Analizamos las 4 películas que protagnizó el reparto de Star Tek La nueva generaciónLeer crítica de la serie «Star Trek: La nueva generación» (1987-1994)
Star Trek La próxima generación
Seis eran ya las películas que el reparto original protagonizó y poco entusiasta la respuesta del público a su última entregas. Eso unido al éxito del show televisivo que supuso “Star Trek La nueva generación” condujo a que el legado cinematográfico de franquicia renovara su tripulación. Y ese es el objetivo de esta séptima entrega de la saga. Un filme mediador entre dos generaciones que sirve para despedirse de los carismáticos personajes que protagonizaron la serie original y sus películas y a su vez resucitar a una tripulación cuya serie finalizó el mismo año en el que se estrenó su continuación cinematográfica. Una cinta dirigida por David Carson y que desde sus inicios hizo gala de unos efectos especiales para nada desdeñables. Y es que nunca se había tenido la oportunidad de abarcar las maravillas siderales que se vislumbran desde el Enterprise con la imaginería visual que se merecían. No obstante, este lucimiento técnico no acaba de justificar el vacío y la torpeza fílmica de la que hace gala una de las peores películas de Star Trek. Una simpleza que se respira desde sus inicios, tanto en su guion como en su dirección. Pues no puede resultar más absurdo y rancio el trato ridículo que se hace del capitán que debe realizar una nueva andadura con la Enterprise y el heroísmo subrayado y remarcado del Capitán Kirk. Todo un prólogo que gira entorno a evidenciar la valía del héroe señalando la inutilidad de los demás. Algo del todo innecesario para quien ya conoce el carácter del personaje.
Tras su elipsis de 78 años en el tiempo, tampoco parece acertada la manera de reflejar a los personajes que protagonizaron durante 178 episodios las aventuras de La nueva generación. Se prioriza el enfoque en personajes como Picard o Data, dejando de lado a protagonistas con importantes valores y que enriquecerían la trama del mismo modo que se percibe en la serie. Cabe destacar la interesante evolución del androide en su búsqueda de la humanidad con el chip emocional, un recurso bien utilizado en ciertas escenas dramáticas, aunque reiterativo en las cómicas, y que además se seguirá explorando con filmes posteriores. No obstante, la irrupción de Malcolm McDowell acaba por dotar de protagonismo a la mera trama, lejos de la reflexión y la filosofía que caracteriza al show televisivo. El complot con una nave klingon, se antoja tan solo como un mecanismo funcional, que intenta alargar el relato. Finalmente, la resolución del peligro, que ahonda en el encuentro entre los capitanes Kirk y Picard, no puede resultar más vacío. Como si una cinta de Abrams se tratase, el conflicto tan solo puede resolverse mediante drásticas escenas de acción, demostrando una vez más que “Star Trek La próxima generación” apuesta más por sus efecto especiales y su entretenimiento vacío que en los valores que proponía Gene Rodenberry. Por suerte, en su siguiente entrega, Jonathan Frakes resolvió la debacle a la que parecía arrojarse la saga en pantalla grande.
Star Trek Primer contacto
Ya había apuntado maneras al cargo de algunos capítulos de la serie pero el salto a la dirección de un largometraje de la saga no pudo sentarle mejor a Johathan Frakes, quien nos regala la que es sin duda una de las mejores películas de toda la franquicia. “Star Trek Primer contacto” hace gala de los buenos efectos especiales que ya se mostraron en su precuela sin embargo, esta entrega, lejos de perderse en la demostración de fuerza más vacía y tediosa no olvida ni por un momento la esencia de la que surge la historia. Y aunque su premisa quizás se antoje algo precipitada y directa, es cierto que el guion de la cinta permite elaborar un relato que no pierde la frescura de aquellos episodios que nos encandilaron en la pequeña pantalla. Y es que el filme apuesta muy fuerte, ya que su misma esencia no puede ser más ambiciosa al recurrir a los elementos más significativos mostrados en la serie. Los tripulantes del Enterprise deberán enfrentarse a los Borg, la especie más compleja y temible con la que se han encontrado. No tan poderosa como los Q, pero sí mucho más amenazante por su carácter asimilativo. Y es que ya demostraron su potencial en el cierre de la tercera temporada siguiendo la apertura de la cuarta cuando raptaron al mismísimo Jean-Luc Picard. Dos episodios de lo más memorables ya que supusieron un grave trauma psicológico para el capitán, un hombre recto de principios casi inamovibles que se vio sorprendido por el miedo y la desesperación. Algo que tuvo que arrastrar a lo largo de su carrera, ganándose en su momento la enemistad del capitán Sisko de “Star Trek: Espacio profundo nueve” por los actos que realizó involuntariamente bajo control alienígena.
Y es que los Borg no son para menos, pues marcan un punto de inflexión ya no solo en el desarrollo psicológico de Picard, sino en la manera de entender esta amenaza por parte de la Federación. Un problema filosófico que nos invita a pensar en el poder de la individualidad frente a la presión de la hegemonía expansionista que busca la evolución colectiva. Una individualidad que nos regaló episodios tan memorables como el rapto de un Borg, la estrategia para infectar al grupo y el despertar de la consciencia individual ante la estimulación de Laforge. Un capítulo que además nos dejó entrever las sombras de la venganza y el odio en Guinan y en Picard.
Y es sobre este punto sobre el que gira esta nueva incursión al Universo trekkie en forma de largometraje. Porque bien es cierto que durante sus primeros compases, nos cuesta comprender ciertas actitudes del Capitán. Observamos en él un comportamiento harto violento, poco reflexivo y preso de sus emociones más primarias. Algo que se resuelve con la inteligente irrupción de un personaje foráneo cargado de fuerza que sirve de nexo para unir ambos espacios que aborda la película. Porque de nuevo se vuelve a viajar al pasado, aunque este sea el 2062 y haya acabado una IIIGM. Y encontramos en este acercamiento al despertar de la humanidad los valores que tan integrados están en el siglo XXIV. Se aproximan al momento clave en el que el colaboracionismo interplanetario ayuda a la Tierra a desprenderse de sus males. Una fecha clave que bien vale conservar ante la amenaza de quien pretende substraer y asimilar que aprender y compartir.
Funciona pues bien la cinta al alternar dos espacios, la nave y la Tierra, dos equipos luchando por lo mismo, unos por sobrevivir, otros por lograr el experimento que dará alas a un planeta devastado. Una dualidad que también se palpa a través del personaje de Data, quien sigue evolucionando a medida que avanzan las distintas películas. En esta ocasión siendo tentado por lo humano ofrecido por una forma de vida que alterna lo orgánico con lo sintético. Un juego substancial y filosófico que, al igual que los dilemas morales de Picard o del científico que debe dar el primer gran paso de la exploración espacial, cargan de profundidad una acción bien medida que en ningún momento le gana la partido al peso de un guion cargado de valores profundos. Además, Frakes logra escenas de gran poderío atmosférico como la secuencia en la que Worf y Picard deben salir de la nave y combatir contra sus enemigos a gravedad cero sin dejar de valerse en ningún momento de su inteligencia.
El resultado de todo esto es un filme genial que encarna lo abarcado en la serie, que inspecciona de nuevo a sus personajes enriqueciéndolos en sus matices y que nos desvela el misterio del punto inflexivo del amanecer de la humanidad. Todo ello sin abandonar el humor que caracteriza a la franquicia y que es de lo más palpable en su secuencia final, su guiño a “Scarface” o la aparición del actor Robert Picardo en forma de doctor holográfico en referencia a “Star Trek Voyager”.
Star Trek IX Insurreción
De nuevo bajo la batuta de Jonathan Frakes, nos encontramos con otra estimulante cinta que si bien no llega a igualar a su predecesora, se posiciona como una digna continuación de su legado. Quizás nos hallamos en esta tercera entrega de películas con la que hasta el momento respira un halo más episódico. Se desiste de la ambición de elaborar una historia compleja que abarque distintas dimensiones con tal de redondear una sola trama que acaba por ser perfectamente desarrollada. Y es que el guion no deja de ser el punto fuerte de una cinta que una vez más vuelve a respetar sus orígenes televisivos. Un cuidado que se percibe desde sus inicios, donde se vigila el protocolo y la diplomacia en una introducción donde se deja entrever el día a día de quien establece nuevas relaciones con especies que acaban de alcanzar la velocidad de curvatura. Ese mismo encuentro extraterrestre con el que acababa “Star Trek: Primer contacto”. Es además esta presentación de los oficiales del Enterprise un claro caso que ejemplifica el proceder de la Federación. Pues se descubre a continuación el extraño y desconcertante prólogo protagonizado por el androide Data. Y es que se deja bien claro que la tecnología del camuflaje puede ser usada para espiar razas menos desarrolladas sin causar un impacto en éstas que pueda alterar su normal evolución tecnológica. Un error que se visibiliza al poco de establecer un contacto necesario tras un contratiempo en la misión. Pues se nos presenta una civilización que pese a sus logros científicos ha decidido abandonar su pasado explorador y vivir cómodamente ajenos al mundo exterior.
Una premisa que nos puede rememorar a cualquier capítulo de la serie y cuyo conflicto nace a partir de la irrupción de terceras personas. Es decir, una raza alienígena que posee la tecnología necesaria para arrebatar a estos lugareños su privilegiado planeta y la corrupción de la Federación. Asunto este último liderado por un almirante y cuya actitud acaba por arrastrar al Capitán Picard y a su tripulación hacía la insubordinación dando así nombre al título que nos atañe: Insurrección. De nuevo el debate moral y el seguimiento de la primera directriz nos llevan a un nuevo ensalzamiento de la figura del personaje principal y los valores que encarna. No obstante, la película cuenta con dosis de acción muy por encima de los diplomáticos episodios de la serie. Aun así, Frakes logra integrar la violencia con inteligencia, mostrándola tan solo en aquellas secuencias donde se antoja necesaria. Logra así un equilibrio ofreciendo una cinta de acción presentada desde la coherencia donde tan solo descarrila ligeramente en sus secuencias finales, donde se podría haber omitido algunos minutos de metraje.
Por su lado, si bien resaltábamos el nivel de los efectos especiales vistos hasta ahora, estamos sin duda ante la peor cuidada de las cintas en ese aspecto. Y no por su rechazo a utilizarlas. De hecho, su uso es muy continuado. Sin embargo, le falta fluidez a muchas de sus escenas, sobre todo aquellas en las que las naves entran en batalla. Aun así, sí es justo alabar el poder poético que adquiere en ciertas escenas donde la naturaleza se paraliza. Algo que embellece las imágenes de la que es sin duda la más romántica de las películas de Star Trek hasta la fecha. Un amor que no entorpece para nada la resolución de la trama y que dota de ese calor y humanidad del que hacen gala los personajes durante las siete temporadas del show televisivo. También ayuda a esto último el característico humor del que hacen gala de los personajes y la entereza en la que se posicionan a la hora de luchar por sus valores morales.
Star Trek Némesis
La última entrega de las películas de Star Trek protagonizadas por el reparto de la serie de 1987 se estrenó quince años después de su inicio televisivo. En esta ocasión, la dirección ya no es llevada a cabo por Jonathan Frakes, quien firma las dos mejores cintas de este compendio de cuatro películas y pasa a manos del director Stuart Baird. Un filme final que parece ser muy autoconsciente en su epílogo de su carácter conclusivo. No obstante, cabe destacar que los motivos más notables a la hora de frenar la oportunidad de nuevas cintas se vio debido a su baja recaudación. Con un presupuesto de 60 millones de dólares, logró recaudar 67, dejando claro que el público ya no respondió con el mismo entusiasmo a las aventuras cinematográficas de la tripulación del Capitán Picard.
“Star Trek Némesis” se abre de manera muy sugerente. En una aproximación que bebe claramente de los espacios urbanitas futuristas de “Star Wars La amenaza fantasma” (1999), se nos muestra el interior del senado romulano (clara referencia a la antigua Roma), dejando claro que el conflicto que abordará la película se sitúa fuera de las fronteras de la Federación. No tan temibles como los Borg, los romulanos han constituido durante toda la serie una amenaza, desprendiendo siempre un halo de desconfianza y jugando a una especie de guerra fría constante donde algunas confrontaciones no siempre han podido ser resueltas desde la mera diplomacia. Observamos además como se gestan y manifiestan los indicios de una traición, un complot que de bien seguro tendrá repercusiones interplanetarias. Seguidamente, encontramos a la tripulación del Enterprise en una secuencia que nace de los hechos acontecidos en su precuela. El amor gestado durante más de quince años y magnificado en “Insurección”, nos conduce por fin al irremediable lazo matrimonial celebrado por la consejera medio betazoide Deanna Troi y el segundo oficial al mando William Riker. Un motivo de alegría pero que esconde cierta tristeza, al abandonar éstos el Enterprise en breves para iniciar una nueva aventura espacial en otra nave.
Una vez abiertas las presentaciones, la trama se decanta por establecerse lejos de Rómulo tras la irrupción de una señal de vida de un androide en un planeta. Momento en el que Picard, quien hace gala de un buen humor algo poco habitual pero comprensible por su felicidad respecto a la boda de sus oficiales y amigos, junto con Data y Worf, se dirigen a este lugar en busca de esta inteligencia artificial. El resultado es el descubrimiento de un ser de igual apariencia a Data aunque tan solo goza de una cabeza y un brazo. Situación que será interrumpida por un ataque autóctono y dinamizada por parte del director con una persecución desértica con una fotografía saturada que busca impartir acción al relato y que se respira un tanto inconexa con la naturaleza de la saga.
Una vez saldada con éxito esta primera misión, encontramos el interesante “cameo” de Kate Mulgrew, quien da vida al almirante Janeway, quien pudimos ver capitanear con gran carisma en la serie “Star Trek Voyager” (1995-2001). Será la encargada de indicarle a Picard la nueva misión, acercarse a la zona romulana con tal de iniciar unas pesquisas sobre el entramado golpista que allí está ocurriendo. Momento en el cual la cinta se sumerge de lleno en el arco argumental que trata de abordar el guion de John Logan y que da título al nombre del filme. Un jovencísimo Tom Hardy da vida a Shinzon, un ser que comparte el mismo ADN que Jean-Luc Picard. Se trata de un híbrido creado por la policía secreta romulana con la idea de introducirlo como espía en la Federación. Un plan fallido que acaba condenando a su creación a la minas de dilitio de Remo, planeta hermano de Rómulo. Una tortura que muestra el racismo imperante en la sociedad romulana hacia los que consideran una casta esclava inferior y que nutre el odio hacia esta raza por parte de Shinzon y que provoca el golpe de Estado anteriormente mentado. Los remanos, a su vez, destacan por sus dotes guerreras, lo cual unido a la creación de una nave de combate extremadamente poderosa, logra estabilizar al rebelde esclavo al poder del Imperio. Con la excusa de un acercamiento diplomático con la Federación, se las verá con el hombre al que corresponde su ADN. Se inicia así una interesante comparación entre ambos, seres genéticamente idénticos pero con propósitos muy dispares. Se apela entonces al “yo soy yo y mi circunstancia” de Ortega y Gasset. Ambos explican sus motivaciones fruto de la vida que acarrean a sus espaldas. El deber y la serenidad de la carrera de un oficial y la sed de venganza y los aires de grandeza a la hora de querer superar al original de la copia. Algo que además se refuerza a nivel artificial al comparar a Data con B4, el androide hallado y que comparte la estructura del comandante del Enterprise. No obstante, también se resaltan las diferencias reconocibles entre ambos.
Se trata de un entramado filosófico elaborado que sin embargo, se ve adolecido de unas dosis de acciones demasiado excesivas. La cinta hace gala de unos efectos especiales muy superiores a su antecesora, no obstante, la resolución violenta final se antoja recargada, excesiva, fatigando y dejando de lado los conflictos interiores anteriormente desarrollados. De hecho, su continuo desfile de apariciones y persecuciones en la nave enemiga puede rememorar incluso a las recurrencias episódicas de “Stargate SG1” (1997-2007). Algo que se hunde en el tedio hasta la valiente acción final. Un sacrificio el de Data que dota de coherencia a toda su evolución psicológica a lo largo de 15 años. Un acto de amistad y de amor el que hace por Picard y la tripulación con aromas al Spock de “La ira de Khan” y que deja ese poso amargo y noble que caracteriza mucho de los finales de capítulo del show. Un final no obstante con cierta esperanza y con el recuerdo colectivo del androide que quiso ser humano y murió de la manera más humana posible.
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