que, en lugar de extrañar y generar una involuntaria comicidad debido al límite en el que se mueve su interpretación —pensad, por ejemplo, en cómo Nicolas Cage dinamita sus papeles— construye un personaje aterrador víctima de un pasado traumático con muchos secretos que descubrir.
Siguiendo con temas actorales, sorprende a ver a un Hugo Silva tan solvente en un papel tan limitante —ya lo veréis por vosotros mismos—, y es un auténtico privilegio ver a Nadia de Santiago dar vida con tantísima intensidad a un personaje con tantas capas como “La Niña”, intercalando esa dulzura inherente a la actriz con derroches de carácter impresionantes.
Charlando con el reparto, todos coinciden en que gran parte del éxito de su labor radica en la calidad del libreto escrito por los propios realizadores, y por el buen trabajo ejecutado por Roel, centrado en las labores de dirección de actores.
Si a nivel dramático “Musarañas” es sobresaliente, la técnica del largometraje no se queda atrás. Resulta sorprendente cómo los directores —especialmente Andrés, cuyo trabajo estuvo focalizado en cámara y planificación— sacan tantísimo de tan poco. La condición de película embotellada en la que no se abandona en ningún momento el angosto piso que sirve de marco a la trama no resulta un impedimento para narrar la densa y oscura historia que acontece entre sus paredes. En su lugar, localización y planificación se funden en un mecanismo de relojería capaz de crear un tono asfixiante que se convierte en una de las mayores bazas de un trabajo cuasi-prodigioso.
“Dead Snow 2: Red vs. Dead”: El tercer advenimiento de la zombedy.
A título personal, si pienso en filmes del subgénero zombie con tono de comedia —o zombedies—, dos cintas vienen inmediatamente a mi cabeza.
La primera es esa genialidad negruzca y disparatada titulada “The return of the living dead” (Dan O’Bannon, 1985); la segunda, “Shaun of the Dead” (Edgar Wright, 2004), no necesita presentación. Ambos ejemplos, separados casi veinte años en el tiempo, son muestras irrepetibles dentro de un género tristemente sobreexplotado en nuestros días, gracias a su combinación de efectividad cómica y calidad fílmica.
Han sido necesarios otros dos lustros para disfrutar de una nueva comedia zombie capaz de desatar tantas carcajadas con semejante desparpajo sin olvidar ofrecer un espectáculo audiovisual digno y una narrativa con un mínimo de calidad. El responsable del que ya considero el “tercer advenimiento de la zombedy” no es otro que el noruego Tommy Wirkola; cineasta que tras enamorarme con la primera parte de “Dead Snow” hace ya unos cuantos años en este festival, y después de firmar la subestimada “Hansel y Gretel: Cazadores de brujas”, recupera a esos zombies nazis que tantas alegrías nos dieron con una secuela subtitulada “Red vs. Dead”, para firmar la cinta más hilarante del día, y de lo que va de festival.
Si la primera “Dead Snow”, tanto a nivel de espíritu como en técnicas narrativas, evocaba la cinta de culto “Evil Dead” (1981), la secuela evoluciona siguiendo los mismos patrones que la saga de Sam Raimi. “Dead Snow 2: Red vs Dead” imita a “Terroríficamente Muertos” (Sam Raimi, 1987) rompiendo una lanza a favor de una comedia aún más desmadrada y sin tapujos, y presentando un vigor visual infinitamente superior al de su predecesora, impulsado, parte por un incremento de las aptitudes como cineasta de su director, parte por poseer un presupuesto notablemente mayor que el de la primera entrega.
La de “Red vs. Dead” ha sido una proyección llena de vítores, aplausos, carcajadas a mandíbula batiente —antológico tercer acto con momentos musicales inclusive— y una cantidad de gore lo suficientemente cafre como para mantenerme despierto mientras hacía la digestión de un tabulé precocinado. Un filme que demuestra que el “más grande”, a veces, si que puede significar “mejor”. Una obra que define a la perfección una buena parte del espíritu del festival de Sigtes. Gracias, Wirkola.
“The Babadook”: Una joya para cerrar un día perfecto (o que viva Australia).
Antes de ir por la siguiente película de la jornada, comprobé que la máquina de café de la sala de prensa tiene algo en mi contra después de que intentase envenenarme con un café con leche que sólo tenía agua, tras hacer caso omiso a mis instrucciones durante cuatro intentos. Pese a saber a rayos, la cafeína se me antojaba necesaria, así que hice de tripas corazón, engullí el horror líquido, y me dispuse a a salir corriendo hacia el Retiro para ver “The Babadook”; un filme del que todo el mundo me estaba hablando maravillas, y del que he salido completamente fascinado pese a haber entrado en la sala con el peligro de unas expectativas desmesuradas acechando.
El filme dirigido por Jennifer Kent es una nueva muestra del poderío australiano en cuanto a cine de género se refiere. Su propuesta argumental, amarga a más no poder, y girando en torno a temas tan complicados como la pérdida, la soledad o el duelo, y cómo estos afectan a la vida familiar, se integra dentro del género del terror más psicológico con una inteligencia inusual en cintas congéneres contemporáneas. El resultado no podría ser más satisfactorio, aterrorizando sin emplear recursos burdos y efectistas, y haciendo gala de una interpretación principal estremecedora por parte de Essie Davis.
Por si esto fuera poco, la dirección de Kent, con despuntes experimentales, demuestra, además de un gran estilo y sobriedad narrativa, un gusto exquisito a nivel estético apreciable en su pleno apogeo durante las múltiples escenas oníricas del filme, tan hipnóticas como aterradoras.
“The Badabook” es una de las grandes apuestas por el cine de género más sesudo que podrá verse durante este festival. Una de esas cintas por las que merece la pena ser aficionado al género. Un ejercicio de atmósfera efectivo y angustioso. Lástima que el público del Retiro creyese que estaba viendo una comedia o algo parecido, pues sus carcajadas y aplausos en momentos que no venían al caso, han desvirtuado por completo una proyección que podría haber sido antológica —y que podrían haber desatado una ira homicida en mi, de no ser por mi capacidad de autocontrol—. Sugiero a los responsables del festival que repartan panfletos con instrucciones para espectadores, o que los sábados eviten proyectar cintas que requieran un poco de control por un público ávido de cachondeo.
Y con estoy un bizcocho —o dos hamburguesas y una ensalada de atún, que es lo que he cenado— me despido hasta mañana con algo de pena, porque ha sido un día tan, tan redondo, que me da hasta lástima que se acabe.
Adoro este festival.