“The house that Jack built” de Lars von Trier ha sido el plato fuerte en un día en el que también hemos visto “Mandy”, “I think we’re alone now” y “Journal 64”.
«The house that Jack built»: Lars von Trier abre su corazón
Y al fin llegó el día en el que pudimos disfrutar de “The house that Jack built”, la última provocación del siempre polémico realizador Lars von trier. Sí, disfrutar. Y no lo digo ni con chulería ni con sarna, sino como vergonzosa entonación de un mea culpapor compartir con el danés un humor negrísimo que sobrepasa, y de muy lejos, todo límite de moralidad. El problema es que mucha gente se quedará en la superficie de esta salvajada viéndola como una bravuconada de un director que se gusta mucho provocando el asco en la gente cuando en realidad von Trier está haciendo un ejercicio de autocrítica y expiación de pecados a la vez que intenta despertar nuestra empatía hacia su persona volcando en en su protagonista todos aquellas vejaciones (inmoral, machista, antisemita…) que ha sufrido en su vida por parte de un público que no comprende su obra, para que entendamos que detrás del ruido que genera su provocación, hay potentes ensayos sobre la condición humana. Quizá las maneras del director no sean las más educadas. Realizar un filme sobre qué es el arte buscándolo en la belleza de las ejecuciones de un sádico asesino en serie, quizá no sea la forma más suave para un espectador que no sea capaz de soltarse sin miedo del las cuerdas de la ética. Pero tampoco cabe duda de que si no se hace una lectura literal de su película y se entiende la película como una alegoría donde von Trier no justifica, sino que plantea desde la objetividad un personaje amoral capaz de tener otra visión del mundo diferente a cualquier persona cuerda, el ensayo humanista que hay detrás es potente y arrollador. Y debemos entender que solo de este modo tan salvaje, el realizador logra descender hasta el origen conceptual del arte y de sus implicaciones culturales, estéticas y morales.
Visualmente, “The house that Jack built” no difiere mucho en comparación con otros filmes del director. Consolidado durante su larga trayectoria, a esta estética tan realista y efectiva le un narrador dialogado apoyado en ocasiones con un montaje de material de archivo que apoya su discurso como si fuese un documental. De este modo, la sensación de realismo es máximo y la fuerza de los asesinatos perpetrados por Jack, que no son en esencia tan duros si los comparamos con la inmensa mayoría de cintas que se proyectan en un festival como el de Sitges, es inconmensurable. Matt Dillon está de Oscar aunque, interpretando a un personaje tan grotesco, la Academia jamás se lo plantearía. Las actuaciones escuetas de Uma Thurman y Alicia Silverstone también son impresionantes. Y es que, aunque no quiera justificar las malas formas que su director emplea para instruir a sus actores, no se puede negar que no cumplen su cometido. Se que defender a Lars von Trier me puede deparar el mismo infortunio crítico que a él, pero entiéndase que esto tampoco es una provocación, solo intento arrojar luz y cordura sobre un autor incomprendido.
«Mandy»: Cage desatado
Mucho hypetraía “Mandy”, la última cinta protagonizada por Nicolas Cage, uno de los galardonados con el premio honorífico en la presente edición del festival y a quien pudimos ver pasearse por la alfombra roja hace un par de días. Y este mismo revuelo es el que me impidió conseguir pase el día del estreno (que se agotó en 5 minutos) y que tengamos que hablar de ella un poco más tarde. La cinta, dirigida por el realizador italocanadiense Panos Cosmatos, hijo de George P. Cosmatos (“Rambo II” (1985), “Cobra” (1986), es una bizarrada metalera ochentera que no tiene más fuste que ver a Nicolas Cage más pasado de rosca que nunca y totalmente autoconsciente. Entiendo que para aquellos amantes de esta estética, que no es más que una versión grutesca, barata y sin gusto de la de “Mad Max: más allá de la cúpula del trueno” (George Miller, 1985), disfruten mucho de ella, pero para los que no somos fans acérrimos, la extrema lentitud de esta contemplativa historia simple de venganza completamente vacía se torne un completo lastre narrativo.
Esperar 90 eternos minutos para que activen el instinto asesino de un demencial Nicolas Cage no merece la pena, sobretodo porque las escenas de acción que acontecen después son bastante lamentables. “Mandy” es sobretodo, y sin ninguna duda, un ejercicio de estilo. Un ejercicio que visualmente encandila envolviendo la acción en un aura lisérgico y abrumador, pero que no tiene mucho sentido sobre una historia tan simple y carente de profundidad alguna y es tan innecesario que sin él la historia cobraría más fuerza aunque si es cierto que fácilmente se reduciría de 2 horas a poco mas de 30 minutos. Quizá la estética de “Mandy” este avocada a permanecer tan icónica como “Mad Max” (Geroge Miller, 1979), “Warriors” (Walter Hill, 1979) o la práctica totalidad de la filmografía de Carpenter, pero no será por ser un buen filme.
«I think we’re alone now»: Los efectos de la soledad
El estilo cinematográfico de la directora de fotografía Reed Morano se está haciendo tendencia entre las series del momento. Su trabajo, tanto en la fotografía como en la dirección, de series como “The handmaid’s tale” (HBO, 2017-presente), “Divorce” (HBO, 2016-presente), “Halt and catch fire” (AMC, 2014-2017), “Billions” (Showtime, 2016-presente) o “Vinyl” (HBO, 2016) está elevando la calidad cinematográfica de la industria de la televisión, aspecto que siempre ha sido de una calidad discreta comparado con el cine. Ahora, finalmente da el salto a la gran pantalla como directora con un filme intimista postapocalítico protagonizado por unos maravillosos Peter Dinklage y Elle Fanning titulado “I think we’re alone now”. Ambientada en una Tierra donde la mayor parte de la población muere repentinamente y sin explicación alguna (una versión extrema de “The leftovers” (HBO, 2014-2017)), Del (Dinklage) vive completamente solo en su pueblo natal, obsesionado por limpiarlo y enterrar a toda la gente que pereció. Un día llega Grace (Fanning) y el conflicto está servido: mientras que Del se ha convertido en un huraño que no quiere saber nada de nadie, Grace busca desesperadamente alguien con quien compartir el resto de sus días.
En su ópera prima, Morano firma un estupendo ensayo sobre la soledad y las necesidad del ser humano en vivir en sociedad sin caer en las fáciles garras del melodrama puesto que es obvio que todos los seres queridos de los protagonistas están muertos. Tampoco cae en el recurrente tópico de la extrema supervivencia en un mundo gobernado por unos locos que aprovechan el caos para esparcir su mal. La realizadora simplemente aísla a 2 personajes para despertar en ellos sus instintos sociales primordiales y estudiar su origen, si viene en nuestros genes o es completamente cultural. Sobria y con una fotografía preciosista muy cuidada, Morano cuece a fuego lento una sólida relación interpersonal llena de matices y altamente disfrutable. Sin embargo, la necesidad de imponer un conflicto a la historia que siente su directora le hace caer al final en el absurdo con un giro argumental un poco patético que nada aporta a una historia redonda y deslumbrarte por su sencillez. Es una pena que la cinta no hubiese acabado 20 minutos antes, pero entiendo que la historia debía llevar a algún lado para contentar al público, el cual deberá juzgar hasta que punto se puede guardar en la memoria esta cinta con su final o sin él.
«Journal 64»: Caso abierto
Al igual que en España tenemos la saga “policíaca” de “Torrente” (Santiago Segura, 1998-2014), en Dinamarca tienen “Los expedientes del departamento Q” (varios directores, 2013-2018) (nótese la ironía). Basada en una serie de novelas de Jussi Adler-Olsen, las películas tratan sobre diferentes casos llevados por la Carl (Nicolaj Lie Kaas) y Assad (Fares Fares) emulando a unos modernos Sherlock Holmes y John Watson respectivamente. Con una estética y narrativa idéntica a cualquier serie procedimental policíaca, esta cuarta entrega presentada en la sección oficial de concurso de Siteges, no es nada más ni nada menos que un compendio de tópicos del género sobre una historia muy interesante y sórdida que engancha desde el primer momento. Además, la cinta se atreve también a tratar temas tan delicados como el aborto, el racismo o la limpieza étnica, teniendo como telón de fondo las atroces esterilizaciones que se practicaban durante casi toda la primera mitad del siglo pasado en Dinamarca.
No hay nada objetable en “Journal 64”. La factura técnica es buena, su guion sólido, su lenguaje cinematográfico tan clásico como solido. Todo funciona en servicio de una historia que es la que dejará verdadero poso en nuestra mente y de unos personajes icónicos perfectamente interpretados por Nicolaj Lie Kaas y Fares Fares, quienes tienen una química impresionante en pantalla.
Termómetro de Sitges 2018
“Under the Silver Lake”– 9
“The house that Jack built”– 8
“El apóstol”– 7
“Climax”– 7
“Verano del 84”– 7
“I think we’re alone now”– 6
“The night comes for us”– 6
“Au Poste!”– 6
“Ghostland”– 6
“Journal 64”– 6
“Killing”– 5
“Suspiria”– 5
“Galveston”– 4
“La sombra de la ley”– 4
“Mandy”– 3
“Elizabeth Harvest”– 3