En “It’s Such a Beautiful Day”, Don Hertzfeldt dirige el rumbo de la animación hacia un público maduro con el fin de indagar en la mente del ser humano.
A pesar de que el cine de animación ha mantenido a lo largo de la historia una estrecha relación con el público infantil a causa de la espontaneidad de sus narraciones y el humor que las acompaña, algunos directores han optado por utilizar los métodos de representación de éste género como una vía con la que dar vida a relatos que, en muchas ocasiones, consiguen alcanzar –e incluso superar– a la imagen real en lo que al poder reflexivo concierne.
Dentro del abanico de animadores que han optado por tomar este rumbo, Don Hertzfeldt (1976) resulta ser uno de esos cineastas que ha conseguido exprimir con mayor intensidad las dos dimensiones de sus producciones, hasta el punto de hacer que el ser humano pueda ver reflejado su interior. A través de figuras simples hechas con líneas y círculos, la fuerza reflexiva de sus guiones y la experimentación con diversas técnicas visuales, este director californiano ha conseguido un lugar en el panorama cinematográfico como uno de los animadores que mejor ha utilizado sus recursos a la hora de hacer de su producción un instrumento de reflexión. Entre ellas, “It’s Such a Beautiful Day” (2012) destaca por ser su obra más notable, pues es la culminación creativa de su universo ficticio, su estilo y su estética, además de ser un espejo en el que refleja tanto al espectador, como a él mismo, dada la profundidad que muestra. No obstante, “It’s Such a Beautiful Day” es un caso aislado en la filmografía de Don Hertzfeldt, pues a pesar de mantener vínculos con sus producciones anteriores en lo que a la faceta visual se refiere, muestra un nivel de madurez mayor en su puesta en escena (al utilizar nuevos métodos de representación) y, en especial, en la presencia de un carácter filosófico que anteriormente bien se podría considerar inexistente.
El universo hertzfeldiano
Los primeros trabajos de Hertzfeldt –producidos durante su época de estudiante– muestran un carácter más cómico, propio de un cine de animación, que hace uso de su simpleza para hacer reír al espectador a través de situaciones ridículas. Su primer cortometraje, “Ah l’amour” (1995), relata a través de varias situaciones cómo un individuo (representado con un muñeco de palo) intenta flirtear con varias mujeres, fracasando en el intento a causa del carácter desconfiado que esas mujeres muestran hacia el género masculino, hasta que el protagonista se da cuenta de que lo más importante en el amor es el dinero. Esta primera creación, ya deja ver la marca del estilo personal de Hertzfeldt, basada en la creación de historias hilarantes y simples con pequeñas moralejas sobre la naturaleza de la sociedad contemporánea.
Los trabajos posteriores de su carrera heredan las formas de su opera prima a la vez que configuran el arsenal que hoy en día nos permite identificar con rapidez el universo hertzfeldiano. Con trabajos como “Genre” (1996) y “Billy’s Balloon” (1998), Hertfeldt mantiene vivo su humor irónico e incluye elementos como el metalenguaje (consciencia de la relación entre el creador y su creación) y la violencia –respectivamente–, siempre desde un punto de vista cómico, a la vez que define las bases de los elementos encargados de componer su mundo (que a pesar de nacer de la fantasía propia de los dibujos siempre mantiene activo un enlace con la naturaleza humana).
Pero el despreocupado tratamiento que Hertzfeldt dio a sus creaciones en los años posteriores le hizo ir cada vez hacia terrenos más delicados, que superaban los límites de la sensibilidad del espectador a causa del uso de un humor cada vez más negro e irreverente y, como consecuencia directa, su carrera se vio inmersa en un sendero de negativas por parte de aquellos que le encargaban nuevas producciones. No obstante, Don le dio la vuelta a una situación que le impedía crecer como animador a causa de los límites que le imponían y utilizó todas las animaciones que había producido para el “Canal de Aprendizaje Familiar” (Family Learning Channel), rechazadas a causa del alto nivel de violencia gratuita que mostraban, editándolas en un cortometraje titulado “Rejected” (2000), como instrumento retórico con el que dar a conocer su obra. Este suceso, además de anecdótico, deviene un punto clave en su carrera, pues deja claro el propósito del director de hacer cine de forma independiente, sin la intervención de grandes entidades que suprimieran su potencial creativo. Además, el filme consolidaba el universo hertzfeldiano, en el que vemos los elementos más paradigmáticos de su inventario, como el uso de personajes de naturaleza fantástica (fruto de su imaginación), la indiferencia respecto a la sensibilidad a través de una violencia extravagante y las situaciones absurdas.
No es un cambio cualquiera
“Rejected”, a pesar de ser una de las obras que mejor representan el carácter de Don Hertzfeldt, forma parte de la filmografía de la que podemos considerar la primera etapa por la que pasó el animador, ciertamente diferente a la que hoy en día muestra a través de sus producciones a causa de la naturaleza cómica que había tras cada una de ellas.
En el año 2005 Hertzfeldt presenta la que será una obra clave en su obra, pues dejará de lado el enfoque hilarante del cine de animación para hacer de él una vía de reflexión con la que tratar cuestiones filosóficamente relevantes: “The Meaning of Life”. En poco más de diez minutos, el cineasta hace uso de los elementos que había almacenado en su arsenal a lo largo de su trayectoria para dar vida a un relato en el que se exponen, de forma subjetiva, sus consideraciones acerca de la existencia y su significado. Visualmente, se trata de un filme que no da lugar a dudas respecto a su autoría (pues a pesar de que utiliza nuevos efectos visuales a la hora de representar el espacio exterior, la puesta en escena y su contenido son herederos de sus antecesores), pero lo más remarcable es que detrás de la narración Hertzfeldt incluye un ensayo, un repertorio teórico que nada tiene de casual y que suscita que su cine dejará de jactarse de su condición risible y utilizará lo fantástico, lo absurdo y lo humorístico de su esencia para no perderse en el olvido. Así, el animador californiano deja atrás esos primeros trabajos repletos de comicidad para tomar un nuevo punto de vista y dar importancia a cada fotograma.
Pero “The Meaning of Life” es sólo un primer paso en el notable cambio del que gozará la filmografía de Hertzfeldt, pues aunque el cortometraje presenta nuevos elementos en la composición de su obra no será hasta la aparición de “Everything Will Be OK” (2006) que se asentarán las bases de su nuevo cine. Esta pieza, clave en su carrera, resulta ser reveladora no sólo para la crítica –que ve en ella un potencial considerable–, sino también para el propio Don, que muestra su poder como artista. El cortometraje, con unos veinte minutos de duración que superan la media de sus anteriores producciones, muestra instantes en la vida de un personaje llamado Bill que, si bien está ideado como un dibujo de simple construcción, es capaz de ilustrar la mentalidad de un hombre contemporáneo atormentado por la banalidad de su rutina y el miedo a la muerte. A su vez, Hertzfeldt trabaja la faceta visual del material combinando las imágenes animadas con fotogramas tomados de la realidad y diferentes efectos abstractos que remarcan su huella personal, facilitando la relación del espectador entre obra y autor. Pero lo que realmente convierte a “Everything Will Be OK” en todo un acierto para el director es su propósito de dar continuidad al relato y la consecuente creación del filme “It’s Such a Beautiful Day”, que engloba los tres cortometrajes que componen la conocida como “Trilogía de Bill” y que en este texto deviene el principal objeto de análisis.
“It’s Such a Beautiful Day”: La trilogía de Bill
Si bien es cierto que “Everything Will Be OK”, además de marcar un antes y un después en la filmografía de Don Hertzfeldt, se convirtió en un referente para el cine de animación contemporáneo, no fue hasta la producción de los dos cortometrajes posteriores (“I Am So Proud of You” (2008) e “It’s Such a Beautiful Day”(2011)), y su posterior unión, que el cineasta culminó con su proceso creativo. De este modo, la trascendencia de “It’s Such a Beautiful Day” recae en la unión de tres episodios que configuran un material repleto de potencia visual y reflexión, que no nos permite llevar a cabo un análisis individual de sus partes a causa del equilibrio existente entre ambas.
Como bien se ha mencionado anteriormente, el filme nos narra la vida de Bill, un individuo de edad adulta que se exhibe ante el espectador durante sus momentos más rutinarios hasta que un extraño trastorno mental se apodera de él, perturbando la tranquilidad que había encontrado en la cotidianidad y llevándole a pensar de forma insistente en la muerte. Pero a pesar de que las tres partes de “It’s Such a Beautiful Day” nos narran los instantes de la vida de Bill no todos lo hacen de la misma forma. El primer episodio, a causa de su propósito de condensar el máximo de información posible, nos plantea al personaje y el motor del filme a la vez que intenta desarrollar todo el arsenal filosófico que hay detrás de él a través de una estética que combina en un fondo negro animaciones con imágenes reales, consiguiendo un efecto poético en cada fotograma al mezclar la realidad pictórica con una ficción esbozada. “I Am So Proud of You”, por su parte, prefiere indagar en el pasado de Bill (su niñez, su familia) por tal de construir de forma más profunda el personaje principal. Además, este episodio termina con una tensión inconclusa que remarca de forma más notable la posibilidad de una última secuela. Por último, “It’s Such a Beautiful Day” (cortometraje encargado de dar título a la suma de las unidades), recupera el relato donde lo dejó para desarrollar su argumento y culminar con él, cerrando para siempre la historia de Bill.
En cierto sentido, Hertzfeldt proyecta el filme en tres tiempos distintos a la hora de avanzar en la trama, siendo estos presente, pasado y futuro (respectivamente), para construir un filme que trata sus elementos con profundidad al indagar en sus diversas dimensiones temporales. De esta forma, la estructura narrativa del filme está repleta de flashbacks (sobre todo en el segundo episodio) que vuelven periódicamente al presente para retomar la trama principal en la que se sostiene pues, como ya se ha mencionado, Hertzfeldt rebobina en la vida del protagonista por tal de darle una construcción más elaborada que le desvele ante el espectador y le permita empatizar con él.

«It’s Such a Beautiful Day».A la izquierda, la rutina representada mediante una composición a partir de diversas escenas. A la derecha, la combinación de animación con imagen real.
La trama principal, entonces, es el hilo que el receptor debe seguir para captar la esencia del filme y se construye a través de las escenas que nos muestran su día a día, como manifestación del punto de vista que Bill tiene de su vida (un conjunto de acciones repetitivas y constantes que se suceden) y de aquellas que le llevan a la más absoluta locura a través del trastorno mental –de origen genético– que padece. Pero a pesar de que ambos tipos de escenas conviven en un mismo filme, Hertzfeldt no les da el mismo tratamiento y hace uso de sus técnicas visuales (combinación heterogénea de animación y realidad, y formas abstractas fruto de la homogeneización de ambas) para diferenciarlas y conseguir una estética que intenta darle a la imagen una personalidad determinada en función de su naturaleza. En primer lugar, las secuencias que representan los momentos más rutinarios de la vida de Bill, mantienen una textura en la que predominan el uso del blanco y negro, animaciones en las que se representan acciones cotidianas complementadas con diálogos absurdos (de los que suelen nacer las reflexiones del filme) e imágenes reales que se encargan de contextualizar el espacio. Por otro lado, las escenas que reflejan la locura de Bill, a través de los sueños y las alucinaciones, se tratan con un uso abundante de formas abstractas (tanto en personajes como en acciones), diálogos casi imperceptibles y colores vivos que fomentan la abstracción en cada fotograma.
La convivencia entre ambos paradigmas escénicos, a pesar de desarrollarse con naturalidad y coherencia, da al material una condición ambigua respecto a su género, que combina dos tipologías opuestas al hacer uso de un planteamiento y una puesta en escena de límites indefinidos propios del cine de animación. Por una parte tenemos una dimensión basada en la realidad objetiva, es decir, un espacio de carácter verosímil en el que las circunstancias actúan de forma común con todos los elementos y que Hertzfeldt utiliza para representar los instantes rutinarios de la vida de Bill, contextualizándolos según las particularidades del drama por tal de aumentar la afectividad del filme. En contraposición, las situaciones delirantes e irracionales encargadas de representar la demencia del protagonista, pertenecen a una dimensión subjetiva que se enmarca en la tradición del surrealismo al desviarse de cualquier noción de verosimilitud. Cabe también destacar la presencia de la comedia en el filme, que se presenta de forma irónica y con toques de humor negro que irritan el dramatismo que supura de la trama principal a través de los diálogos que Bill mantiene con los personajes con los que convive durante la narración. Así, en el filme se contrastan géneros diversos que contribuyen a delimitar el temperamento de cada secuencia según su predeterminada relación con el espectador.
Este cóctel estético se convierte, entonces, en un cuerpo al que Hertzfeldt dota de alma al introducir una cavilación sobre la existencia humana, mucho más elaborada que la que presentaba años atrás con “The Meaning of Life”. Una reflexión en la que el cineasta trata las diferentes emociones que acompañan al hombre a lo largo de su vida (miedo, amor), siempre contrastando cada una de ellas con sus contrarias, por tal de mostrar los extremos en los que oscila la mente humana, que nos asemejan y nos diferencian entre nosotros de forma constante y simultánea. De una forma tajante, Don Hertzfeldt toma como punto de partida la fragilidad, no sólo física, sino también psicológica, que caracteriza al hombre y nos hace conscientes de nuestra insignificancia en el mundo mediante la narración de la historia de un personaje que deviene un exponente universal del ser humano.