Es una de las grandes películas de la historia. Habla de temas universales y está rodeada siempre de polémica. ¿Cuál es la esencia del Amadeus de Milos Forman?
Siempre me había atraído su poster. Ya en cierto sentido era una representación de la película. Una obra épica, donde lo fantasmagórico, oculto y espectacular se junta con lo mundano y mediocre de día a día. Después de mucho oír sobre ella, de haber visto algún fragmento por separado, después de conocer sobre el tema y después de por fin ceder ante el largo metraje que tenía por delante; un día decidí enfrentarme a Amadeus de Milos Forman. Y… me encontré con algo distinto a lo que había imaginado.
Amor a la música
Siempre se ha dicho que la película Amadeus de Milos Forman habla sobre los celos y la envidia. Pero, no lo creo así. Si la película fuese una obra que hablase simplemente sobre los celos y las envidias, tratándose de una película cuya trama se da en el Siglo XVIII, en realidad nunca se separaría como lo hace de todas las películas de época con intrigas palaciegas que estamos tan acostumbrados a ver.
Creo que esta película se resume en otra cosa: amor y odio. De hecho, podríamos decir que todo va sobre el amor hacía la música. Pues, toda la película se mueve alrededor de ella. Realmente, la gran construcción del personaje de Salieri se debe a este dilema: el amor y odio que siente hacía Mozart.
Desde un inicio le ama, es un referente, lo que querría lograr alcanzar. Sin embargo, cuando le conoce, cuando conoce su forma de ser; de repente su actitud cambia. Lo que él encuentra tan difícil, aquello para lo que él debe esforzarse tan duramente; para Mozart no parece ser más que una especie de juego. Él hace una obra mil veces superior a la suya en un instante y sin aparente esfuerzo. Y el hecho de que lo haga alguien con una actitud tan «incorrecta» no es sino algo miserable para él. Sobretodo cuando juró dedicarse a Dios a cambio de que le permitiera hacer lo que está haciendo como Compositor de la Corte.
Pero, simultáneamente ama demasiado a Mozart. Ama su arte y su música más de lo que querría. Y, por eso, el personaje de Salieri se consume constantemente por dentro. A cada ópera de Mozart que va, más y más se enamora de él y más y más le odia por cómo hace uso de su don. Y la falta de esa capacidad que él tiene. Esto lo hace tomar las decisiones que toma según avanza la película en contra de Mozart. No tanto por celos, sino por odio hacía Dios por otorgar el don musical (su «voz» en palabras del propio Salieri) en manos de Mozart. Y, también, un odio a sí mismo por no ser él el portador de dicho don.
Pero, no se trata de una persona vil. Esto se muestra bien en la escena que tiene con la mujer de Mozart. Tras pedirle que vaya durante la noche, en un claro soborno sexual lleno de odio y venganza hacía Amadeus, Salieri no es capaz de realizar tal mal acto y la deja marchar. Posiblemente, Constanze sea la única persona que ve plasmado el odio que tiene Salieri hacía su marido. Algo que no le perdonará con el paso de los años.
Sin embargo, ese odio no es del todo verdadero y sólo al final de la vida del propio Amadeus se dará cuenta de esto Salieri. Sólo cuando esté realizando la transcripción del Requiem que él mismo en secreto le ha encargado (con el objetivo de robarlo) verá lo hermoso que es el genio de Mozart. Comprende finalmente, al ver el proceso creativo total de Mozart, cómo funciona su don, lo hermoso que es. Cómo el artista crea la música en su cabeza sin necesidad de ponerla en papel (algo que ya se había visto en la magnífica escena en la que la Costanze entrega los papeles originales a Salieri).
Y Salieri, por una vez, aunque sea a través de Mozart consigue ver y crear la voz de Dios que tanto anhela. Es capaz de comprenderlo, de sentirse parte de ese proceso (aunque sea siguiendo unas indicaciones que el compositor le ha dado). Y es en ese momento cuando comprende que no tiene sentido el odio hacía él. Que, en realidad, no se puede odiar algo tan hermoso.
El doppelgänger
<< Doppelgänger es el vocablo alemán para definir el doble fantasmagórico de una persona viva. La palabra proviene de doppel, que significa «doble», y gänger, traducida como «andante». >>
(Mrs. Wikipedia)
Lo más interesante de estos dos personajes protagonistas, Mozart y Salieri, es ver cómo son espejos el uno del otro. Su pasión es la misma: la música. Y durante toda la película vemos dos vidas muy parejas en muchos aspectos y que básicamente se reducen a lo mismo. La decadencia de dos hombres: uno consumido físicamente, por lo mundano y las consecuencias sobre su físico (pues su mente permanecerá lúcida hasta el último momento). El otro consumido en lo psicológico, en fé, en espíritu y en moral. Y que pasará más de treinta y dos años torturándose a sí mismo por esa caída de la que nunca se recuperará.
Cierto es que a Mozart se le muestra en la película como un niño algo bobo, con una risa que hace querer abofetearle. En ciertos puntos borracho y juerguista. Que se mofa de todo creyéndose superior. Una persona con gran Síndrome de Peter Pan que sabiendo de su don no se quiere dejar doblegar. Alguien que, debido a los celos de los demás, no puede alcanzar lo que debería artísticamente y que debido a su gran orgullo nunca será capaz de tomar.
Pero, esto es sólo al inicio, según avanza la película el personaje de Mozart se va revelando más y más profundo. A partir de la segunda mitad de la película pocas veces oímos ya la risa tonta del niñito. Y pasamos a una fase en la que vemos ya a un hombre sumido en las deudas, que se deja llevar por la influencia de su fallecido padre y que poco a poco va cayendo en desgracia.
Una misma caída en desgracia que sufre el mismo Salieri. En su caso no en posición social o de cara al público. Su desgracia es siempre oculta, está en sí mismo, al ver con cada obra nueva de Mozart la «mediocridad» que le llena a él.
La representación final de este juego del doble, el espejo y lo fantasmagórico está en la máscara del padre de Mozart que más tarde usará Salieri para atormentar a Amadeus cuando le encargue escribir la Misa de Muerte que será su última obra.
La doble careta que se ve constantemente en esta prenda (en la parte posterior está la mísma máscara con cara sonriente) es la que acaba representando la doble vertiente de los protagonistas. Dos protagonistas que son uno, sólo ellos están destinados a entenderse. Dos personajes que aunque hayan llevado caminos distintos, y los cambios que han sufrido debido a éstos, tienen una misma base social e interna.
El mismo Salieri lo manifiesta en un momento de la película, durante la magnífica escena de la representación de Don Giovanni. «Sólo yo comprendía que la horrible aparición era Leopold, regresando desde la tumba». Salieri tiene claro que es la única persona que comprende totalmente a Mozart, pues en definitiva, son el mismo.
La polémica histórica
Cuando la gente ve una película, al menos que se trate de un documental, siempre asume que eso que ve no es cierto. Que no ha pasado en realidad.
Hay un caso en el que esto no sucede. El género biográfico. Aquí pasa todo lo contrario, al parecer, cuando estás escribiendo sobre un personaje de relevancia histórica los hechos han de ser milimétricamente calcados a los de la realidad.
Amadeus ha sido siempre muy criticada por su falta de rigor histórico. Muchos de los hechos que se relatan en la película no tienen similitud con la realidad. Mozart parece ser que no se aproximaba a lo que presenta la película, al igual que Salieri. La relación entre ambos era mucho más amistosa. Salieri estaba muy bien valorado por el genio austríaco, al igual que toda Viena en general. La obra de Salieri no eran, ante nada, menor. Sólo una pequeña fuente dice que Salieri se atrevió a declarar de viejo su asesinato hacía Mozart, pero la realidad era que lo dijo estando ya hospitalizado, ciego y con Alzheimer. Y, aunque es cierto que se desmayó durante el estreno de La Flauta Mágica, pudo continuar sin problemas su obra. Al igual que no fue Salieri quien transcribió (y acabó en la realidad) el Requiem, sino Süssmayer.
Más muchas más «fallos» históricos que habrá, dentro de una gran exactitud en lo que el retrato de la época en vestimenta, actitud y escenarios se refiere.
Recuerdo que cuando Tarantino estrenó Inglorious Basterds (de la que ya hablamos en Videodromo con ocasión de su estreno hace casi tres años) se creó una corriente muy crítica con él (de la que admito yo fui parte durante un tiempo) por la falta de exactitud que había tenido en el clímax de su película. Si bien todo el mundo sabía el final que había tenido en la realidad Hitler, mucha gente criticó que Tarantino hubiese decidido cambiar por su voluntad el final, a favor de construir la historia como él la quería.
Pero, al final, cuando hablamos de una película estamos hablando de una ficción. Una ficción que debería entenderse independiente de la realidad histórica que vivimos.
Cuando vemos cualquier tipo de ficción, del género que sea, no criticamos el devenir de su historia (al menos que rompa con la verosimilitud que la propia película ha plasmado al inicio y ha mostrado como el campo donde se mueve). Sin embargo, es algo que parece que no aceptamos con las películas de época. Si los personajes han existido, la representación que se haga de ellos en la pantalla ha de ser fidedigna.
Parece que cuando nos enfrentamos a una ficción seria que representa a un personaje la exactitud histórica es primordial para el público. Al Lincoln de Spielberg le exigimos que nos muestre hechos reales, pero al Lincoln: Cazador de Vampiros de Bekmambetov le damos toda la libertad que necesite al respecto.
Las películas de ficción, como dice su propia definición, son ficción, no historia. Para conocer los acontecimientos del pasado están los libros de historia.
Todo el mundo que vio Malditos Bastardos sabía que Hitler no había muerto como se mostraba en la obra de Tarantino. Nadie tomó eso por verdadero. Nadie pensó que Lincoln se había enfrentado durante la Guerra de Secesión a hordas de vampiros.
¿Dónde está el problema entonces? ¿En qué se diferencia el caso de la película de Tarantino al de la película de Forman? Fácil. La gente sabía que Hitler se suicidó. Sobre Mozart conocemos su música, pero no mucho más. De Salieri ni hablemos.
Creo que el problema no reside tanto en cuánto se acerca la ficción a la realidad, sino de cuánto conocemos esa realidad como para darnos cuenta al instante de que se trata de una ficción.