Mar. Mar 19th, 2024
De izquierda a derecha Zachary Quinto es Spock, Benedict Cumberbatch es John Harrison y Chris Pine es Kirk

Tras 4 años de parón artístico en la saga, J. J. Abrams hace renacer de las cenizas un Star Trek en declive.

Si hay algún término que haga saltar más las alarmas en el mundo del cine que el temido remake, es sin duda reboot y, desgraciadamente, se oye demasiado últimamente. Concepto de origen anglosajón, se emplea para definir aquellas películas destinadas a hacer borrón y cuenta nueva de una franquicia en horas bajas. Unas veces con desastrosos resultados como “El increíble Hulk” (Louis Leterrier, 2008), “X-Men orígenes: Lobezno” (Gavin Hood, 2009) o Robocop (José Padilha, 2014); otras completamente innecesarias como en The amazing Spider-Man (Marc Webb, 2012) o “Los cazafantasmas” (Paul Feig, 2016); y alguna excepcional alegría como Batman Begins (Christopher Nolan, 2005), “Casino Royale” (Martin Campbell, 2006) o el particular caso que nos atañe: Star Trek.

Pero aunque parezca que la saga se ha sumado a la moda, realmente la idea ya estaba plantada desde 1968 cuando el creador de la serie original, Gene Roddenberry, declaró sus intenciones de hacer una precuela. Una idea que quedó en un cajón hasta 1980, cuando Ralph Winter y Harve Bennett, los productores de las películas III – IV, la rescataron y le encargaron a David Loughery, guionista de la considerada por muchos la peor película de la saga “Star Trek V: La última frontera” (William Shatner, 1989), que escribiera un borrador llamado “The Academy Years”. Sin embargo, la objeción tanto del fandom como del elenco original impidió que el proyecto viera la luz y la idea permaneció nuevamente en la oscuridad 25 años hasta que el sucesor de Roddenberry, Rick Berman, la rescató tras los sonados fracasos de “Star Trek: Némesis” (Stuart Baird, 2002) y “Star Trek: Enterprise” (2001-2005). Bajo el nombre de “Star Trek: The beginning”, el reboot también involucraba nuevos personajes como Tiberious Chase, ancestro de Kirk. Durante el desarrollo de la nueva cinta, Gail Berman (sin parentesco familiar con Rick) asumió la presidencia de la Paramount Pictures, propietaria de los derechos de la saga, y canceló nuevamente el proyecto con la consiguiente dimisión de Rick. Consciente del estancamiento creativo que estaba sufriendo la saga, Gail inyectó sangre fresca en un hábil movimiento estratégico involucrando a los artífices que lograron revitalizar con éxito otra de las franquicias de la compañía: Misión: Imposible III (J.J. Abrams, 2006). Estos eran los guionistas Roberto Orci y Alex Kurtzman, que se encargaron del libreto y J.J. Abrams como productor por sus reticencias para dirigir ninguna cinta de la franquicia. Para el director, que no es muy seguidor de “Star Trek” (siempre se ha definido más fan de Star Wars y de “En los límites de la realidad”), la saga trataba sobre la historia de Kirk y Spock, obviando todo los productos posteriores. Por ese motivo, y porque son los personajes más famosos de la serie y los que devolverían al público a la sala de cine, pensaron que ya era hora de reiniciar la saga con actores jóvenes y que esa sería la única forma de atraer a Abrams hasta la silla del director (tuvo que convencerle el mismísimo Spielberg), el objetivo de Gail desde el principio. El resto es historia. Desde entonces se han estrenado 3 películas con el nuevo elenco, una cuarta está en desarrollo y una nueva serie acaba de estrenar sus primeros episodios: “Star Trek: Discovery”.

Aunque los trekkies más puristas no estén de acuerdo con el rumbo que ha tomado la saga sumado al aroma a “Star Wars” con el que ha impregnado J.J. Abrams a las nuevas películas, lo cierto es que “Star Trek” está más vivo que nunca. De hecho, las últimas 3 cintas han recaudado en Estados Unidos casi lo mismo que las anteriores 10 juntas. El desapego sentimental por parte del director ha logrado que hiciera de la saga un producto más accesible al público general actualizando la interfaz tecnológica en consonancia con los avances que ya existen y modernizando los personajes implementando su carisma según los cánones actuales. Todo ello siendo lo más fiel posible a Star Trek: La serie original y sin dejar de lado las referencias a la saga, imperceptible para el espectador común, pero muy disfrutable para el fan de siempre.

Sin más dilación, pasemos a desgranar (atención spoilers) cada una de las cintas que forman parte de la generación rejuvenecida: “Star Trek” según J.J. Abrams.

Star Trek

En una época donde las grandes compañías no tenían reparos en gastar cantidades ingentes de dinero para asegurar el espectáculos de sus blockbusters como con los 341 millones de dólares de “Piratas del Caribe: En el fin del mundo” (Gore Verbinski, 2007), los 291 de “Spider-Man 3” (Sam Raimi, 2007) o los 261 de Avatar (James Cameron, 2009), Paramount Pictures entendió que gastando los irrisorios 60 millones de dólares que costó “Star Trek: Némesis” no iban a ninguna parte. La productora entonces tiró la casa por la ventana y decidió volver a confiarle 150 millones a J.J. Abrams (lo mismo que costó “Misión: Imposible III”) con el fin de insuflar la espectacularidad que la saga había perdido. Y la jugada les salió redonda.

“Star Trek” (J.J. Abrams, 2009) es el primer filme que no cuenta con subtítulo para indicar a los nuevos espectadores que no se requiere haber visto nada antes. Y es justo así como a un servidor la saga le enganchó. La película empieza con el nacimiento de James Tiberius Kirk (Chris Pine) a bordo de una lanzadera mientras su madre (Jennifer Morrison) huía de la nave USS Kevin, que estaba siendo atacada por los romulanos comandados por Nero (Eric Bana) y donde solo se queda George Kirk (un todavía desconocido Chris Hemsworth), padre del neonato, para salvar al resto de la tripulación. Tras esta introducción, saltamos 22 años en el tiempo para conocer a cada uno de los que acaban siendo los tripulantes de la Enterprise tal y como la hemos conocido siempre. Para su primera misión, todavía bajo la tutela del capitán Pike (Bruce Greenwood), la Enterprise atiende la llamada de socorro desde Vulcano donde están siendo atacados por los romulanos. Desgraciadamente, nada pueden hacer para evitar que todo el planeta quede destruido, el capitán Pike es secuestrado por Nero y las diferencias estratégicas entre Kirk y Spock (Zachary Quinto) acaban con el humano desterrado a Delta Vega, un planeta helado donde se encuentra con un anciano Spock (Leonard Nimoy). Juntos, tendrán que solucionar sus diferencias y unir fuerzas para acabar con los romulanos, dispuestos a estruir el planeta Tierra al igual que hicieron con Vulcano.

La versión millennial de la tripulación original

Traer de vuelta a los personajes de la serie original puede ser un arma de doble filo. Al tratarse de la tripulación mas emblemática de la saga, era más fácil captar de nuevo la atención del público. Sin embargo, estos protagonistas siempre han estado asociados a unos actores en particular. Intentar imitarlos o no conseguir un casting que fuese suficientemente carismático para que estuviese a la altura podría resultar en un autentico batacazo independientemente de la solidez del guion, la grandiosidad de las escenas de acción o de la factura técnica. Pero por suerte, el casting estuvo a la altura de las expectativas.

J.J. Abrams confió los mandos de proyecto al casi desconocido en aquel momento Chris Pine. Bastante encasillado en el papel de seductor en comedias románticas como “Princesa por sorpresa 2” (Garry Marshall, 2004), “Super ligón” (James Keach, 2006) o “Devuélveme mi suerte” (Donald Petrie, 2006), este papel suponía un gran salto para el actor americano. Abrumado por la responsabilidad, incluso llegó a escribir a William Shatner (el Kirk original) pidiendo su aprobación para hacer el papel. Como si hubiese estado preparado toda su vida para este papel, Pine sabe plasmar carisma y socarronería con un toque seductor. La perfecta versión actualizada de lo que todo trekkie tenía en mente sobre el capitán Kirk. Al igual que J.J. Abrams, Pine tampoco era muy seguidor de la franquicia y no conocía al detalle al personaje, pero en lugar de documentarse concienzudamente sobre el Kirk original, optó por aportar toques de Indiana Jones y Han Solo con magnífico resultado. Para este papel también sonaba un también entonces desconocido Chris Pratt que podría haber resultado en una caricatura del personaje como ha hecho en todos sus papeles desde el Star-Lord de Guardianes de la galaxia (James Gunn, 2014). También se rumoreó Matt Damon como posibilidad, pero J.J. Abrams buscaba a alguien más joven para el papel.

Pero si existe alguien más emblemático que Kirk, ese es Spock. Intentar alcanzar el empaque que tuvo Leonard Nimoy cono el famoso vulcaniano perece misión imposible. Gracias a un alineamiento de planetas, el proyecto se fraguó en el momento tan álgido como fugaz que fue la fama de la serie “Héroes” (Tim Kring, 2006-2010) y, sobre todo, el villano de la serie Sylar interpretado por Zachary Quinto. El actor presentaba muchas similitudes físicas que, combinadas con su actuación sobria e hierática, hacia de él el perfecto candidato para suceder a Nimoy. Y no podríamos imaginar a nadie mejor para hacer el papel, ni tan siquiera Adrian Brody, quien se barajó en un principio. Si bien los más acérrimos trekkies pueden aquejar ciertas diferencias con el Spock original, se deben más a la construcción del personaje en el guion, pero la interpretación no podría haber sido mas acertada. El único hándicap anecdótico fue la incapacidad del actor para hacer el saludo vulcaniano, pero Abrams lo solucionó rápido pegándole los dedos.

Tras la pareja protagonista, tenemos al Dr. Leonard “Huesos” McCoy y al ingeniero Scotty interpretados por los abiertamente declarados fanáticos de la franquicia Karl Urban y Simon Pegg respectivamente que aportan sus dotes cómicas para quitarle hierro al drama de la cinta. Si bien Urban está muy correcto en su papel, Pegg hace de si mismo una vez más y acaba siendo cargante a pesar de sus escasos minutos en pantalla. De hecho, quizá por enchufe con el director, con quien había trabajado en “Mision: Imposible III”, Simon Pegg fue el único que no tuvo que hacer audición para el papel y por ello acaba siendo el más flojo del casting. Por su lado, Urban tuvo que pelear su posición con James Mardsen.

El equipo lo completan Zoe Saldana haciendo de Uhura con fuerza y carácter, Anton Yelchin brillando como Chejov y John Cho como el timonel Sulu. Mientras Cho tuvo que ser convencido por el mismísimo George Takei (Sulu en la serie original) para aceptar el papel, Zoe Saldana, que tiene buen ojo para las franquicias (“Avatar” (James Cameron, 2009), “Guardianes de la galaxia”), se lo disputó con Sydney Tamiia Poitier, entonces muy de moda tras “Death Proof” (Quentin Tarantino, 2007).

Por último y no por ello menos importante tenemos el regreso de Leonard Nimoy en el papel que le llevó al estrellato y que sangre, sudor y lagrimas le costó a Abrams y a los guionistas convencer para retomarlo. Aunque su aparición apenas supera el mero cameo, la escena final que comparten Zackary Quinto y Nimoy es un maravilloso homenaje a la serie original.

Más es mejor

Como fiel consumidor de cine palomitero, J.J. Abrams conoce las claves del éxito cinematográfico. Aplicándolos a “Star trek”, rescatar los personajes originales era un acierto pero todavía le quedaba un as en la manga. Abrams era consciente que la acción y la estética en la franquicia se había quedado obsoleta a pesar de los múltiples cambios que había sufrido en los últimos años. El director hace un lavado de la franquicia exprimiendo hasta el último céntimo del presupuesto para hacer la acción lo más trepidante posible y así atraer a las masas. Tanto, que técnicamente sobrepasa la delgada línea entre la armonía y el exceso. Si bien la cámara parece flotar por la nave como la propia Enterprise por el universo, los bailes de steadicam, el abuso del plano holandés y los destellitos de luz tan famosos del director llegan a saturar al ojo entrenado aunque sin dejar de ser tremendamente efectivo. Si bien Abrams pulirá su arte en la planificación de las escenas de acción en “Star Trek: En la oscuridad” (2013) y “Star Wars: El despertar de la fuerza” (2015), aquí ya apuntaba maneras.

Estéticamente, los avances en CGI y la delicada atención del realizador al buscar el equilibrio perfecto entre mantener el estilo original de la franquicia sin que quede desfasado, hace que la Enterprise luzca más real, cool y modernizada sin perder sus raíces. Y es que Abrams demuestra ser meticuloso sin dejar ningún aspecto de la película descuidada, ni tan siquiera el guion. Narrativamente muy ligera y orgánica, Orci y Kurtzman construyen un rico argumento en torno a una clásica historia de venganza atreviéndose a borrar del mapa un planeta tan importante como Vulcano o rompiendo el maniqueísmo habitual de la saga alimentando la sed de venganza del villano romulano Nero a partir de un error que vulcanianos y humanos cometieron contra su especie. La maldad como resultado de la negligencia de los buenos, un recurso que volverán a repetir y que funciona.

Con “Star Trek”, Abrams no solo logra romper la maldición que dice que las películas impares de la saga son peores que las pares (es la número 11), sino que resucita una franquicia prácticamente muerta para otorgarle larga vida y prosperidad.

Star Trek: En la oscuridad

Tras el éxito de crítica y taquilla que cosechó el regreso de “Star Trek” a la gran pantalla con el lavado de cara y la vuelta de la tripulación original, era cuestión de tiempo que la secuela llegase y, a ser posible, con la misma plantilla que había obrado el milagro. Cuando una compañía hace su agosto con una película, la inquietud y las prisas se apoderan de los productores que quieren sacar hasta el último dólar a la gallina de los huevos de oro sacando todas las secuelas posibles mientras la emoción y las expectativas del espectador sigan a tope. Sin embargo, las buenas cintas se cocinan a fuego lento y la prisa no es buena consejera, de ahí que, generalmente, la calidad de las secuelas llegue a ser muy inferior a su antecesora. El caso actual más flagrante sería el destrozo que están haciendo con el universo cinematográfico de DC. Pero si bien parece que Ben Affleck no ha podido con la presión ni con los peces gordos de la Warner Bros. y no ha tenido más remedio que renunciar a la dirección de “The Batman”, a J.J. Abrams parece no temblarle el pulso al pararle los pies a la Paramount Pictures. Fechado su estreno para el 29 de junio de 2012, Abrams declaró un año antes que “me importa más que sea buena que esté lista. Obviamente, estoy haciendo todo lo que puedo para que el calendario no se fastidie. Pero no pienso que nadie quiera ver la película a tiempo y que no valga la pena. Queremos estar seguros de que está bien hecha.” Finalmente, la secuela de “Star Trek” (2009) se estrenó en Estados Unidos el 16 de mayo de 2013 con el título “Star Trek: En la oscuridad”. Para esta nueva era en el universo trekkie, Abrams decidió modernizar el formato de los títulos eliminando tanto los números romanos de las secuelas como los 2 puntos (Star Trek into darkness) aunque aquí en España los cambios han sido a medias.

John Harrison, también conocido como Kahn (Benedict Cumberbatch), es un superhumano exagente de la Flota Estelar que se ha escapado de uno de los 73 criotubos que contienen encerrados otros tantos superhumanos contra su voluntad. Con el fin de recuperar a sus compañeros, Harrison urde un intrincado plan perseguido oficialmente por el capitán Kirk y su tripulación a bordo de la USS Enterprise y extra oficialmente por el almirante Marcus (Peter Weller) en su nave de guerra USS Vengeance.

El resultado, una película mucho más madura y calmada pero sin que la acción y el entretenimiento decaiga. Su éxito le ha llevado a ser la cinta de la franquicia más taquillera hasta la fecha, pero también una de las más controvertida que ha dividido el fandom entre los que la consideran mejor que la primera y los que ven en ella un fracaso del director neoyorquino.

La madurez de J.J. Abrams

En los 4 años que separan ambas cintas, a Abrams le dio tiempo a rodar una película más personal mientras pulía la preproducción de la secuela trekkie: Super 8 (2011), una obra de ciencia ficción homenaje de los 80 que le sirvió para refinar sus dotes de director. Gracias a este entrenamiento, Abrams aprende a reducir los trucos baratos de plano holandés, movimientos extenuantes de cámara y sus famosos destellos para rodar una acción de manera más sosegada, planificada y efectiva, dando más fuerza al montaje, al guion y a los personajes y con una música de Michael Giacchino todavía más potente de la que hizo para la predecesora.

A pesar del claro cambio estilístico por parte del director al afrontar el desarrollo de las escenas, la evolución de “Star Trek” a “Star Trek: En la oscuridad” es muy orgánica y consigue dar tridimensionalidad y enriquecer la regenerada franquicia. Tras una primera cinta plana y sencilla al servicio de la acción y la pirotecnia visual, Orci, Kurtzman, Damon Lindelof (nueva incorporación) y Abrams deciden llevar la secuela por otros derroteros. Al optar por un villano más complejo como el ya entonces mítico Kahn, les permite entrar en un plano más intimista y pausado donde enfatizar el suspense alrededor de las artimañas que ingenia Kahn y como la tripulación de la Enterprise se las apaña para vencerle. Sin renunciar a la espectacularidad visual que el universo ofrece, Abrams realiza así una película más pequeña (dentro de lo que un Blockbuster permite) donde el lucimiento del guion y las actuaciones se intensifica. Sin embargo, no llega a ser redondo. Aunque la guerra estratégica entre Kirk y Kahn es lo más disfrutable del filme, Abrams no le saca todo el jugo posible (porque no quiere o porque la distribuidora, ávida de acción fastuosa, no le deja). Durante el visionado de la película, a pesar de que el tira y afloja entre ambos antagonistas se hace corto, que acabe con la majestuosa desolación de San Francisco por el aterrizaje forzoso de la USS Vengeance lo mejora. Sin embargo, todavía queda casi media hora de pelea aburrida e innecesaria tras semejante clímax. Si todo este metraje se hubiese empleado más todavía en el desarrollo del tramo en el que Kahn se encuentra recluido en la Enterprise, “Star Trek: En la oscuridad” hubiese sido mucho mejor.

Benedict Cumberbatch es Khan

Un villano a la altura

Con el vasto universo que Roddenberry ha creado, la elección de un villano no debe ser tarea fácil. Una vez más, la elección obvia de los Klingons fue desechada a pesar de que tienen un cameo en una toma rodada por el director invitado Edgar Wright (“Zombies Party” (2004), “Arma fatal” (2007)). Finalmente, la opción más lógica era Kahn, no solo por la dimensión más profunda y compleja que ofrece el personaje, sino también por el paralelismo entre esta y la segunda cinta de la saga: Star Trek II: La ira de Kahn (Nicholas Meyer, 1982). Curiosamente, estas dos películas no solo comparten el villano. En el filme de 1982 Spock quedaba expuesto a la radiación mientras Kirk lo observaba con desesperación desde el otro lado de una puerta de cristal, escena que se homenajea en esta nueva entrega con los papeles invertidos.

Muchos fueron los nombres que sonaron para interpretar al icónico personaje. De todos ellos Benicio del Toro fue el que más posibilidades tenía, pero otros hispanos como Demián Bichir, Edgar Ramirez o Jordi Mollá o incluso el mismísimo Mickey Rourke también fueron barajados como posibles candidatos. Sin embargo, ninguno de ellos tiene la sobriedad, la elegancia y la maldad que aporta Benedict Cumberbatch (a sugerencia de Steven Spielberg) de tal modo que, tras ver su impecable interpretación, parece inimaginable que se llegaran a plantear otros actores. Desde que se diese a conocer internacionalmente con su aclamado papel de Sherlock en la serie homónima de la BBC en el 2010, Cumberbatch se ha convertido en uno de los actores más codiciados y ninguna de sus interpretaciones hasta la fecha queda por debajo de excelente, lo que ya le ha merecido su primera nominación al Oscar por Descifrando el Enigma (Morten Tyldum, 2015). El actor británico interpreta en este filme el Kahn más oscuro y despiadado hasta la fecha. Una mezcla de el Joker, Hannibal y Jack Torrance hace del superhumano un villano turbio y planificador que causa verdadero terror solo con su mirada imponente.

Es una pena que tanto portento quede menguado al intentar cerrar la trama demasiado pronto. Mediante un timo descaradamente previsible y que no se explica como alguien de la inteligencia de Kahn pueda caer en él, la mitología creada por los conocimientos previos de la saga, la perfecta construcción del personaje en la película y por la maravillosa interpretación de Cumberbatch se destruye repentinamente. Todo un insulto al personaje, al actor y al espectador.

A pesar de semejante agujero de guion y del final anticlimático, “Star Trek: En la oscuridad” se postula como una de las mejores películas de la saga y es holgadamente mejor que “Star Trek” manteniendo la regla que dice que las películas pares son mejor que las impares.

Star Trek: Más Allá

El éxito de las dos primeras entregas de esta era le supuso un gran reconocimiento a J.J. Abrams y fue un movimiento certero para poder lograr su sueño: rodar una película de “Star Wars”. El tiempo que requiere el desarrollo de una cinta de la competencia es mucho mayor al que supuso “Super 8”, por eso Paramount Pictures no se podía permitir esperar a que el nuevo rey Midas del cine estuviese libre para encargarse de la tercera entrega y cedió la dirección a Justin Lin (quien le quitó la batuta a otros directores de renombre como Edgar Wright, Rupert Wyatt, Morten Tyldum, Daniel Espinosa o Duncan Jones) aunque Abrams se mantendría en la producción con su productora Bad Robot. Al igual que Abrams, Lin es otro rehabilitizador de franquicias. Tras una desastrosa “A todo gas 2” (John Singleton, 2003), el realizador taiwanés rescató la saga automovilística con “A todo gas: Tokio race” (2006) y ha dirigido todas las entregas hasta la sexta. Por todo ello, Lin parecía un buen sustituto. Tampoco repiten Orci y Kurtzman en el guion. En esta ocasión, el actor que interpreta a Scotty, Simon Pegg, reconocido trekkie y co-guionista de las cintas que protagonizó para Edgar Wright y la gamberra Paul (Greg Mottola, 2011) y el novato en la saga Doug Jung, guionista de la infravalorada “Confidence” (James Foley, 2003), se encargaron del libreto.

Lista para celebrar el 50 aniversario de la franquicia, el pasado 22 de julio de 2016 se estrenaba (tan solo tres años después de la anterior) “Star Trek: Más Allá”. Estreno empañado por la triste noticia de la muerte del joven Anton Yelchin (Pavel Chekov) por un extraño accidente de coche un mes antes. La película comienza con la llegada de la Enterprise a la base estelar Yorktown (en homenaje al que podría haber sido el nombre de la Enterprise según un primer borrador de la serie original de Roddenberry) tras una misión diplomática fallida donde obtiene una reliquia llamada Abronath. Sin mucho tiempo para descansar, la tripulación vuelve al trabajo en una misión de rescate de una cápsula de salvamento varada en el planeta Altamid. Sin embargo, era solo un cebo para caer en una emboscada donde multitud de naves pequeñas lideradas por Krall agujerean el casco de la nave que queda inutilizada y cae al planeta. Muchos mueren, algunos son secuestrados (entre ellos Sulu y Uhura), otros logran escapar y unos pocos caen al planeta con la nave. Kirk, Spock, McCoy, Scotty y Chekov entre ellos. El objetivo del ataque: hacerse con la reliquia, que es en realidad una pieza de un arma biológica con el que acabar con cualquier humanoide y que Krall planea utilizar en Yorktown. Scotty es salvado por Jaylah, una chatarrera cuyo escondrijo resulta ser la USS Franklin, una nave de la flota estelar desaparecida hace más de un siglo (y muy similar a la primera Enterprise de “Star Trek: Enterprise” (2001-2005)). Una vez reunidos los miembros de la tripulación, lograrán reparar la nave y rescatar al resto del equipo que está secuestrado para perseguir a Krall e impedir que destruya Yorktown. Finalmente, resulta que Krall es en realidad un humano, Balthazar Edison, el capitán de la Franklyn que pensó que la Federación le había abandonado deliberadamente cuando su nave se estrelló contra el Altamid.

La sinopsis recuerda mucho a la primera “Star Trek” de J.J. Abrams. Las alarmas de escasez de ideas suenan demasiado pronto para una franquicia que había resurgido de sus cenizas 7 años atrás. Que las intenciones del villano sean siempre promovidas por malentendidos o malas actuaciones de la Federación empieza a ser muy repetitivo. Si bien es cierto que en pleno siglo XXI el espectador medio prefiere un antagonista más complejo y humano, los villanos malvados que simple y llanamente quieren gobernar el mundo (o el universo en este caso) se echan de menos. De todos modos, “Star Trek: Más Allá” es un producto de acción muy entretenido y muy bien dirigido donde Lin demuestra sus dotes en el Blockbuster.

Más cerca del original

A pesar de que el presupuesto para esta tercera entrega era prácticamente idéntico al de su antecesora ($185 con respecto a $190 millones), “Star Trek: En la oscuridad” es mucho más espectacular que esta, lo que demuestra que Abrams sabe exprimir cada céntimo de presupuesto que tiene adjudicado. Eso no significa que Justin Lin sea un derrochador como Baz Luhrmann. Lin ha apostado por dedicar ese dinero a maquillaje para crear las diversas especies que pueblan el espacio trekkie y para los grandes decorados de cartón piedra que podemos disfrutar en la cinta. Este viraje en la estética hacia lo más canónico en la franquicia junto a un guion escrito por alguien tan purista de este universo como Simon Pegg, acerca “Star Trek: Más Allá” al “Star Trek” clásico, el de siempre, para lo bueno y para lo malo. Ya comentábamos que esta tercera parte pierde en majestuosidad por estos motivos, pero también Lin sacrifica un tono más autoral del que no se abstuvo Abrams y, sin desmerecer su fantástico trabajo, el taiwanés se limita a calcar lo que ya habíamos visto en las películas originales mediante las técnicas más modernas como ya hizo para “A todo gas”. Otro hándicap de esta arriesgada decisión es que puede repeler al espectador menos fanático. A pesar del éxito de las antecesoras, no creo que 2 filmes hayan sido suficiente como para dejar todavía el tono comercial estratégico que fructuosamente seguían para llegar a un mayor público. Como resultado, “Star Trek: Más Allá” ha recaudado $120 millones menos que “Star Trek: En la oscuridad” en la taquilla mundial.

Pero si somos menos analíticos y más viscerales, para aquellos que amamos “Star Trek” por lo que es y no por lo que podría ser y que no vemos con buenos ojos que las ansias de recaudación mancillen la esencia de este universo, este filme es una luz de esperanza donde no todo se ha perdido. A diferencia de Abrams, Lin ha sabido traer los avances técnicos de los últimos años a la franquicia y a saber manejar el tempo dándole un poco del dinamismo del que tenían los últimos productos de “Star Trek” pre-era Abrams.

Más lejos del reconocimiento

A pesar de ser enormemente entretenida, el guión de “Star Trek: Más Allá” hace aguas. No solo la falta de originalidad, que ya hemos comentado, es su mayor problema. También lo es la cohesión del texto y las sub-tramas que se abren y que, en lugar de enriquecer la cinta, entorpecen su progreso sin aportar nada nuevo ni interesante. Unas sub-tramas que no se desarrollan, con una introducción y desenlace que no interesan lo más mínimo y que quedan como un pegote. Las aspiraciones a almirante de Kirk, la tendencia homosexual de Sulu o los problemas sentimentales entre Uhula y Spock son claros ejemplos. Quizá el culpable del desastre sea el guionista Simon Pegg. Acostumbrado a escribir comedias basadas en los gags (muy buenos por otro lado), en ninguna de sus obras demuestra interés por contar una historia sólida y lineal, con personajes lo más mínimamente profundos o con sentido global. Si bien este estilo era perfecto para sus trabajos anteriores, es completamente incompatible con una cinta de acción como esta.

Por desgracia, el momento hype que Abrams generó está llegando a su fin. Esto no significa que la historia de “Star Trek” se acabe, ni mucho menos. Ya está una cuarta entrega en marcha y Netflix ya ha estrenado los primeros episodios la nueva serie de la saga: “Star Trek Discovery”. Tampoco la cinta de Lin supone una caída considerable. Sigue siendo mucho mejor que lo visto en los últimos 20 años de la franquicia antes de su renovación. Más bien es un cambio de rumbo, un guiño a todos los fans que siempre han estado ahí y a los que les deseo larga vida y prosperidad.

Por Pablo Lujan

Doctor en Biología Celular por la Universidad de Heidelberg. Compagino la ciencia con mi otra gran pasión: el Cine.

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