Tras el paso por los cines de su última obra “El viento se levanta”, analizamos las claves de este imprescindible cineasta a través de sus películas.
Hayao Miyazaki: «Los adultos no deberían no deberían imponer su visión del mundo en los niños.»
Resulta complicado escribir sobre un genio como Hayao Miyazaki. Por un lado, porque ya se han escrito muchos textos alrededor de su obra, y por otro, porque siempre es difícil analizar de forma objetiva algo que llevo admirando durante tantos años.
Todo comenzó con una retransmisión televisiva de “Mi vecino Totoro” un sábado por la mañana, y desde entonces no me he perdido ninguna de sus películas, fascinada, no solo por la intensa imaginación del cineasta, sino por el modo que tiene de plasmar en vibrantes imágenes animadas temas y mensajes que nunca antes habían cobrado tanta fuerza.
Hayao Miyazaki nació en Tokio en 1941 y tuvo una infancia fuertemente marcada por la posguerra, lo que ayudó a forjar su carácter antibelicista, algo que lo llevó incluso a rechazar la invitación a la ceremonia de los Oscar debido a la guerra de Irak. Aunque en un principio pensó en seguir los pasos de su padre y convertirse en economista, pronto descubrió la pasión por el mundo del anime y la oportunidad que este medio le daba para hacer llegar sus ideas y compartir su extenso mundo propio con todo aquel que quisiera acercarse hasta él.
Akira Kurosawa: «Siempre estoy entre risas y lágrimas ante el magnífico espectáculo de sus películas animadas. La belleza de las imágenes, su sentido de lo natural, su simplicidad no dejan de conmoverme.»
La oscuridad que llega acompañando a la guerra
Porco, “Porco Rosso”: “En la guerra siempre mueren los buenos. Por la amistad.”
El universo Miyazaki es un eterno paisaje bucólico, bosques y ciudades que parecen descansar en una envidiable armonía. Existe una extraña tranquilidad en las imágenes que sirven para presentar los distintos escenarios en los que después ocurrirá la historia. Sin embargo, queda claro desde el principio que esta supuesta armonía no es más que una fachada artificial. La guerra es una idea casi abstracta que se percibe a lo lejos, en un segundo plano, y que va creciendo paulatinamente hasta explotar. Puede no ser el conflicto inicial de la historia, pero siempre acaba convirtiéndose en el conflicto principal.
Tomemos como ejemplo “El castillo ambulante”: la presencia de los soldados se percibe desde el primer minuto, pero la cámara se centra en la vida de Sophie, en su viaje y evolución. La próxima vez que se nos recuerda la existencia de esta guerra es cuando unos barcos en llamas se acercan a la costa. No hay explicaciones respecto a quien es el adversario o cuáles son las razones que han llevado a este conflicto. A Miyazaki no le interesa mostrar a un enemigo concreto, sino explicar que la guerra en sí misma es el enemigo a derrotar. Y ni siquiera es necesario que esta guerra sea contra otra ciudad o nación: se le da la misma importancia a la guerra de “Porco Rosso” que a la que enfrenta a los humanos y el bosque tanto en “Nausicaä del valle del viento” como en “La princesa Mononoke”. No son guerras de las que vayan a surgir vencedores o de la que vaya a lograrse un mejor futuro, sino batallas que durarán demasiado y que darán como resultado ciudades en ruinas y refugiados; Todos a los que atrape en el medio o que tengán algún contacto con ella sobrevivirán habiendo perdido algo. Los daños serán irreparables, como una enfermedad para la que no se ha encontrado ningún tipo de cura y que continúa reproduciéndose una y otra vez.
Howl, “El castillo ambulante”: “Esta guerra es terrible. Han bombardeado toda la costa. Algunos hechiceros se han transformado en monstruos para ayudar al rey. Después de la guerra ya no recordarán que antes fueron humanos.”
La fuerza y el coraje de los personajes femeninos
Dola, “El castillo en el cielo”: «Esta niña endureció su corazón para salvar a su hombre. Qué conmovedor, me recuerda a mi juventud. Ser fuerte es trabajo de las mujeres.”
De esta oscuridad, sin embargo, nacerá el eje de todas las historias de Miyazaki: los personajes femeninos. Estas mujeres y niñas aparecen dibujadas, no como damiselas en apuros, sino fuertes, auténticas heroínas que no dudan en arriesgarlo todo cuando el mundo a su alrededor amenaza con desmoronarse. El propio Miyazaki dice: «Cualquier mujer es capaz de ser una heroína tanto como un hombre. Necesitarán un amigo, o un aliado, pero nunca un salvador.»
Personajes como Shita, San o Chihiro no dudan en adentrarse por peligrosos senderos si así pueden ayudar a aquellos que aman, ya sean gente que conocen de toda la vida o alguien con quien acaban de encontrarse por primera vez. Son capaces de ver el buen corazón de la gente y no dudan en poner sus vidas en peligro por aquello en lo que creen, como San cuando ve que el bosque puede morir si alguien no hace nada por ayudarlo. O Nausicaä, quien muestra la fuerza suficiente como para enfrentarse a toda su aldea, a sus propias creencias, cuando se da cuenta de que han estado equivocados respecto a la naturaleza de los Ohms.
Estas mujeres saben que la belleza no lo es todo, y aunque Sophie pueda esconder su rostro con un sombrero por vergüenza, no duda en viajar a través de la montaña cuando un hechizo de la Bruja del Páramo la transforma en una anciana. De hecho, es a partir de este momento cuando descubre un coraje que se escondía en lo más hondo de su ser, haciéndose cargo del castillo ambulante que da nombre a la película y tomando parte en una fuera de la que había huido y renegado hasta el momento.
Y es que esta fuerza interior es otra de las características que todas las féminas del universo Miyazaki comparten, y que aparece cuando éstas son muy jóvenes aún. Ponyo pasa de ser una pececita a una niña porque tiene la suficiente fuerza interior como para desearlo, algo así como un Pinocho al que no le hace falta más hada madrina que su propio corazón.
Lin, “El viaje de Chihiro”: «Ese tren solo hace el camino de ida hasta la casa de Zeniba, ¿Y todavía quieres ir? Eres más valiente de lo que pensaba, Sen.»
La inocencia y la bondad son las armas más poderosas
Satsuki Kusakabe, “Mi vecino Totoro”: “Querida mamá, hoy ha pasado algo increíble. Mei ha conocido a un gigante, Totoro, y yo también espero conocerlo.”
Al igual que Ponyo, otros personajes demuestran que lo que Miyazaki busca es poner en imágenes algo tan puro y abstracto como la inocencia. Mei se encuentra con una especie de animal que no conoce saliendo de su nueva casa y no duda en seguirlo. De la misma forma, reconoce la ternura y bondad de Totoro en cuanto lo ve, a pesar de su gigantesco tamaño y extraña apariencia.
Chihiro, por su parte, parece ser la única que ve la bondad del Dos Caras que deambula hambriento bajo la noche lluviosa, que descubre que hay más de lo que el ojo ve en el supuesto Dios Pestilente y que sabe que Haku es en verdad una persona de gran corazón obligado por las circunstancias. En general todo su viaje muestra que su inocencia es probablemente lo que mejor la define, lo que le hace ver el mundo con otros ojos y enfrentarse a su situación con un coraje impropio de una niña de su edad.
Pero la inocencia y bondad no son virtudes unidas a la infancia, sino características que todo hombre y mujer adultos mantienen si no son corrompidos por el camino. “La Princesa Mononoke” es la película que mejor plasma esta corrupción, convirtiéndola en una munición capaz de transformar a orgullosos dioses del bosque en figuras demoníacas que lo destrozan todo a su paso.
No obstante, son muchos los personajes adultos que continúan mostrando que tienen el alma pura de un niño, como Ozono, la panadera que acoge a la bruja Kiki (Nicky, en la versión castellana) o Lisa, la madre de Sosuke en “Ponyo en el acantilado”, una mujer capaz de enfrentarse a la mismísima furia del mar por proteger a su hijo.
Miyazaki no trata de explicar qué hace que algunos adultos pierdan esta virtud, sino que se limita a contrastarlos y dejar que el espectador saque sus propias conclusiones. “El viaje de Chihiro” es quien mejor consigue mostrar este contraste con la presentación de las hermanas Yubaba y Zeniba, dos gemelas que bien podrían ser la representación animada del Ying y el Yang. Aun así, no puede decirse que los personajes de Miyazaki sean buenos o malos, sino que son complejos, humanos aunque se muestren bajo todo tipo de máscaras. Y es justamente esta humanidad lo que hace que la inocencia y la bondad sean auténticos regalos, rarezas en un mundo fantástico pero dolorosamente realista.
Sosuke, “Ponyo en el acantilado”: “Siempre querré a Ponyo, ya sea un pez, humana, o ambas cosas.”
El gris frente al bien y el mal
Zeniba, “El viaje de Chihiro”: “Mi hermana y yo somos dos mitades de lo mismo, pero no nos llevamos bien.”
Los bandidos pueden ser amables y ayudarte a avanzar; los bosques tóxicos solo se han vuelto así para defenderse, nunca quisieron atacar; los lobos pueden adoptar a una humana aunque ellos sean los responsables de sus penurias. Y el mago que te ayudó a escapar también puede transformarse en la más grotesca y la peligrosa de las criaturas. Las personas que componen el universo Miyazaki, que son parte de la galería Ghibli, se dibujan en acciones, en grises que bien muestran su lado bueno o malo. Y puede que incluso acciones que creían buenas resultan en el fondo negativas, como la búsqueda de la ciudad flotante de Laputa (Lapundu en castellano) o el deseo infantil de Ponyo de estar con su amigo Sasuke, una travesura que atrae un tsunami que podría arrancar de golpe toda la costa.
La complejidad de estos personajes les lleva a su vez a comprender que pueden cometer errores y que deben aprender de ellos, como es el caso de la banda de Dola en “El castilo en el cielo”, que pasan de tratar de secuestrar a Shita a tratarla a ella y Pazu como si fueran de la familia. O Lady Eboshi, que recapacita y comprende que el bosque nunca ha sido el enemigo, sino algo con lo que deben convivir y al que deben respetar.
Lady Eboshi, “La princesa Mononoke”: “Increible. Los lobos y esa pequeña salvaje nos han salvado a todos. Construiremos de nuevo una ciudad, pero una buena ciudad.”
La naturaleza como hogar
Ashitaka, “La princesa Mononoke”: “¿Por qué no podemos convivir los humanos y el bosque? ¿Por qué no podemos detener la lucha?”
Miyazaki siempre ha decidido tratar a la naturaleza como a un personaje más. Es un ente vivo, y como tal es capaz de sentir todo lo que ocurre a su alrededor. Y, aunque la mayor parte del tiempo parece quedarse quieta soportando los cambios que le sobrevienen, a veces reacciona y se defiende. O ayuda. Los bosques se vuelven tóxicos y albergan extrañas criaturas en su interior, y a la vez una criatura mítica como Totoro puede realizar un ritual que hace crecer las plantas. Al igual que ocurre con los personajes humanos, puede obrar bien (como la recuperación del bosque en “La princesa Mononoke”) o mal (el tsunami de “Ponyo en el acantilado”); tiene a quienes lo protegen, como es el caso de los Kodamas, y llegado el momento también puede defenderse a sí misma. El mensaje es claro: a pesar de ser a veces el simple lienzo sobre el que ocurre la acción, algo así como un fondo que hasta podría pasar desapercibido, es también algo que hay que cuidar por encima de todas las cosas.
“La princesa Mononoke” es sin duda la película que mejor engloba el ecologismo que Miyazaki desea mostrar. En esta historia el joven Ashitaka viaja hasta tierras lejanas para descubrir un bosque antiguo donde los Kodamas vigilan los árboles y el Espíritu del Bosque es un ser tangible capaz de sanar una herida mortal que también puede dar muerte si así lo desea. Al lado de esta criatura, Ashitaka encuentra también a deidades con forma animal, seres cuyo debes es proteger al propio bosque y que deciden enfrentarse a los humanos en una gran batalla al verse incapaces de cumplir con su misión.
Moro, “La princesa Mononoke”: “Los árboles gritan de dolor al morir, pero tú no puedes oírlos.”
La magia que siempre va más allá
Sosuke, “Ponyo en el acantilado”: “Creo que la llamaré Ponyo. Es mágica. Hizo desaparecer mi herida.”
Las deidades, las brujas, los hechiceros, todos comparten el día a día con los humanos, y solo en contadas ocasiones parecen sorprenderse ante lo que parece ser una muestra de magia. De hecho, solo los soldados de “El castilo en el cielo” se sorprenden al ver el robot en funcionamiento, a pesar de que los otros personajes ven normal que una piedra tenga el poder de hacer volar a su portador. En “Nicky, la aprendiz de bruja”, estas son una parte vital de la comunidad y sus gatos hablan como si se tratara de una película Disney. Los animales parlantes aparecen en prácticamente todas las obras de Miyazaki, ya sean dioses (“La Princesa Mononoke” y “El viaje de Chihiro”, o personajes bajo un hechizo que cambian entre los humanos, como ocurre en “Porco Rosso”.
Pero la magia no se reduce a brujas, hechiceros, y animales con el don de la palabra. Los hechizos pueden transformar a jovencitas en ancianas, casi matar a un dragón con un simple sello e incluso separar a un niño de su corazón. Los castillos vuelan, las puertas abren camino a otros mundos, y los espantapájaros atraviesan montes para ayudar a una amiga. Todo es posible en estos mundos y, sin embargo, se presenta con tanta naturalidad que resulta creíble. El espectador entra de inmediato en el juego que se le presenta, y entiende la magia como un elemento más, algo prácticamente indispensable en el universo Miyazaki. Existen ejemplos más o menos claro en toda la obra de este gran cineasta… excepto en una.
Nicky, “Nicky: la aprendiz de bruja”: “Si pierdo mi magia, lo habré perdido absolutamente todo.”
“El viento se levanta”: la última obra de un genio
Caproni, “El viento se levanta”: “La inspiración nos acerca al futuro.”
La película despedida de Hayao Miyazaki, «El viento se levanta», difiere en varios aspectos de sus otros largometrajes. La historia sigue la vida de Jiro Horikoshi desde que es un niño amante de los aviones hasta el momento en el que diseña el avión de combate Zero, uno de los aviones utilizados en el ataque a Pearl Harbor. Resulta curioso que alguien tan sumamente pacifista como Miyazaki decida que una historia así sea su última película antes de retirarse, pero él prefiere pensar en Jiro Horikoshi, no como alguien que creó un avión que fue utilizado en la guerra, sino como un enamorado de la aeronáutica que fue atrapado por la guerra y el militarismo. Una vez más, por tanto, la guerra comienza como un rumor lejano y termina estallando alrededor de las vidas de todos los personajes. No existe un posicionamiento a nivel ideológico, y Miyazaki prefiere centrar la mirada en un tímido beso en lo alto de una montaña, en el rostro de una chica, antes que dar demasiada voz a un mundo sumido en el caos de la Segunda Guerra Mundial. Por ello, las ensoñaciones del protagonista llenan de improviso la pantalla en más de una ocasión y el amor es más grande que todas las cosas, haciendo empequeñecer incluso el ruido de los cañones y las intensas imágenes del terremoto.
Una despedida lejos de sus películas de fantasía, de sus personajes ancianos y misteriosos y de la magia del bosque, pero que no la hace desmerecer si se la compara con sus otras obras. Una despedida por todo lo alto para un cineasta que nunca dejó de soñar y que ahora deja un hueco en la animación japonesa que difícilmente podrá llenarse en un futuro cercano.
Hayao Miyazaki: “Las almas de los niños son los herederos de la memoria histórica de las generaciones anteriores.”
Me pareció muy buena su información. Pero le falto hablar de otras películas como es «La tumba de las luciérnagas» «Susurros del Corazón» «Arrietty», entre otras, Así como en algunos programas de animación Japonesa Como lo son Heidi.
Pero fuera de todo eso, me pareció muy interesante, Mas por los que aun no conocen esta «Magia» de Miyazaki.
Pero las avionetas, aviones etc. Es por su padre, si ponemos atención en casi todas sus películas tiene que haber algo que vuele. En realidad su padre era aviador que participo en lo que es la Segunda Guerra Mundial, es por ello que también podemos encontrar esta característica en sus películas como en: Porco Rosso, La tumba de las Luciérnagas, El viento se levanta Etc*
Sinceramente Gracias…! Por compartir esta información con nosotros 😀
Muy buen aporte Jacqueline, solo quiero recalcar que «La tumba de las luciérnagas» no pertenece a Hayao Miyazaki, sino más bien a Isao Takahata, pero siempre se tienden a mezclar porque ambos fueron fundadores del estudio Ghibli, estudio que albergas sus películas. Saludos 🙂
¡Muchas gracias por el comentario, Jacqueline!
Decidí en su momento escribir solo sobre aquellas películas dirigidas por Miyazaki como una especie de introducción para aquellos que, como tú bien dices, todavía no habían tenido la suerte de conocer la magia de este gran señor.
Ahora, que tiene usted toda la razón al decir que debería haber mencionado esas otras obras maestras en las que el señor Miyazaki participó como guionista o de alguna otra forma. Fallo mío.
Lo de los aviones no lo sabía, me encanta poder seguir aprendiendo cosas nuevas sobre Miyazaki y sus influencias.
Y de nuevo, muchas gracias por el comentario 🙂
Muy buen análisis. Justo ahora estoy escribiendo uno sobre el miso tema en mi blog, y estoy de acuerdo en todo. Buen trabajo 🙂
Qué buen artículo!
Es posible compartir un poco de la bibliografía o cibergrafía que has encontrado? es que al leerlo me genero un deseo enorme de sumergirme por completo en miyazaki, su mente, el como trabaja, etc. Es demasiado inspirador.
Saludos!
¡Buenos días Felipe! Primero muchas gracias por el comentario. Respecto a lo que me preguntas, he oído hablar muy bien del libro «El Mundo Invisible de Hayao Miyazaki», que publicó Dolmen hace un par de años. Si lo que prefieres es leer artículos en la web, el blog de Generación Ghibli debería ser parada obligatoria.
Un saludo!