Buceamos en la retrospectiva de Ildikó Enyedi en el Festival de Sevilla para rescatar su ópera prima «The Mole»
“The mole” (1987) forma parte de la retrospectiva que el festival de cine europeo de Sevilla dedica a la cineasta húngara Ildikó Enyedi, proyectando cuatro de sus películas (“The mole”, “En cuerpo y alma”, “Simon the Magician” y “Mi siglo XX”). La carta de presentación de esta directora se encuentra respaldada con la Cámara de Oro en Cannes por “Mi siglo XX” (1989), una Mención Especial – Premio Don Quixote Award en Locarno por “Simon the magician” (1999) y el Oso de Oro por “En cuerpo y alma” en la edición de la Berlinale de 2017.
“The mole”, que se ha proyectado este mismo año en el XIX Festival de cine europeo de Lecce (Italia), fue filmada en 16 mm, en blanco y negro, y se encuentra basada en la novela La invención de Morel (1940) de Adolfo Bioy Casares. Sus primeros planos muestran un hombre que cae en medio de la naturaleza en paracaídas, que posteriormente recoge y entierra por completo bajo tierra. Lo que viene a partir de aquí, es un fantástico trabajo de Ildikó Enyedi que desemboca en una deconstrucción de la mirada.
En “The mole”, Enyedi realiza un esfuerzo titánico durante el primer tercio para construir una mirada subjetiva. Lo consigue a través de una cámara que espía, mediante la mirada de alguien escondido, que observa a los demás detrás de un arbusto. De este modo, veremos al personaje subir árboles, con el fin de ocultarse de los que pasean por el bosque. Es destacable la existencia de estudios que ponen de manifiesto la influencia del cine en la novela de Bioy Casares, y que hablan de ella no solo como “la renovación del fantástico”, sino que la analizan a través del uso de técnicas propias de la representación cinematográfica (Carlos Dámaso Martínez).
Hasta ahora, el dispositivo para articular una mirada subjetiva confiere a la directora la posibilidad de estructurar el relato desde un determinado punto de vista, el del observador (topo) que se esconde, espía y sigue de cerca al resto de los personajes. Un trabajo, posterior a “The mole”, que profundiza en menor medida, pero supone una indagación introspectiva sobre el concepto de mirada subjetiva abarcando, incluso, el proceso de escucha también, es “Ostende” (2011) de Laura Citarella, cuyos resultados, ya se sabe, fueron excelentes. Hong Sang-soo, en uno de sus trabajos más recientes, “The day after” (2017), insinúa en varias secuencias aspectos como estos, creando la duda sobre lo que vemos, mediante la dualidad mirada-punto de vista y fuera de campo, elemento este último, que aquí juega un papel más determinante.
Después de concebir esa mirada subjetiva, comienza el tránsito hacia la idea de deconstrucción. Para ello, Enyedi hace invisible a su personaje de cara a los demás, generando dudas. En esta transformación surge un proceso de emancipación que alumbra una nueva mirada, la cual transitará nuevos senderos. La mirada subjetiva inicial, adquiere ahora una forma de extrañeza, añadiendo al relato un tono fantástico, sobrenatural, debido al desconcierto que estas secuencias generan. Es aquí donde las dudas sobre lo que vemos se incrementan. Estos elementos sirven para trabajar el punto de vista a través del recurso de la repetición. Aunque a Inyedi no le interesa y, en realidad, carece de importancia, es conveniente saber que el origen de esta repetición en la novela de Bioy Casares se debe a la existencia de una máquina capaz de reproducir de forma indefinida los actos que han hecho personas tras fallecer, algo equivalente a lograr la inmortalidad mediante la eterna reproducción de aquello que la máquina grabó durante un pequeño período.
El recurso de la repetición nos sumerge en un bucle temporal que, a su vez, remite a la idea de inmortalidad, y permite a su directora mostrar, desde diferentes puntos de vista, el mismo momento. La intención aquí no es retomar la estructura de “Rashomon” (1950), mostrando la percepción de un personaje u otro en particular, sino más bien hacerlo a través desde un punto de vista neutro, cambiar el emplazamiento de cámara, manteniendo la mirada de un narrador omnisciente, lo que conviene valorar de forma independiente con respecto al hecho de que Inyedi opte por seguir manteniendo la voz en off susurrante del protagonista. Así, los distintos emplazamientos de cámara generan un distanciamiento del relato de sí mismo, la desestructuración de lo mostrado hasta el momento. Este nuevo planteamiento es el contrario al realizado desde el inicio (mirada subjetiva).
Enyedi desarticula su propio dispositivo a través del desdoblamiento del personaje en otros dos iguales, vistiendo a uno de blanco y otro de negro para diferenciarlos. Esta idea plantea, en primer lugar, un juego temporal, pero por encima de esto, remite a una idea superior, la del desdoblamiento de la mirada. En este punto no sabemos quién mira a quién, quién es espía y quién espiado. Nos encontramos, por tanto, ante una misma mirada que adopta, de repente, dos puntos de vista diferentes a la vez, priorizándose la duda. Es aquí cuando Enyedi aboca su relato a la idea de la deconstrucción de la mirada.
Así, la abstracción de “The mole” puede leerse de múltiples formas. ¿Acaso no podemos preguntarnos quién está en la mente de quién esta película? O, ¿no podría ser el mismo personaje observándose a sí mismo desde dos puntos temporales diferentes? O, quizás también podría interpretarse como la ausencia de alguien que ya no está y recuerda, o la de alguien que está y recuerda al protagonista o, incluso, el propio protagonista recuperando un sentimiento frustrado del pasado, a través de determinados recuerdos. El deseo es aquí el que cobra gran fuerza, ya que es la mujer la que se convierte en alguien inalcanzable.