En Junio estrena su nueva película con Will Smith e hijo. La que posiblemente marque su destino en Hollywood: vida o muerte. Os contamos por qué.
Si el otro día hablábamos de Ben Affleck como director que se ha llevado palos, el de hoy se lleva la palma. No creo que haya habido muchos directores que hayan sido alabados y vapuleados tanto como lo ha sido éste.
M. Night Shyamalan está muchas veces en boca de Hollywood por llevar a la extenuación una fórmula que le funcionó durante varias películas, pero que perdió fuerza. Ahora se le ve entre lo más bajo de la colina de Los Ángeles. Y ha tratado ya dos veces de levantar cabeza, pero le resulta imposible.
En Junio estrena junto con Will Smith (y su hijo) su última película: After Earth. Si con esta no renace cuál Ave Fénix su vida cinematográfica estará casi acabada. Y muy buena pinta, creo yo, no tiene.
Pero, ¿cómo ha llegado hasta aquí?
Comenzamos con la primera parte de la filmografía de M. Night Shyamalan.
Praying with anger (1992)
No comienzo muy bien el artículo, lo sé, pero es que me ha resultado imposible encontrar esta película.
Es su primera obra, protagonizada por el mismo, de forma muy independiente; pero no hay quien la encuentre en el GRAN INTERNET.
«Un joven hindú vuelve a su país tras una beca en los Estados Unidos y al llegar se siente un extranjero en su propia casa.»
Es todo lo que se de ella.
Lo siento.
Pasemos a la siguiente.
Wide awake (1998)
La segunda película de Shyamalan es… bastante floja. Se trata de una comedia con moraleja y dentro de un ambiente extraño como es el de un colegio católico que dan clases casi de deporte… no sé.
Huele a los años ochenta que hecha para atrás, la verdad. El protagonista es Joshua, un niño que afronta durante el año en quinto grado (el equivalente a sexto de primaria) la reciente muerte de su abuelo.
Así, la película peca, ante todo, de ser demasiado autoconsciente. Se sabe de ella misma, tiene mucha constancia de que es una película y se nota en cada giro, chiste y golpe musical. La música está demasiado presente en todo momento.
Tanto el protagonista, Joshua, como su amigo: Dave, son adultos hablando con voces de niños. Sus palabras se notan escritas, su reacciones se notan bastante falsas. Además, la película se guía por la voz en off de Joshua, que es en realidad la que cuenta todo en la historia y acaba resultando irritante.
La película está repleta de toda la creencia cristiano religiosa de Shyamalan que se ve levemente en todas sus siguientes obras, de manera simbólica; pero que aquí está muy presente en primer plano.
Por cierto, en la última escena de la película hay un giro final revelador. Toda una anagnórisis como «dios» manda.
Aquí empezaba ya su tendencia.
The sixth sense (1999)
Después de lo de su anterior película es más curioso aún lo bien que está esta película.
El sexto sentido fue la película que hizo que el público le conociese y con ella nació la fama del giro final de Shyamalan. Se formó un hype impresionante antes siquiera de que el creador de la palabra supiese casi lo que era una película. Todo el mundo tenía que verla y rápido, antes de que le contasen el final. Si alguien a día de hoy no conoce lo que le sucede a Bruce Willis al final de la película, no sabe la envidia que le tengo. Es un privilegiado.
Y a pesar de que no es mi película favorita de Shyamalan he de admitir que El sexto sentido me parece una película maravillosa con un guión bastante bien construido y, sobretodo, con muchísimo subtexto.
Todo el mundo sabe de qué va la película: Bruce Willis es Malcolm un psicólogo que para redimirse trata de ayudar a Cole, quién admite ser capaz de ver los fantasmas de los muertos.
Lo realmente interesante de la película es que de lo que habla en realidad es de la sociedad. Una sociedad que (cada vez más) habla menos entre ella, que hace más oídos sordos. Cuando el personaje de Cole dice frases como They don’t have meetings about rainbows (No se hacen reuniones si dibujas arcoiris) no sólo está haciendo referencia a sus profesores, sino a todo un sistema social que trata de obviar ciertos problemas tapándolos, haciendo oídos sordos muy a sabiendas de que están presentes.
Igual en el caso de la descripción que Cole hace de los fantasmas que van andando, sin verse entre ellos, sin saber que están muertos. «Sólo ven lo que quieren ver» llega a decir el niño, en una afirmación que hace referencia directa a los fantasmas de sus historia que no son sino una metáfora de los individuos de la sociedad.
El sexto sentido gusta siempre tanto porque es un drama que habla sobre todos nosotros. Sobre nuestros miedos (quién no se siente como Cole cuando dice quiero no tener miedo) y sobre nuestro comportamiento. Habla sobre una sociedad con cada vez menos comunicación y lo hace a través de un hijo que no es capaz de hablar con su madre y un marido que ha perdido todo lazo de comunicación con su mujer.
Así, la victoria de Cole no está en el momento en el que se enfrenta a sus visiones fantasmales, sino que se encuentra en la última escena en la que por fin, «curado», es capaz de hablar con su madre y contarle su secreto.
Igual que el verdadero momento de victoria personal de Malcolm no se encuentra tanto en ser capaz de ayudar en Cole, como en por fin hablar con su mujer y descubrir así su propia naturaleza.
El sexto sentido es una película que habla más de los humanos que de los fantasmas y por eso funciona tan increíblemente bien en cada escena.
Unbreakable (2000)
Con la extraña traducción de El protegido en español, he de admitir que esta no es sólo la película que más me gusta de su director, sino que es una de mis películas favoritas y sin duda la cinta de Superhéroes que más me gusta.
Aprovechando el tirón que se había ganado con El sexto sentido, Shyamalan nos adentra en la historia de superhéroes más real que podamos imaginarnos (Nolan…. JA) con un Bruce Willis que realiza una de las mejores actuaciones de su carrera.
Unbreakable es, desde mi punto de vista, redonda de principio a fin (aún con los pequeñas casualidades que se aceptan sin mucho problema). Desde su escena inicial con el juego de espejos en el momento del nacimiento de Elijah (Samuel L. Jackson) se nos marca ya que esta película va a ir de dos personajes reflejo, dos extremos que se tocan, dos vidas que están incompletas y que carecen de sentido hasta que se conocen y el uno a otro consiguen descubrir su sino.
De ahí saltamos a una de las mejores presentaciones de un personaje que hay (compitiendo con ese Martin Sheen de Apocalypse Now o el Vitto Corleone de El padrino). Su grandeza, posiblemente, se encuentre en la simpleza con la que se muestra a David (Bruce Willis). Nos encontramos en un tren (que en pocos minutos estará a punto de explotar muriendo todos en él menos Willis) y nos encontramos viendo la escena desde el punto de vista subjetivo de una niña pequeña, no mucho mayor de cuatro o cinco años, que se encuentra sentada en el asiento de delante de David. Así, vemos el vano intento de ligoteo de David (después de haberse quitado su alianza de matrimonio al ver a la muchacha que se ha sentado a su lado) desde los ojos inquisitivos de la niña. Desde la mirada de la inocencia que pasará pronto al otro personaje infantil de la película: Joseph, el hijo de David.
Esta mirada infantil, presente tanto en Joseph como en Elijah (que, en cierta medida, se ha quedado atrapado en la infancia de Mr. Glass) es la única verdaderamente abierta a la posibilidad de que David sea más de lo que parece. Los dos lo aceptan como posible desde un inicio y, cuál mentores del héroe en su camino, serán los encargados de hacer creer a David en sí mismo.
La idea del superhéroe es tan simple como fantástica: si hay una persona que vive en un extremo del espectro, que se rompe sus huesos con el más simple toque; verdaderamente no es tan iluso pensar que pueda haber un individuo al otro lado del extremo, completamente opuesto.
Aparte de esto, Shyamalan consigue incluir muchos de los elementos del cine de superhéroes de forma sutil, pero presente. Entre ellos, el atuendo del superhéroe, algo tan simple como un chubasquero con capucha. Y después planos tan sutiles como el contraste entre el primer momento en el que choca con la gente en el estadio y el momento en el que choca con la gente en la estación. Esa diferencia de planos entre aquel que aún no está preparado para asumir su objetivo y aquel que sabe qué debe hacer en la vida.
Además de, por supuesto, ese combate contra sí mismo. La lucha en la piscina que no es sino la lucha contra sus miedos. La idea clásica de que has de vencer a tus propios miedos antes de poder luchar contra los de los demás. La caverna más profunda que todo héroe se encuentra en su camino.
Y la última mirada entre padre e hijo con esa silenciosa comprensión entre ellos que casi consigue que sultes tu una lagrimilla.
Magnífica.
Infravalorada.
Signs (2002)
Para muchos Señales es la película que marca el inicio del fin de Shyamalan. Dependiendo de quién seas la colocas a una lado u otro de la línea: en el lado de las de antes de comenzar a caer o en el lado de las de después de comenzar a caer.
En mi caso la coloco en el centro, cruzando la línea por mitad de la película, aproximadamente por la hora y diez de película. Desde mi punto de vista, toda la primera hora de la película está al nivel de sus dos anteriores trabajos (a excepción de algún fallo sin gran importancia). Es a partir de las segunda hora cuando empieza a fallar la película, cuando todo pasa a ser mucho más torpe y cuando se marca el inicio de la caída de Shyamalan. Cuando apagan las luces de las linternas en el sótano, tras el ataque de pánico del hijo de Mel Gibson, la película ha llegado a su cenit. De ahí en adelante, la carrera de Shyamalan comenzará a caer poco a poco.
Y es una pena porque a mi Señales me gusta. Me parece una gran película de temática religiosa (y extraterrestre) muy realista, que maneja todos sus elementos muy astutamente (aunque a veces demasiado) para no pasarse con el CGI y hacer un buen drama de Ciencia Ficción sobre una invasión extraterrestre a gran escala.
Ya desde los créditos iniciales rememora las típicas serie B de Ciencia ficción para luego empezar a mostrar una historia que parte de las leyendas más míticas como las de los dibujos en los campos de maíz para ir creando una historia muy interesante alrededor de una familia encabezada por un muy solvente Mel Gibson al que acompaña un (como siempre) excelente Joaquin Phenix.
No es casualidad que esta sea la cuarta película consecutiva de Shyamalan en la que tiene mucha presencia los personajes infantiles. En esta etapa del director la mirada infantil era un leiv motiv de sus película y siempre con una idea clara en ella: siempre los personajes más pequeños de la historia son los que tienen la respuesta. No a sabiendas, claro, pero siempre ellos tienen la clave en el asunto, parece ser que son los que ven más «vírgenes» el misterio y sin esa imposición sociocultural impuesta con el tiempo. Y por ello se percatan más de los pequeños detalles.
De hecho en esta película tenemos dos miradas infantiles, la de la hija pequeña y la del hijo. El hijo es mayor que su hermana y por ello se equivoca en alguna ocasión, tiene razón, pero no siempre. La niña desde el principio se ha enfocado en una pauta: el agua, que al final será la clave de la película.
Pero, aunque todo funciona muy bien hasta que se meten en el sótano, a partir de ahí todo comienza a ser un poco más torpe. Y eso es lo que le quita fuerza a la película y deja con un poco mal sabor de boca.
El uso de los flashbacks es muy torpe en este caso y también el uso de la acción en off, fuera del plano, que si a veces está muy bien llevado y crea mucho misterio, en otras ocasiones resulta desastroso.
Y la realidad es que en el final de la película se acaba viendo demasiado la mano del guionista. Todos los elementos necesarios para el final están durante toda la película, es cierto, pero la explicación final acaba resultando muy fortuita. Se acerca mucho al Deux ex machina (para quien no sepa que es esto aquí la explicación). Y, precisamente, así es como trata de excusarlo Shyamalan. Diciendo que han sido los designos de Dios (o quizá no). La cuestión es que si creemos en el «quizá no» todo nos suena muy forzado.
Una pena. Señales podría haber sido una gran película, pero acabó con problemas y cruzó la línea del bien y el mal en el carácter de Shyamalan.
La idea de crear el giro final comenzaba a fallar. Y director no sabía que venía lo peor a continuación. Uno de los mayores palos de su carrera iba llegar.
Se acercaba El Bosque.
Próximamente
¡Vaya! No sabía que el artículo se quedaba a medias, estaba leyendo entusiasmado. Por ahora coincido prácticamente al 100% con la revisión, a mi Señales también me gustó mucho hasta el final que es un bluf muy descarado. Pero en su momento incluso lo perdoné, me quedé un poco «bueno, no es la mejor de Shyamalan pero este tío vale».
No puedo creer que habiendo sacado estas tres pelis tan redondas se le fuese la olla tanto, aunque es cierto que es un declive muy gradual y sencillamente a lo mejor es un tipo que es mejor detrás de la cámara que sobre el papel, y en sus primeros intentos tuvo más inspiración.
Ansioso por leer el resto del reportaje, buen trabajo!
Muchas gracias. Estoy trabajando ya en la segunda parte del artículo. Cuesta. Hay que coger muchas fuerzas para ir viendo la filmografía que falta de analizar aquí. Espero pronto poder publicar la parte del descenso de su trayectoria. 🙂
A mi me fascinan las películas de Shyamalan se me hacen muy entretenidas y siempre con un muy buen mensaje!! Es uno de mis cineastas favoritos! Sobre todo por la del «Sexto Sentido»