Mar. Mar 19th, 2024

Nueve días, tres kilos menos, muchas horas de sueño perdidas, y casi 2000 minutos de cine después, Sitges 2015 toca a su fin por todo lo alto. 

Nueve maravillosos días, dos kilos y cuatro cientos gramos menos, unas 50 horas de vigilia a mayores de lo que debería haber permanecido despierto, y una treintena de películas después, Sitges 2015 ha tocado a su fin.

Escribo este último artículo sobre el festival desde la comodidad de la silla de oficina que tengo en mi habitación, lejos de la litera en la que he ido descansando entre pase y pase durante la última semana, y con una especie de depresión post-parto originada por la cruenta vuelta a la realidad. Lejos quedan las carreras del Retiro al Auditori, los retrasos de rigor, las pataletas de Carlos Pumares en la cola de prensa, los bocatas de emergencia, las copas en el Nirvana y los cerca de 2.000 minutos que he permanecido en el mejor lugar que puedo concebir: la oscuridad de una sala de cine.

Pero, como se suele decir, «hasta el rabo, todo es toro», y la novena y última jornada en el paraíso terrenal corroboró lo que comentaba en mi anterior crónica respecto a la capacidad del certamen para sorprenderte cuando menos te lo esperas, y desmoronó por completo mi «top 3», destronando definitivamente a “The Witch” del podium debido al ascenso directo a la tercera posición —muy, muy cerca de primera y segunda— de un largometraje que se ha convertido en una de esas cintas de cabecera cuya edición en blu-ray guarda un lugar preferente en la estantería, recordándote por qué llevas toda una vida dedicado en cuerpo y alma al cine de género.

Green Room”: Violencia, punk, y cinefilia

Green Room

Charlando con Jeremy Saulnier,a director de esa auténtica maravilla que fue “Blue Ruin” —una de mis diez películas predilectas del año pasado— sobre las influencias y demás vicisitudes después del visionado de su último trabajo, enumeramos y confirmamos varios referentes bastante perceptibles en su tercer filme. Tras escucharlos, terminé de comprender por qué me había apasionado tantísimo “Green Room”, y por qué tuvo la capacidad de transportarme a mi pre-adolescencia, haciéndome disfrutar como pocas veces lo he hecho en una sala de cine desde que soy «adulto» —nótese el entrecomillado—.

Paul Verhoeven, John Carpenter y Walter Hill, trío de cineastas cuya obra y milagros me ha visto crecer, son los tres pilares referenciales sobre los que se levanta “Green Room”. Tres nombres propios que han impregnado lo nuevo de Saulnier con su tratamiento descarnado y crudo de la violencia, su capacidad a la hora de generar tensión encerrando a un grupo de personas y enfrentarlas a una amenaza externa que les supera ampliamente, y su brillante aproximación a la acción.

Este explosivo cóctel da lugar a un vibrante thriller de supervivencia/asedio que bebe mucho de esa variante del cine bélico en el que dos bandos —uno de ellos con amplia superioridad táctica— se ven obligados a entablar una encarnizada lucha por la supervivencia. En este caso, una grupo de música punk y un aterrador grupo de neo-nazis cabreados son los dos extremos de una balanza cuya inclinación siempre termina cediendo hacia el mayor gozo y disfrute del espectador.

Resulta admirable cómo, con tan pocos elementos, se construye un relato tan sólido e intenso que, literalmente, no te permite respirar desde que explota el detonante y comienza a fluir el reguero de cadáveres.
La forma de la que están dirigidas las secuencias de suspense previas a una muerte, en las que la anticipación brilla por su ausencia, te obligan a estar al borde del asiento durante toda la proyección, y convierten la sensación de peligro en algo orgánico e inmediato, no dando un sólo instante de alivio hasta el breve anticlímax que cierra una orgía de furia, gore explícito de primera categoría, punk, a todo volumen y unos destellos de humor que resultan de lo más acertado para dotar de una leve ligereza a tamaña salvajada.

“Green Room” se alza con el honorable galardón de ser una de las cinco mejores películas que se han podido ver en una edición número 48 del festival de Sitges repleta de cintas de lo más potente gracias a su crueldad, su honestidad, su ferocidad, a un Patrick Stewart que hiela la sangre sólo con escucharle modular la voz, a una adorable Imogen Poots a la que hasta las pintas de skingirl le sientan bien, y a una dirección tan precisa y efectiva que, probablemente, desate la envidia muchos cineastas con carreras notablemente más longevas que la de este geniecillo apellidado Saulnier. Un clásico instantáneo que será recordado dentro de varias décadas del mismo modo que “Asalto al distrito 13” o “The Warriors”.

Yakuza Apocalypse”: No se qué se mete Takashi Miike, pero quiero un poco…

Yakuza Apocalypse

Después de rozar muy de cerca el éxtasis, muy al estilo de los niños que vieron a la Virgen de Fátima, después de la penúltima proyección a la que acudiría este año, me tocaba enfrentarme al último pase con una rareza nipona salida de la mente del siempre interesante y prolífico Takashi Miike, de la que compañeros que pudieron verla en Cannes me hablaron maravillas en su momento.
Horas después de haber presenciado semejante delirio, aún no se qué diantres he visto y, ni siquiera, si me ha gustado o no.

La premisa de “Yakuza Apocalypse” nos sitúa en la piel de un miembro de la mafia japonesa, al que su jefe, quien resulta ser un vampiro, convierte en chupasangres.
Este detonante, nos lleva a dos horas de sinsentido, personajes disparatados, situaciones no menos pasadas de vueltas, gags visuales, secuencias de acción con el sello Miike, tiros, explosiones, mucha sangre y una suerte de deidad vestida con un mono de rana experta en artes marciales que se ha convertido por méritos propios en un icono dentro de la filmografía del bueno de Takashi.

Se antoja de lo más refrescante volver a ver al realizador de “Visitor Q” volver a esos fueros que le consagraron como uno de los cineastas más influyentes durante la década de los noventa. Sin ningún tipo de prejuicios y utilizando más el corazón que el cerebro, “Yakuza Apocalypse” revive la enajenación propia de la secuencia final de “Dead or Alive” durante casi todo su metraje, haciéndome intercalar muecas de asombro, suspiros de agotamiento, aplausos y carcajadas ante lo inverosímil de que una mente sobria pueda crear un jolgorio de dimensiones tan titánicas sin haber consumido una, o varias drogas de lo más potentes.

No estoy muy seguro de qué siento por este filme, pero si puedo reconocer que ha estimulado partes de mi cerebro que, creía, estaban apagadas de forma permanente. Y eso, señores, es muy de agradecer.
Una clara muestra del espíritu Sitges plasmada en la acogedora pantalla del cine Retiro.

Palmarés

Sitges 2015-Banner Caja

No es por echarme flores, pero, si repasan ustedes mis crónicas, verán que la cabra tira al monte, y que muchos de los premios gordos del palmarés de esta 48 edición del festival de Sitges coinciden con las cintas de las que he hablado maravillas con mayor o menor vehemencia.

Sin más dilación, les dejo con el palmarés de la sección oficial —sobre la que he estado volcado— y alguna observación sobre las premiadas… ¡Allá vamos!

SECCIÓ OFICIAL FANTÀSTIC SITGES 48

  • Premio Mejor Película: “The Invitation” de Karyn Kusama
    (Aplaudo desquiciado como Orson Welles en “Ciudadano Kane”)
  • Premio Especial del Jurado: “The Final Girls” de Todd Strauss-Schulson
  • Premio Mejor Dirección (patrocinado por Gas Natural Fenosa): S. Craig Zahler por “Bone Tomahawk”
    (Era necesario darle un premio a este hombre por semejante maravilla. La dirección de actores es espectacular.)
  • Premio Mejor Interpretación Femenina: “Pili Grogne” por “Le tout nouveau testament»
    (Bravísimo)
  • Premio Mejor Interpretación Masculina (patrocinado por Autolica – Mercedes Benz): Joel Edgerton por The «Gift»
    (Se come la película actuando, pero es que encima la dirige él. Genio.)
  • Premio Mejor Guión: “The Final Girls” de Todd Strauss-Schulson
  • Premio Mejores Efectos Especiales: “I Am a Hero” de Shinsuke Sato
    (Calidad no es igual a cantidad, pero bueno, puede pasar…)
  • Premio Mejor Fotografía: “Demon” de Marcin Wrona
    (Genial. Poco reconocimiento ha tenido esta joya encubierta.)
  • Premio Mejor Música: “Turbo Kid” de Anouk Whissell, François Simard, Yoann-Karl Whissel
    (Todo lo que den a esta película tan amorosa me parece poco.)
  • Premio Mejor Cortometraje (patrocinado por Fotogramas): “They Will All Die in Space” de Javier Chillon
  • Gran Premio del Público (patrocinado por La Vanguardia): “I Am a Hero”, de Shinsuke Sato
    (Estaba cantadísimo.)
  • Premio José Luis Guarner: “Bone Tomahawk” de S. Craig Zahler
    (A esta película le daba todos los premios del mundo y hasta mi alma, si es necesario.)
  • Premio Citizen Kane al Mejor Director Novel: Stephen Fingleton por “The Survivalist”
  • Premio Jurado Carnet Jove Mejor Película: “Turbo Kid” de Anouk Whissell, François Simard, Yoann-Karl Whissell
    (Lo dicho: ¡Gloria a “Turbo Kid”!)

Despedida y cierre

Se acabó. No pienso ponerme más dramático de lo que me he puesto en la introducción de esta última crónica, así que, sin más, voy a agradecer a Videodromo la oportunidad de haber estado otro año más al pie del cañón en la Meca del fantástico, a vosotros, lectores, vuestra paciencia al leer mis desvaríos noctámbulos, y voy a dejaros con mi «top 3» particular para, después, poner el despertador dentro de 365 días. Porque la vida, sin cine fantástico, ni es vida ni es nada.

Hasta el año que viene.

«Top 3 Personal»

Premio «Creo que me acaba de explotar la cabeza» a la mejor película del festival para “The Invitation”, de Karyn Kusama.

Premio «Quiero ver este western una y otra vez durante el resto de mi existencia» para “Bone Tomahawk”, de S. Craig Zahler.

Premio «Voy a perseguir y atormentar a los miembros del jurado por no haberle dado ningún galardón» para “Green Room”, de Jeremy Saulnier.

Menciones especiales

Mención honorífica, por hacerme llorar mientras tres personajes se parten la cara muy fuerte para “SPL 2: A time for Consequences”, de Cheang Pou-Soi.

Mención especial, por hacerme bailar con su banda sonora y por hacerme creer en las historias de amor con gente muy rota de por medio para “Mr. Right”, de Paco Cabezas.

Por Víctor López G.

Sociópata altamente funcional. Ex-gordo. Ex-ESCAC. Superhéroe a tiempo parcial y cinéfilo a tiempo completo

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