Jim Jarmusch en «Coffee and Cigarrettes» no rodaba más de dos tomas por secuencia y los actores improvisaron muchos diálogos, aun así es toda una joya.
Los orígenes de «Coffee and Cigarrettes»
Tras haber iniciado su carrera como director con “Permanent Vacation” (1980) y “Stranger than Paradise” (1984), Jim Jarmusch presentó en 1986 una de esas obras anómalas que dejan huella en el público: un cortometraje de poco más de cinco minutos de duración titulado “Coffee and Cigarettes (Strange to Meet You)”, en el que los actores Roberto Benigni y Steven Wright (encarnando a dos personajes casi desconocidos el uno para el otro) mantienen una tensa y confusa conversación que no parece llevar a ningún lugar. No obstante, Jarmusch tenía muy claro el propósito del material, pues con él desarrollaría ese estilo personal que hoy en día nos permite identificarle como uno de los grandes exponentes del cine independiente norteamericano.
En vista de la interesante recepción que tuvo el cortometraje, tres años más tarde (habiendo producido “Down by Law” en 1986) Jarmusch decide dar continuidad a ese primer cortometraje que le dio reconocimiento en el panorama cinematográfico con un nuevo episodio titulado “Coffee and Cigarettes (Memphis Version)”. Esta nueva entrega, con un nuevo reparto (Joie Lee, Ciniqué Lee y Steve Buscemi) y un nuevo guión, dejaba claras las intenciones del director, que pretendía (de forma más o menos ocasional) producir nuevos episodios de una serie que, poco a poco, iba adquiriendo prestigio gracias a la fuerza del guion y a la originalidad de su temática. Joie y Ciniqué Lee interpretan a dos hermanos que, mientras toman café y fuman cigarrillos, son asediados por la pesadez de un camarero interpretado por Steve Buscemi.
En 1995, Jarmusch produce el que será el último episodio de “Coffee and Cigarettes”, titulado “Somewhere in California” (con un reparto compuesto por Iggy Pop y Tom Waits, dos estrellas del rock que se interpretan a sí mismas y mantienen una conversación basada en la espontaneidad), demostrando una vez más su habilidad en el guion cinematográfico mediante unos diálogos repletos de naturalidad y humor inteligente. De hecho, esta última entrega destaca por ser, dentro del conjunto de capítulos, la que muestra un mayor trabajo en el libreto, fruto de un proceso de creación eventual que le otorgaba la posibilidad de producir de forma pausada, haciendo de cada una de las partes una oportunidad para ensayar y mejorar.
Jarmusch y su particular estilo
El autor norteamericano consolidó así, además de un estilo muy personal a la hora de enfocar su obra (basado en la fuerza del diálogo y la reflexión a través del mismo), un propósito de continuidad en su producción de cortometrajes. No obstante, en 2003 –tras varios años sin producir nuevas entregas– Jarmusch rompe con el carácter singular tan característico de “Coffee and Cigarettes” para producir un largometraje de título homónimo con el que culminaría la historia de la serie de cortometrajes que construyeron su reconocimiento como autor. En él, Jarmusch hace uso de la tradición que él mismo creó con la serie para construir, a partir de once breves capítulos (entre los cuales se encuentran los tres cortometrajes originales), una obra que captura y expone la completa esencia de “Coffee and Cigarettes”: un filme episódico de noventa y seis minutos, en el que asistimos (in medias res) a las conversaciones que mantienen personajes diversos mientras toman café y fuman cigarrillos. En definitiva, un último esfuerzo del director por consolidar un ciclo que, a pesar de tener una más que aceptable recepción, pretendía dejar huella en el cine independiente norteamericano.
Pero si como mero cortometraje, “Coffee and Cigarettes” ya resultó ser algo diferente (dada su temática y puesta en escena), como largometraje fue realmente innovador y arriesgado: el filme se alejaba notablemente de las bases que el cine clásico había construido a lo largo de la historia (lógica, coherencia, narración ordenada). Pero el caso es, que Jarmusch nunca pretendió inmiscuirse dentro de la continuidad del cine clásico, sino romper con un modelo comprensible y lógico por tal de explorar las posibilidades de la técnica narrativa y del poder de reflexión que el cine propone a través del guion y la imagen.
En esencia, su filmografía tiene un claro propósito: no mostrar la belleza del mundo mediante argumentos o experiencias extraordinarias que evoquen una sensación de despreocupación por la existencia. Pues los personajes, así como las tramas a las que dan vida, del universo jarmuschiano, destacan por un modus vivendi totalmente ordinario, reflejando una belleza que sólo se encuentra en la propia idea de vivir (entendiendo esto como el conjunto de momentos que componen el día a día). Este aspecto, de hecho, lo encontramos en los orígenes de la obra del director, sobre todo en “Stranger than Paradise” (1984), filme que narra la historia de tres jóvenes de Budapest que viajan a Estados Unidos en busca del sueño americano y acaban estrellándose contra una realidad rutinaria. Un contenido, en definitiva, que suprime la celebración de la felicidad para reflejar una realidad más próxima al espectador.
Por lo que a las formas respecta, el filme de Jarmusch rompe con una narración prolongada al dividir su totalidad en once segmentos similares que llevan el filme a un constante retorno hacia el punto de partida. Es decir, que no propone un argumento convencional, con planteamiento, nudo y desenlace, sino que se construye a partir de una repetición constante de secuencias que exponen, una y otra vez, un mismo tema. El largometraje es una colección de ejemplos sobre cómo tratar una misma cuestión (cómo llevarla a escena), como si de un libro de relatos se tratase, rompiendo con la concepción clásica de una narración ordenada y progresiva.
“Coffee and Cigarettes”: una reflexión sobre el ser humano
Resultaría evidente, entonces, que la lógica y la coherencia del filme se viesen afectadas por el factor anteriormente explicado, pero Jarmusch no pretendía arrojar al espectador a un largometraje sin sentido. A pesar de que a simple vista su relación no vaya más allá de la temática, el conjunto de largometrajes que conforman la totalidad del metraje están ideados y posteriormente ordenados de forma que mantienen una estrecha relación entre sí, que suprime la idea de una narración que se interrumpe a sí misma y siempre vuelve al umbral. De hecho, a pesar de que se estrenaran por separado, los tres cortometrajes originales ya muestran la relación en cuestión, razón por la cual son las piezas que abren el largometraje en el orden en que entraron a la historia del cine.
Pero para entender la relación existente entre once episodios yuxtapuestos entre sí, debemos entender el filme como una metáfora o, dicho de otro modo, un conjunto de imágenes simbólicas que tratan una cuestión trascendente a partir de una acción tan simple como la de tomar café y fumar cigarrillos. De hecho, el motor argumental del filme –beber café y fumar- ya deviene la alegoría principal, al ilustrar la existencia humana como lo que sucede durante nuestro tiempo libre, cuando desaparecen nuestras ocupaciones y nos abrimos a otros individuos mediante un diálogo sin límites establecidos, siendo nosotros mismos, con nuestros intereses y convenciones vitales.
De la misma forma que el motivo principal del filme es, en sí mismo, un símbolo, el conjunto de episodios que se unen para formar el largometraje también guardan en su interior una metáfora que surge de la combinación entre orden y contenido. A partir de la manifestación de la vida reflejada en las conversaciones que mantienen los personajes mientras consumen un “menú” universal, Jarmusch construye una alegoría acerca de la existencia humana, entendida como un proceso por el que pasan todos y cada uno de los individuos, compuesto por momentos arquetípicos según las diferentes etapas vitales. En otras palabras, la composición final, en el orden mostrado, refleja todas y cada una de las fases por las que pasa el hombre a lo largo de su vida (al menos el perteneciente a una sociedad familiarizada con el director), a partir de las reflexiones expuestas en los diálogos. Así, el primer episodio (y primer cortometraje de la serie, interpretado por Roberto Benigni y Steven Wright), “Strange to Meet You”, pretende reflejar el nacimiento de un individuo cualquiera. Por esa razón, ambos personajes actúan como completos desconocidos que, a pesar de ello, insisten en mantener una conversación (aunque ésta finalmente no tenga sentido) como reflejo de la ilusión y el frenetismo por empezar una nueva vida. Además, Jarmusch nos muestra –muy acertadamente- una mesa repleta de tazas, como metáfora de todos los cafés que les quedan por vivir. El resto de episodios, entonces, muestra el propósito por parte del director de ilustrar cada instante en la vida del ser humano, mediante diálogos que a partir de su aura simbólica transmiten sensaciones con las que el espectador bien puede sentirse familiarizado.
Este aspecto se aprecia en la continuidad que propone “Twins” (segundo cortometraje, originalmente titulado “Coffee and Cigarettes (Memphis Version)”), al tratar la infancia mediante el uso de dos actores como Joie y Ciniqué Lee, que mantienen una inmadura relación amor-odio entre ellos, así como con el camarero interpretado por Steve Buscemi, que representa la amistad externa al intentar crear un forzado vínculo con los dos mellizos. Más adelante, el filme tratará etapas como la adolescencia y el inicio de la edad adulta con episodios como “Somewhere in California” y “Those Things’ll Kill Ya” (irónicamente interpretado por los maduros actores Joseph Rigano y Vinny Vella), en los que se analizan actitudes típicas de una edad despreocupada (como, por ejemplo, fumar a pesar de conocer sus peligros). Siguiendo con el simbólico desarrollo argumental, Jarmusch entrará en la madurez media con “Cousins” (doblemente interpretado por Cate Blanchett) y “Cousins?” (con Alfred Molina y Steve Coogan), reflexionando acerca de los intereses propios y el deterioro de las relaciones familiares. Finalmente, la metáfora que la estructura del largometraje configura, culminará con un título clave a la hora de comprender el simbolismo que el conjunto construye: Champagne (con William Rice y Taylor Mead), en el que dos trabajadores valoran la belleza de la vida durante su descanso, imaginando que el café es champán y aceptando que se encuentran en el final del largo camino recorrido durante años.
Mediante el uso de la metáfora, “Coffee and Cigarettes” consigue elaborar una reflexión sobre la existencia humana a partir de –además de unos diálogos minuciosamente trabajados que reflejan las preocupaciones de cada etapa vital- una división episódica del argumento que camufla la continuidad lógica existente entre sus piezas con un recurso alegórico, yendo más allá de la construcción de una ficción que tan sólo pretende ser diferente a partir de su temática.
[…] habitan. Conversaciones separadas que escucha el protagonista y que, sin caer en la profundidad de “Coffee and Cigarrettes”, dibujan una paleta de actitudes que identifican la idiosincrasia del lugar. Un espacio que deja […]