Mar. Mar 19th, 2024

Con motivo del futuro estreno de “Los odiosos ocho”, el segundo western que firma Quentin Tarantino, repasamos la influencia del eurowestern en la obra del cinéfago de Knoxville la cual es más que palpable mucho antes de “Django desencadenado” (2012).

 

Tarantino, apropiacionista posmoderno

Existe una corriente artística contemporánea que consiste en utilizar obras de arte del pasado y exponerlas de nuevo con un aliciente personal del autor que acabe por modificar su resultado respecto al original. Este movimiento recibe el nombre de Apropiacionismo, y si nos inmiscuimos en el universo cinéfilo de los noventa hasta hoy, uno de los directores que más se valen de este tipo de prácticas sería Tarantino. De todos es sabido la enfermiza cinefilia que guarda este chico del videoclub que hoy en día es uno de los nombres más conocidos del séptimo arte, y es debido a esta admiración por todo tipo de películas, de las más clásicas y canónicas a las más defenestradas, que su filmografía integra innumerables referencias temáticas y formales de sus más admirados cineastas. Y en este contexto es interesante ver como este nuevo director de principios de los noventa es capaz de erigirse como uno de los abanderados de la Posmodernidad cinematográfica, entremezclando todo tipo de géneros en una sola película, y al contrario que su admirado Jean-Luc Godard en lo sesenta, no basarlo todo en un cine reflexivo sobre sus propias posibilidades y sus armas como herramienta que ayuda al pensamiento, sino extender todas estas bifurcaciones en la riqueza de un relato cuyo objetivo final es servir como espectáculo.

Quentin Tarantino ha recuperado en sus filmes un seguido de subgéneros muy maltratados por la crítica pero por otro lado muy aplaudidos en las salas comerciales (y marginales). El norteamericano reformula en su creación cinematográfica las reminiscencias que guarda de sus visionados de cine ochentero de terror (véase la sesión doble “Grindhouse” (2007) la cual firma junto a su colega Robert Rodríguez e integra la película “Death Proof”), del blaxplotation de los setenta (recuperando a una de sus protagonistas, Pam Grier, para protagonizar en 1997 la siempre diferente “Jackie Borwn”), o el cine de artes marciales de Hong Kong de los setenta o el chambara japonés (cine de samuráis) en el díptico “Kill Bill” (2003/04). Pero sin lugar a dudas, ante el inminente estreno de “Los odiosos ocho” (2015), hoy nos tocará centrarnos en el spaghetti western.

El subgénero nacido en Europa a mediados de los sesenta (con clarísimas referencias, incluso plagios, a las películas de samuráis que por entonces filmaba el ya conocido internacionalmente Akira Kurosawa) de mano del romano Sergio Leone, presentaba un interesante número de recursos formales como la dilatación temporal mediante el plano corto y el uso de la música así como innovaciones temáticas que encrudecían y violentaban la acción hasta disparatarla a niveles más propios del cómic. A continuación, detallaremos la aparición de estas influencias temáticas y formales en la filmografía de Quentin Tarantino.

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¡Ojo, spoilers!

 

“Reservoir Dogs” (1992)

En su ópera prima (si no tenemos en cuenta la desastrosa y parcialmente perdida “El cumpleaños de mi mejor amigo”  (1987), nos encontramos con una escena final en la que Joe, Eddie y el Señor Blanco, en un círculo mortal, se apuntan con sus armas. Este círculo recuerda al final de El bueno, el feo y el malo” (Sergio Leone, 1966), escena favorita de la Historia del Cine para el autor. La tensión que se crea no se alarga artificiosamente como en la obra de Leone pero sí bebe de ésta resolviéndose esta vez con la muerte de todos los integrantes del duelo. Tarantino plagia una escena reconvirtiéndola en otra totalmente distinta. Por otro lado, una de las escenas más conocidas y polémicas por su violencia y crueldad es una en la que el Señor Rubio rebana la oreja de un policía atado (en un acertado fuera de campo). Dicha secuencia está abiertamente inspirada en Django”(1966) de Sergio Corbucci, donde también se rebana una oreja a un hombre. Por último, pese a no ser una escena que se pueda reconocer en un filme concreto, si hay una secuencia de “Reservoir Dogs” donde la manera en que los dos policías dentro de su coche patrulla mueren a causa de las balas proyectadas por los protagonistas es totalmente exagerada, moviéndose en demasía a la hora de morir, siendo una de las constantes dentro del eurowestern aunque también en otras películas de acción.

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“Pulp Fiction” (1994)

Mientras tanto, en “Pulp Fiction”, obra que según su autor es una mezcla de cine negro y spaghetti western (por eso escogió esos dos temas principales en los títulos de crédito tan distintos entre sí), podemos encontrar una historia fragmentada en tres, con tres personajes diferentes como la anteriormente mencionada obra leoniana “El bueno, el feo y el malo”. De nuevo vemos otro guiño a Leone en la escena en la que Vincent Vega debe inyectar insulina a Mia Wallace, creándose una tensión artificiosa a base de primerísimos primeros planos en los ojos de los protagonistas de la escena con la posterior reacción que finaliza la tensión creada.  Otra escena que proviene del subgénero es la que uno de los jóvenes a los que Vincent y Jules visitan a las ocho de la mañana, el cual está escondido, aparece con un arma disparando a bocajarro a los dos gángsteres, en ese momento, los seis disparos del cañón impactan en la pared dejando milagrosamente vivos a los dos protagonistas. Ambos son conscientes de la anomalía de este acontecimiento, dejando en evidencia el hecho de que en muchas película del spaghetti, por no decir también otras películas de acción, los antagonistas nunca aciertan a la hora de disparar a los protagonistas y en muchas ocasiones esta falta de puntería se ve demasiado exagerada.

Jules

“Four Rooms” 1995

El recurso de alargar una escena que se ve obligada a finalizar violentamente será usado hasta la extenuación en su filmografía. Su capítulo final de “Four Rooms” (1995) así lo evidencia. Obsesionado por esta idea, que bien ve en Leone pero también en una de sus películas favoritas, “Carrie” (1975) de Brian De Palma, opta por eternizar la tensión pero en lugar de valerse de la música y del poder de las imágenes y del montaje, se arma con aquello que mejor sabe construir, los diálogos. Así, en la película que dirige junto a tres de sus colegas de su generación (entre ellos Robert Rodríguez), podremos visionarlo en el momento en el que se inicia al juego verbal que finaliza con la amputación del dedo de uno de los protagonistas.

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“Kill Bill” (2003/04)

Llegados a “Kill Bill”, las referencias incrementan debido al marcado arco genérico de la película en la que una antiheroína lucha por su venganza y por sus propios intereses. La música de Bacalov y Morricone, unido a los paisajes áridos de la segunda parte, dotan al filme de una estética que se acerca mucho a la del spaghetti western. En la segunda entrega del díptico observamos de nuevo el duelo entre personajes solitarios y caricaturizados, Beatrix Kiddo y Elle y Beatrix y Bill. El primer enfrentamiento, tras un seguido de primeros planos emulando a los duelos leonianos, se resuelve en cuestión de segundos con la rápida acción de La Novia arrancando el ojo a su contrincante. Copia la resolución del duelo canónico del eurowestern sustituyendo un disparo por una mutilación, lo cual sirve para mezclar perfectamente las películas gore de artes marciales (como El luchador(Shigehiro Ozawa, 1974, Japón), película que es mencionada en “Amor a quemarropa” (1993), película de Tony Scott con guión de Tarantino), con el western a la europea.  En “Kill Bill” se pueden ver guiños a distintos largometrajes del subgénero, como La Novia caminando sola en la lejanía con una cámara nublada emulando a Harmónica en “Hasta que llegó su hora” (Sergio Leone, 1968), el avanzado uso mortífero del hacha cuando asesina a uno de los 88 maníacos al igual que el protagonista de “Navajo Joe” (1966 la lista de los enemigos a eliminar, siendo cinco y estando escrito el nombre de cada uno más grande que el del anterior y con un número al lado como observamos en “Salario para matar” (Sergio Corbucci, 1968) o también “Oro maldito” (1967), western de Giulio Questi en el cual el protagonista, al igual que La Novia, se desentierra él mismo de un ataúd tras abandonarlo a tres metro bajo el suelo.

Killbill

“Malditos bastardos” (2009)

“Malditos bastardos”, que en sus inicios iba a llamarse Once upon a time in ocupatted France, nombre totalmente leoniano y que finalmente tituló el primero de los episodios del filme, tiene unas reminiscencias claras del spaghetti. “En el fondo, la propuesta representa casi un sueño dorado para un freak de la generación videoclub, un eurowestern protagonizado por nazis”.[1] Al igual que el spaghetti en los sesenta, Tarantino se sitúa en el género bélico para hacer una revisión, como Leone lo hizo del periodo y el lugar en el que se dio el salvaje Oeste, de la IIGM en Francia. Para ello usa a su heroína Shoshanna. “Ilustra la hipotética respuesta sionista a la cruel ignonimia nacionalsocialista, transformando a la judía huérfana Shoshanna Dreyfus en una moderna Juana De Arco transmutada en heroína del spaghetti western.”[2] El inicio de la película es totalmente leoniano, extendiendo y dilatando la escena, al igual que el tiroteo en la taberna en el que mediante un uso alargadísimo de los diálogos, al más puro estilo “Four Rooms” (1995), se acaba por desfogar el suspense alimentado en un abrupto intercambio de tiros. Esta escena tiene unas claras reminiscencias a “El bueno, el feo y el malo” (Sergio Leone, 1966) que se puede observar al inicio de ambos filmes, con una mujer tendiendo que divisa un peligro acercándose por el horizonte y corre a avisar de la llegada de éste. Una vez el malvado entra dentro de la casa, tanto Setenzia (el malvado al que da vida Lee Van Cleef) como Hans Landa (Christoph Waltz), el resto de integrantes de la casa los deja solos con el padre de familia.  Se le ofrece a Sentenzia un plato de comida que come mirando directamente a su interlocutor de la misma manera que Landa bebe el vaso de leche que se le ofrece. Ambas secuencian finalizan de manera inesperada bajo los disparos con los posteriores asesinatos por parte del villano.

Malditos Bastardos 12

“Django Desencadenado” (2012)

“Django desencadenado”, su penúltimo trabajo, ya no es ningún western encubierto ya que es la primera película del director dentro de este género. Los rasgos genéricos son claros con el del eurowestern, tenemos tres personajes principales los cuales velarán por sus propios intereses siguiendo patrones básicos como el de la importancia en los diálogos de los personajes, teniendo cada uno un rol distinto así como la violencia que acompañarán a sus actos. Django es el antihéroe clásico, callado, sucio y serio. Estará acompañado por King Schultz (Christoph Waltz), cumpliendo el papel de extranjero inteligente y en ocasiones burlón (en películas como la anteriormente nombrada “Salario para matar” (1968) de Corbucci, o la cinta del mismo director romano “Vamos a matar compañeros” (1970), es importante la figura el inmigrante europeo). Para cerrar el trío tenemos a Calvin Candie (Leonardo Di Caprio) cumpliendo con el rol de malvado. Django, liberado por King, será instruido en el disparo y en el oficio de los cazarecompensas. Tras una etapa en la que se dedican a ejercer como tales, intentan engañar a Calvin, lo que acaba con la posterior captura de Django, el cual será humillado y torturado, como ocurre en infinidad de eurowesterns entre muchos de ellos la crepuscular “Keoma” (Enzo G. Castellari, 1974), para luego ser liberado y llevar a cabo su venganza. No es casualidad que en la instrucción de King a Django suene la música de “El día de la ira” (Tonino Valerii, 1967), película en la que un maduro Lee Van Cleef enseña el manejo de los armas a un joven Giuliano Gemma.  Tampoco será aleatorio el hecho que en la escena final, donde Django se comporta de forma triunfal y sonríe suene la banda sonora original de “Le llamaban Trinidad” (Enzo Barboni, 1970), donde Terence Hill, mostrando una cara más amable que el antihéroe clásico se comporta de una forma más afable y simpática a la vez que bufona con el espectador. En esta película se evidencian escenas del spaghetti a través de su música, algo que vemos desde su sintonía inicial, con el tema de Bacalov que abre la escena inicial de «Django» de Sergio Corbucci.  También cabe destacar el cameo que hará en mitad de película el actor italiano Franco Nero, el que interpretó al Django original en la película de Corbucci así como otros antihéroes del spaghetti western como el también carismático Keoma. En dicha escena, intercambiará unas pocas palabras con el Django de la película de Tarantino mientras ambos acaban de observar una pelea de mandingos en la casa del villano Calvin Candie.

Djangoo

Tarantino guionista

En lo que a los guiones se refiere, Tarantino escribió “Amor a quemarropa” y “Asesinos natos”. La primera fue llevada a la gran pantalla por Tony Scot (hermano de Ridley Scot) en 1993 y la segunda por Oliver Stone en 1995. Ambos relatos comparten el nexo común de estar narrando las aventuras de dos jóvenes enamorados que al más puro estilo Bonnie y Clyde llevan intrínseco en su relación el hecho de vivir en la ilegalidad y el mundo del crimen. Este tipo de relación se puede ver en la película de Sergio Corbucci, protagonizada por el cubano Tomás Milian, unos de los nombres del eurowestern, “Los hijos del día y la noche” (1973), donde los dos amantes, en una relación algo más violenta respecto a ellos mismos que en los casos anteriores, tan solo pueden hacer triunfar el amor en el momento en que viven en la ilegalidad y el crimen.

[1]  ALFONSO Ramón, Quentin Tarantino. El samurái cool, T&B Editores, Madrid, 2013. p. 168.
[2]  Ibid p. 169

Por Luis Suñer

Graduado en Humanidades, crítico de cine y muerto de hambre en general.

2 comentarios en «Quentin Tarantino y el Spaghetti Western»

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