En el segundo día vemos una de gangsters española y la última película, en clave de viaje sensorial, de Gaspar Noé.
«La sombra de la ley»: El dinero corrompe
El director gallego Dani de la Torre se enfrenta, como todo realizador que alcanza la cima con su ópera prima, a la prueba de fuego de si será o no un one hit wonder. Tras el genial thriller “El desconocido” (2015), donde la acción se concentra prácticamente al interior de un coche, de la Torre se atreve a ir a lo grande en su segundo largometraje: “La sombra de la ley”. Ambientada en el Barcelona de los años 20, el filme intenta abrazar todos los temas posibles del cine de gangsters (corrupción policial y política, bandas organizadas, contrabando, la lucha por la igualdad de salario y por los derechos de los obreros) enmarcados de manera loable en la historia de la España de aquella época. De este modo, el esfuerzo de sintetizar todo ello en un libreto con sentido y fluidez que realiza su guionista, Patxi Amezcua, es titánico y nos deja un guion tan férreo e incontestable como carente de interés.
A base de tirar de manual, tópicos y estereotipos, “La sombra de la ley” no aporta nada a un género puramente hollywoodiense más allá de demostrar que somos capaces de hacer lo mismo que ellos hicieron y perfeccionaron hace 80 años. La exquisita ambientación está logradísima, pero se nota demasiado el exceso de presupuesto. De la Torre es incapaz de enmarcar sus acciones tan bien como lo hiciese en su primera obra y peca de nuevo rico al intentar demostrar, en todo momento, la cantidad de virguerías que puede hacer con la cámara porque le han dado una steadycam muy buena y una grúa. El lenguaje cinematográfico se pierde por completo y queda a la merced del exhibicionismo barato y sin alma. Para muestra el plano secuencia en el interior del club de variedades, tan fascinante en su técnica como carente de sentido narrativo. Finalmente, las actuaciones tampoco se salvan excepto el magnífico trabajo de Ernesto Alterio. Luis Tosar está demasiado contenido para la fuerza interpretativa que tiene, mientras exprime al resto de su elenco mucho más lejos de sus posibilidades. En definitiva, “La sombra de la ley” es una cinta carente de alma y de fondo real que solo intenta demostrar que la crisis económica en el cine español es agua pasada.
«Climax»: Un mal viaje en el mejor de los sentidos
El cine de Gaspar Noé nunca deja indiferente y su último filme no iba a ser una excepción. “Climax” nos narra una fiesta privada de un grupo de bailarines de urban dance que se va de madre cuando alguien añade LSD a la sangría. Una premisa que sirve para sumergirnos sensorialmente en un mal viaje con un claro fin moralista: “Las drogas son malas”. Y que mejor manera de mostrarte lo pernicioso que son las drogas que sufrir sus consecuencias sin probarlas. La cinta se divide en 4 actos estilísticamente muy diferenciales a pesar de ser, 2 de ellos, planos secuencia maravillosamente coreografiados con un sentido narrativo que potencia hasta límites insospechados.
“Climax” es un descenso a los infiernos completamente vertical que, al igual que en “La soga” (1948) de Hitchcock, hace un uso magistral del plano secuencia para dar la sensación de unidad temporal. En primera instancia para poder disfrutar en su totalidad de una coreografía fantástica del elenco de bailarines, y más tarde lo emplea para transmitir el agobio salvaje y el delirio vivido a tiempo real de los efectos del LSD. Los otros 2 actos son mucho más pausados pero no menos interesantes. A través de conversaciones intranscendentes conocemos en profundidad la psicología de cada uno de los integrantes para después entender sus instintos más salvajes cuando se encuentren bajo los efectos de las drogas. Pero el realizador de origen argentino no se puede quedar ahí. Como en el resto de su filmografía, Noé lleva al espectador al límite de la moralidad hasta sentirse realmente incómodo. De ahí que todas sus propuestas generen controversia. Y, en este caso, quizá haya alcanzado la cumbre tanto como cineasta como salvaje. “Climax” es pura experiencia sensorial de la que no quieres repetir. Una dicotomía que se traslada a sentir que estas viendo una cinta magistral pero necesitas que se acabe para no volverla a ver más. Justo la sensación que uno tiene cuando las drogas le pegan un mal viaje. Noé ha conseguido lo que se proponía.
Termómetro de Sitges 2018
- «Climax» – 7
- «Suspiria» – 5
- «La sombra de la ley» – 4