TERCERA FASE: Monstruos bípedos y entrañables cabezones
Desde las primeras muestras del género de ciencia ficción se describió de manera general a los alienígenas como versiones alteradas de una anatomía de tipo humanoide. Así en “Viaje a la luna” Georges Méliès nos los describe a los selenitas como unos seres bípedos, con estructuras análogas a nuestras extremidades superiores e inferiores, y coronados por una cabeza claramente análoga a la humana alterando eso sí los receptores sensoriales: ojos, orejas, nariz y boca son sustituidos o alterados por estructuras más o menos de aspecto agresivo. Unas veces, la ausencia de alguno de los elementos dará un aspecto desconcertante, en otros casos se exagerarán partes como los dientes o se añadirán estructuras óseas menos “humanas”. En cualquier caso, será el tipo de alien más recurrente en todas las épocas, a veces deliberadamente formando parte del mensaje del film pero en la mayoría de las ocasiones fruto de un antropocentrismo que pese a haber sido relegado de los ámbitos más científicos de la cultura humana, sigue imperando en las mayoría de sus manifestaciones artísticas.
En cualquier caso, por muy poco probable que fuese encontrar alienígenas con características humanoides, sigue siendo una útil herramienta para hablar de todo aquello que la ciencia ficción nos permite con estas historias donde dichos aliens funcionan como reverso tenebroso de la humanidad en algunos casos, o como reflejo de lo que esta podría llegar a ser, en otros. Por tanto dividiremos la sección en dos partes, atendiendo a esta naturaleza benigna o malvada de las distintas criaturas:
A) Némesis humanoides
En el caso de la ópera prima realizada por Christian Nyby en 1951 y titulada “The thing…from another world ” y que se tradujo como “El enigma… de otro mundo” Charles Lederer adapta el relato “Who goes there?” de John W. Campbell Jr. y opta por presentarnos al invasor como una forma de vida de origen vegetal, al igual que pasara con “Los ladrones de cuerpos”, pero que este caso consigue sobrevivir en la fría Antartida. Lo que para el pequeño destacamento de científicos norteamericano parece ser el descubrimiento del siglo acabará dándoles más de un dolor de cabeza. En un intento de sorprender y despuntar en originalidad, realmente los protagonistas se enfrentan a un ser humanoide cuya silueta siempre oculta entre sombras recuerda a la de un humano de extrañas proporciones. Sin embargo, el personaje arquetípico del científico que con apenas unos análisis de las muestras del alienígena consigue desentrañar las claves de su biología nos revelará que dicho ser es en realidad más parecido a las plantas que a los animales, a pesar de su antropomorfismo. No hay datos sobre otros aspectos biológicos.
En el caso de la alienígena del largometraje “Planeta sangriento” dirigido por Curtis Harrington los humanos van hasta Phobos, un satélite de Marte, en una misión de socorro de una nave alienígena. Allí encuentran el cuerpo de una mujer inconsciente y lo trasladan a su nave. El problema surgirá cuando esta se despierte en el vuelo de regreso y vaya saciando su sed de sangre poco a poco con toda la tripulación. Así unos jóvenes John Saxon o Dennis Hopper tendrán que luchar contra la belleza de Florence Marly que da vida a la reina extraterrestre que sólo quiere su sangre. Obviamente, Harrintong huye de darnos cualquier otra explicación sobre su naturaleza, así ya es bastante aterradora.
Y ya que hablamos de extraterrestres de naturaleza vampírica no podemos obviar el caso planteado en 1985 por Tobe Hooper en “Lifeforce”. En este caso Dan O’Bannon, famoso por ser el guionista de “Alien”, y Don Jakoby adaptan a la gran pantalla la novela «The Space Vampires» de Colin Wilson. La tripulación mixta de británicos y norteamericanos del transbordador espacial Churchill tienen como objetivo interceptar el cometa Haley y estudiarlo. Y lo que acaban descubriendo es que en la cola del cometa hay un objeto no identificado de 3 kms de longitud. Los cuatro cosmonautas que van a investigar el interior de la nave regresan con un murciélago gigante deshidratado y tres cámaras de hibernación que contienen a dos hombres y una mujer en extasis. Lo que nos cuentan es que estos seres son insaciables y usan su cuerpo a para atraer a los humanos y succionarles la fuerza vital, que es de lo que se alimentan. Para ellos los cuerpos al igual que para los seres de Hidden no son importantes.El resultado es que Londres acabará sembrado de zombis.
De la pluma del guionista Jerome Bixby salió la criatura de “It-The terror from beyond space”, filme dirigido en 1958 por Edward L. Cahn. Se trata de una suerte de lagarto bípedo que malogrará la carrera del capitán espacial Carruthers, ya que acabará siendo apresado porque toda su tripulación ha desaparecido. Le acusan de haber matado a sus compañeros, por ese motivo el hombre es apresado y conducido de regreso a la Tierra. Pero antes de despegar de Marte, una criatura se cuela en el interior de la nave y, a lo largo del viaje, comienza a diezmar a la tripulación. Este es otro de los films en los que se inspirarían libremente los guionistas de “Alien”. Bixby se centra en su criatura terrorífica y en en las distintas maneras en que va a ir diezmando a la tripulación.
Y a los que les daba igual todo era a la siguiente especie invasora procedente del planeta rojo que podemos ver “Mars Attacks» de Tim Burton. En este caso recurre a los cromos de su niñez para crear a estas criaturas antropomorfas de característicos ojos saltones, sin calota craneal y lo más curioso, sin labios. Etológicamente poseen un humor cargado de mucha retranca. En este caso, si nos ofrecen datos sobre su naturaleza. Nuestra atmósfera les es hostil por ese motivo siempre llevan el casco puesto, y cuando se lo quitan deben mascar un chicle rico en nitrógeno. No ofrecen información sobre su actividad sexual. Eso sí son amantes de los experimentos y de los cruces entre especies.
Pero el más temible y famoso de este apartado es sin duda “Predator” dirigida por John McTiernan en 1987. Este extraterrestre llega a nuestro planeta desde los confines de la galaxia para realizar una cacería, así un grupo de mercenarios norteamericano se introducirá sin quererlo en su coto de caza y obligará a Arnold Schwarzenegger a devanarse los sesos para salir vivo de esta aventura. Eso es lo que plantea a grandes rasgos el guión escrito por Jim y John Thomas. Sin entrar a valorar la calidad cinematográfica de la cinta (que la tiene, y mucha) no se puede negar que gran parte de su atractivo reside en la perfecta concepción de su criatura protagonista. El diseño del alienígena como tal no puede ser más sencillo: un ser humanoide, que reúne las características que hemos citado en la introducción, bípedo y con un diseño corporal fiel al encontrado en los vertebrados terrestres, coronado por una cabeza y una bien reconocida “cara”. Por lo demás, una serie de rasgos distintivos para alejarlo de la humanización excesiva (además todos ellos encaminados a acrecentar el carácter agresivo y a veces, repulsivo): afiladas uñas en pies y manos, una piel gomosa y cetrina salpicada de extrañas manchas en el cuerpo. Y en la cabeza, haciendo gala de un sesudo estudio de diseño muy acertado encontramos una serie de rasgos que además de deshumanizar a la criatura consiguieron crear una imagen poderosa e icónica, fácilmente reconocible. Principalmente, la “melena” que recuerda a un peinado rastafari; en segundo lugar, un rostro de pocos amigos caracterizado por unos diminutos ojos coronados por unos protuberantes arcos superciliares y como colofón, una mandíbula delimitada por cuatro colmillos que se abren mostrando una boca dentada y cavernosa de reminiscencias (para mayor grotesquidad) sospechosamente genitales.
A pesar de estos rasgos claramente alienígenas, la grandeza del depredador como diseño radica precisamente en su humanización.
Un ser que, pese a no pronunciar una palabra, nos dice con su aspecto y sus actos todo lo que necesitamos saber para comprenderlo. Algo perfecto para ser narrado cinematográficamente. La vestimenta, los adornos de cabeza, cuello y cinto, el armamento… todo ello nos da pistas de que esta criatura vive por y para el deporte de la caza; nos dice que su tecnología es superior a la nuestra, y según progresa el film la forma en que el ser utiliza sus armas en función de la situación y la presa nos explica que además se rige por un estricto código de honor, que sólo mata por deporte pero respeta presas desarmadas que no supongan un reto. Esta magnífica idea provoca que, pese a encontrarnos como espectadores con un ente agresivo, despiadado y que persigue sin tregua a los protagonistas humanos, de algún modo entendamos su modo de ser (inspirado en parte en culturas guerreras como la samurai, sin ir más lejos). Es un juego arriesgado pero que funciona a la perfección, un ser que supone una especie de reflejo oscuro de nuestra especie, pero que en determinadas secuencias puede llegar a resultar más humano que los propios humanos a los que da caza. Gracias a esta concepción del alienígena, en sucesivas secuelas y spin offs – más o menos olvidables pero que sin duda suman a la mitología del ser y su universo – podemos encontrarlo como más o menos del lado de los humanos, cambiando los roles de perseguido y perseguidor en más de un aspecto.
Finalmente, no podemos despedirnos de este magnífico ejemplar sin comentar un apr de rasgos que dan el toque final a su excepcional diseño. Por un lado, la visión infrarroja: el depredador no ve el mundo como sus presas, sino que se guía siguiendo el espectro infrarrojo. Esto podría darnos muchas pistas sobre su mundo natal y las adaptaciones evolutivas que hubieran podido llegar a dicho punto, pero podríamos quedarnos con que sus sofisticados sistemas de detección en el casco (otro punto para el diseño de producción) le permiten filtrar el espectro infrarrojo hasta el punto de delimitar únicamente las fuentes de calor de origen orgánico. Ciñéndonos al mundo del celuloide, esto permite a los guionistas otorgar cierta desventaja del cazador frente a la detallada visión de las presas, pero como contrapartida – y con esto completamos la última pero no menos importante característica del terrible alienígena – el ser dispone de un sistema de camuflaje que lo hace virtualmente invisible. Un sistema electrónico de refracción artificial de la luz que sólo permite identificar una especie de bulto transparente en movimiento, quedando casi completamente inidentificable cuando se detiene. Durante buena parte del metraje de los films protagonizados por el depredador, podrían enmarcarse en el apartado de “amenaza invisible”, pues los protagonistas serán diezmados por un ser que no se muestra, y no será hasta el último tercio que el escudo de invisibilidad será despachado para poner en igualdad (o al menos, a un nivel más equitativo) al cazador más sofisticado de la galaxia, con algunos ejemplares tan poco desdeñables como pueda ser un Arnold Scwarzenegger en el apogeo de su carrera. En resumen, las características de la visión calorífica, junto a los rasgos anatómicos comentados al principio, nos sugeriría que esta especie de cazadores implacables nació en un mundo no muy diferente al nuestro, su biología está basada en el carbono y probablemente evolucionaron de un modo similar, adaptándose a un medio de elevadas temperaturas y rico en oxígeno. Todo ello lo hace lo bastante diferente como para resultar ajeno y turbador; pero lo bastante parecido como para resultar más letal que el más fiero asesino de nuestra especie.
Artículo escrito por Alfredo Manteca y Carlos Romá
(continuará…)