Scott Pilgrim contra el mundo es una película que a mi me ha gustado siempre (al contrario de lo que le ocurrió a nuestro compañero Alfredo en su momento: aquí). Leí el comic en el que está basado y he visto ya la cinta de Edgar Wright varias veces. Cada una de estas disfrutando más y más de cada momento de la historia, cada frase y cada pelea. Scott Pilgrim es una oda a los 8 bits, pero también tiene otra lectura un poco más «humana».
Scott Pilgrim es la lectura y película perfecta para un veinteañero. Si has vivido o visitado Toronto ya sin duda alguna. Yo leí el comic varios meses después de mi residencia de varias semanas en la ciudad canadiense y me sentí perfectamente reconocido en los escenarios. Cada uno de ellos es clavado a lo que el Toronto real es. No sólo lugares ilustres de la ciudad como la Casa Loma, sino también el Pizza Pizza, el Second Cup, el centro comercial del Honest Eds, bares que había estado porque me habían dicho que era donde iban los que vivían en realidad en Toronto (y que acabó siendo el Sneaky Dee’s uno de los bares más underground de la ciudad y donde he comido los mejores nachos de mi vida, que también comen en el comic, por cierto) o esquinas varias de la ciudad.
Pero, dejando todo esto de lado. Olvidándonos de los detalles geeks, de las referencias constantes de videojuegos y grupos de música. La película (y el comic) no dejan sino de hablar de algo más profundo: el bagaje sentimental que cada uno de nosotros arrastramos y hasta dónde puede éste afectar.
Porque al final entre todo la vida de estos pseudo-ninis que parecen vivir alegres el día a día sin grandes deseos ni objetivos, sin preocupaciones apenas, lo que consigue mover la historia es el pasado de Ramon Flowers. Aunque hay un momento que parece que al espectador se le acaba por olvidar y pasa un poco de ello, la realidad es que, al fin y al cabo, lo que estamos viendo es la materialización de la lucha contra los demonios pasados que existe en un relación.
Y ojalá fuera en la realidad tan fáciles de superar como lo son en la película. Espada en mano y pelea a pelea.
Toda la película no deja de ser una lucha contra los fantasmas de la vida sentimental de una mujer. Cómo Scott Pilgrim, como novio, debe de luchar con todos y cada uno de ellos para lograr tener una relación estable y duradera con Ramona. La única forma que tiene que poder tener una relación con ella es logrando que desaparezcan estos pasados. Acabando con ellos, dando un paso adelante hacía el futuro.
Michael Bacall y Edgar Writght (y de forma mucho más profunda Bryan Lee O’Malley en los comics) están poniendo físicamente el proceso mental de lucha al que hay que enfrentarse. Esta pelea que toda persona tiene al entrar en una relación con los fantasmas del pasado de su pareja, tratando de hacer olvidar lo que le hicieron pasar (bueno y malo) y superando los listones y mínimos que han marcado en la vida del otro (al fin y al cabo, eso siempre sucede). Bajo este espectáculo sonoro, visual y referencial que simula los videojuegos noventeros; se presenta la pelea interna que en una nueva relación se ha de enfrentar. A veces quien tiene esta lucha es la persona con su propio pasado. A veces es la persona contra el pasado de otros.
Así, Scott Pilgrim lo que hace es mostrarnos de manera visible y divertida esta lucha. El especial camino del héroe que Scott tiene que hacer para logar que Ramona se olvide de su pasado y le abrace a él en su futuro.
Sin embargo, es curiosa también la representación que se hace del amor en esta película. Al fin y al cabo somos gente de nuestro tiempo. Nos debemos a cuándo vivimos. Y la representación del amor de veinteaños aquí mostrada es ciertamente exacta para la generación que representa, algo que parecen que otras películas o series de «adolescentes» en cierta medida parecen haber olvidado. Lo miran con otros ojos, más adultos, distintos generacionalmente, que importan sus ideas en un tiempo que ya no les pertenece.
En Scott Pilgrim las relaciones son efímeras con excesiva rapidez. Tanto el pasado de Scott como el de Ramona demuestran la rápida sucesión de relaciones que ambos han tenido. Sí, también se demuestra el daño del pasado. La relación de Scott /Natalie a él le afectó mucho, como lo hizo la Gideon/Ramona; pero la palabra amor no se menciona apenas en la película y ese es el punto al que quiero ir. En un momento del metraje, la hermana de Scott, Stacey, le pregunta a su hermano si Ramona es LA chica, si veía que tuviera un futuro. ¡Si veía futuro! En Scott Pilgrim las relaciones no se miden tanto en intensidad o cariño, sino en duración.
Curiosamente, la película maneja de forma muy blanca lo relacionado con el amor y el sexo; pero, simultáneamente, en cierta parte la idea base del bagaje emocional es más profunda de lo que podría parecer inicialmente. Oculta bajo la espectacularidad una normalidad que todo el mundo vive en su día a día.
Sí, es un entretenimiento de peleas divertidas metalingüísticas y personajes memorables; pero si se quiere (y siempre se debería querer) hacer una lectura un poco más profunda, Scott Pilgrim contra el mundo representa con cierta veracidad una parte de las relaciones amorosas que no suele mostrarse tanto en la pantalla. Normalmente nos muestran más la lucha con el presente de la relación que la lucha con el pasado de ella.