“Desperado” (1995), el remake/secuela de “El mariachi” (1992), y segundo filme Robert Rodríguez, revisión noventera del spaghetti western de de Sergio Corbucci.
Todo empieza con el spaghetti western
Los amantes de este subgénero que nació en tierras italianas a mediados de los años sesenta de la mano de Sergio Leone plagiando la película de samuráis “Yojimbo” (1961) del japonés Akira Kurosawa en “Por un puñado de dólares” (1964), de bien seguro conocían el nombre de Django antes de que lo (re)popularizara Quentin Tarantino en su último largometraje “Django desencadenado” (2012). El cinéfilo medio conocerá los rasgos generales de los aspectos temáticos y estilísticos de esta nueva revisión del cine del Oeste de la mano del mentado cineasta romano Sergio Leone. Su trilogía del dólar, que incluye la citada “Por un puñado de dólares”, “La muerte tenía un precio” (1965) y “El bueno, el feo y el malo” (1966), desató una locura inmediata traducida en un sinfín de pobres imitaciones de estos recursos, donde priorizaba el aspecto sucio y desgastado de los antiheroicos protagonistas, el dinero, las venganzas personales y el uso inteligente en la creación de la tensión dramática dilatando el tiempo en los duelos y fusionando la imagen con un uso musical que marca una vital importancia en el desarrollo de la acción, (en muchas ocasiones también firmadas por el compositor Ennio Morricone). Han pasado al imaginario colectivo los rostros impertérritos de Clint Eastwood dando vida a El Rubio o Lee Van Cleef encarnando al malvado Sentencia. Sin embargo, menos conocidos son otros personajes imperecederos dentro de esta corriente y que ya tan solo los más acérrimos a éste conocen. Ringo o Sartana son algunos de estos, pero sin lugar a dudas, el que más escuela creó fue nada y más y nada menos que Django. Según comentaba el mismo Tarantino, por aquella época, incluir el nombre de Django en un título era sinónimo de éxito. Las consecuencias de esto fueron innumerables secuelas no oficiales e imaginativas traducciones de los títulos de estos films en el extranjero por parte de las distribuidoras.
Y entonces… llegó Django
La culpa del detonante de todo esto la tuvo otro romano. Otro Sergio, esta vez apellidado Corbucci. Este director italiano, quizás junto a un tercero, Sergio Sollima, se pueda colocar en el podium en cuanto a calidad de los spaguetti westerns que proliferaron a mediados de los sesenta. En 1966 (el año en que más eurowesterns se produjeron entre Italia y España), Corbucci, al igual que sus colegas italianos, deja el género de moda anterior, las recreaciones de la Antigua Roma de los peplum, para entrar por la puerta grande del mundo del western a la europea. Su película “Django” nos presenta a un carismático y rudo protagonista que entabla junto a Clint Eastwood las características del antihéroe parco en palabras, rudo en la ejecución y letal a la hora de lograr sus objetivos. Acompañado por un poderosísimo reparto musical de la mano de Luis Bacalov, vaga por un poblado siempre acompañado de su enigmático ataúd el cual no abrirá hasta mediados del largometraje, en el que sorprenderá a numerosos enemigos gracias a la ametralladora que guarda en su interior. El uso tan zafio, crudo y exagerado de la violencia creará un contraste nunca visto, banalizando el uso de ésta en pos del espectáculo, llegando el propio Corbucci a declarar que “hay más violencia en 20 minutos de una de nuestras películas que en toda la filmografía completa de John Ford”.
El retorno de Django
Como hemos dicho, a muchos no les sonaba este nombre hasta la llegada del último trabajo de Quentin Tarantino “Django desencadenado”. Sin embargo, las únicas similitudes que guarda este filme con el original de Corbucci, se encuentran en el nombre del protagonista, el tema principal de la BSO en los títulos de crédito iniciales y en el cameo de Franco Nero, actor original que encarnó al primer Django en una breve aparición a modo de homenaje. A parte, las relaciones entre este título y el cinéfago de Knoxville no acaban aquí, pues siempre se ha comentado que Tarantino, como buen fan del spaghetti western que es, considera “Django” una de sus películas favoritas del subgénero, por lo que podemos ver reminiscencias de ésta en otros trabajos como es el caso de su ópera prima “Reservoir Dogs” (1992). En ambos largometrajes el espectador asiste inpotente ante un sádico y crudísimo ejercicio de violencia llevado a parte por el villano de la función cuando, en ambos casos en un acertado fuera de campo que rebaja el desagradable impacto de la escena, rebana la oreja de un inocente por mero divertimento.
Si la relación entre Tarantino y este filme es bastante conocida, poco se ha comentado el acercamiento que se establece entre ambos títulos en la obra de uno de los mejores amigos de Quentin, Robert Rodríguez. Y es que si bien muchos han visto la particular secuela/remake de “El mariachi” (1992), pocos la han relacionado con una cinta con la que comparte tanto puntos temáticos como icónicos. La ópera prima del mexicano se vio desprovista de los mayores excesos por parte de su director debido a la necesidad de abaratar costes para hacerlo viable. Para ello contó con tan solo siete mil dólares. Una vez que Columbia Pictures vislumbró el talento del joven Robert, le ofreció un altísimo presupuesto para poder llevarlo a cabo en condiciones. El resultado fue una obra que rezumaba tanta frescura como con la que se dio a conocer y explicó su proceso de creación en su libro “Rebelde sin pasta”.
“Desperado”: el Django noventero
También Robert Rodríguez se crió con el sinfín de películas de bajo presupuesto que llegaban desde Europa ofreciendo una nueva faceta del género western, por entonces alicaído en parte en los Estados Unidos por la irrupción de la oferta televisiva con seriales ambientados en el lejano Oeste (“ No es extraño pues que su primer trabajo se tratara de un spaghetti western al uso ambientado en el México de los noventa. Con el presupuesto recibido para su segunda obra en 1995, se pudo permitir el contratar a una estrella del momento como Antonio Banderas, quien se sumergirá en el papel del cliché del antihéroe del subgénero europeo sumado a la destreza de los tipos duros de las películas de acción del momento. Así pues, con la aparición del presupuesto, “Desperado” se convierte en un híbrido entre ambos géneros, pero que en esencia, sigue la estela de “Django” de Corbucci.Cuando reiteramos sus similitudes no lo hacemos en vano. No es sólo que sea el arquetipo del spaghetti en el que un forastero silencioso, duro y misterioso llega a un pueblo gobernado por bandidos (en este caso narcotraficantes) buscando venganza y viva un romance de por medio, sino que hay reformulaciones de los patrones básicos de la película original, de su propia diferenciación con el resto del subgénero y de su propia personalidad fílmica. Mientras su personaje principal arrastra un ataúd por tan desérticos parajes, el pistolero Banderas se mueve de un sitio a otro siempre acompañado de la funda de su guitarra. Una vez se adentran en los entresijos de un espacio hostil, se ven obligados a hacer uso de lo que llevan escondido consigo. Así pues, Django abrirá su ataúd para sacar de ella una impresionante ametralladora que utilizará para acabar con todos y cada uno de sus enemigos de la manera más brutal, violenta y abrupta posible. Por su parte, Banderas, al verse en apuros, también se verá obligado a mostrar lo que guarda en la funda de su guitarra. En una taberna que guarda muchas similitudes con las del antiguo Oeste, sustrae de su funda un festival de armas de fuego llevando a cabo un tiroteo en el que él sólo logrará deshacerse de todos sus enemigos en un ejercicio de talento y pericia atlética a medio camino entre el pistolero del spaghetti western y el héroe de acción de los noventa al estilo Steven Seagal o Jean Claude Van Damme. Y sin embargo, Rodríguez no dejará esto en un simple homenaje a la película, no se basta con copiar, sino que va más allá realizando un ejercicio apropiacionista, otorgando una nueva concepción a la idea de las armas potencialmente mortales escondidas en lugares recónditos. Jugando siempre con el exceso de lo violento buscando tanto la espectacularidad como el humor, cuenta más adelante con otra reformulación de otro spaghetti clásico como “Oro sangriento (Sabata)” (Parolini, 1969) en el que William Berger (cara conocida del eurowestern) utiliza un banjo que guarda un rifle Winchester detrás, disparando con él a sus confundidos enemigos. Así pues, en una de las escenas finales de “Desperado”, los amigos del pistolero portarán con ellos sus propias fundas de guitarra que al igual que el ataúd de Django, también contienen armas exageradamente efectivas en el contexto en el que se utilizan. La exageración llegará a unos niveles casi autoparódicos cuando estas fundas ejerzan como metralleta, lanzallamas o lanzamisiles. Y sin embargo, aquí no acaban los símiles con la obra de Corbucci. La resonancia entre ambos largometrajes es tan estrecha que incluso en su resolución albergarán similitudes considerables. Django sufrirá una herida en su mano que le impedirá desempeñarse con su habilidad habitual en el uso de las armas, aun así, se cargará de valor para combatir hasta el final contra sus enemigos. En el caso del mariachi ocurrirá algo muy similar, en su conflicto final con el narcotraficante Bucho, Banderas también buscará cobrarse su particular venganza, pero se verá herido en una mano por una bala que se la dejará agujereada. Aun así, no le temblará la mano (nunca mejor dicho) a la hora de desenfundar y desembocar el estallido de violencia final.
Rodríguez y su trilogía del dólar
En el rodaje de “Desperado”, Quentin Tarantino, quien aparece en un cameo contando un chiste y siendo posteriormente disparado en la cabeza (como el que de manera consciente se divierte tomando de su propia medicina) le comentó a su amigo Robert Rodríguez: “El Mariachi tu ‘Fistful of Dollars’, ‘Desperado’ será tu ‘For a few dollars more’. Pero pronto tendrás que hacer la épica y deberás llamarla ‘Érase una vez en Mexico’”. Las pretensiones de Rodríguez no fueron menos que las de su colega y amigo por lo que en 2003 bajo tan ilustre título, quiso albergar una fragmentación de historias relacionadas con el dinero, la venganza, los negocios sucios y el clima político revolucionario de México para seguir la estela del propio Leone en otros filmes en los que se mezclaban los diferentes intereses propios de personajes envueltos en un medio hostil en proceso de cambios forzosos como los de “El bueno, el feo y el malo” (Sergio Leone, 1966) o “Hasta que llegó su hora” (Sergio Leone, 1968). Sin embargo, esta ya es otra historia.
Muy bueno el articulo, felicidades espero seguir leyendo cosas tuyas
Muchas gracias por tu comentario.Me alegro de que te haya gustado mi primera contribución a Videodromo.es