Netflix acierta dando total libertad a un Charlie Brooker en estado de gracia que nos trae 6 diferentes escenarios donde poner a prueba la condición humana.
En diciembre de 2011, el productor Charlie Brooker dejó perplejo a medio mundo con serie antológica llamada “Black Mirror” donde proponía diferentes distopías no tan lejanas provocadas por un mal uso de la tecnología. Aquellos 3 primeros episodios no solo sirvieron para poder ver una serie magistral desde el punto de vista técnico y narrativo, sino que sirvió de preámbulo para el debate entre familiares y amigos sobre los temas que proponía a la vez que advertía del peligro inherente a la desmesurada y descontrolada evolución de la tecnología. Tras aquella estupenda primera temporada, le siguió una segunda de otros 3 episodios donde la calidad bajó ligeramente pero siempre manteniendo un mínimo de calidad. Como redención de aquel traspiés, Brooker realizó un especial de Navidad al año siguiente tan loco como brillante protagonizado por Jon Hamm. A pesar de la buena acogida, desde entonces nunca más se supo de la serie. Ahora Netflix, la gran salvadora, la ha rescatado firmando para 12 capítulos que al final han dividido en 2 temporadas.
Varios meses después de aquella maravillosa noticia, el pasado 21 de Octubre por fin llego el gran día donde los espectadores más ansiosos y fanáticos pudimos ver nuestro sueño hecho realidad y disfrutar de 6 insólitas historias en 6 nuevos escenarios donde Brooker nos propone diferentes debates morales sin intentar darnos ninguna moralina, simplemente planteando sugerentes situaciones donde, como es habitual en esta serie, la redención de los protagonistas no tiene cabida. Aunque cada capítulo tiene el sello indiscutible de su creador, son tan diferentes entre ellos que no tendría sentido valorarlo como un todo, más allá de la sensación general de que Brooker sigue manteniendo el nivel en lo más alto. Por eso mismo, pasaremos a analizar cada episodio por separado con el mayor cuidado posible para evitar los temidos spoilers:
01. Caída en picado: Aceptación social como necesidad
Aunque sea la tercera temporada de “Black Mirror”, es la primera bajo el sello de Netflix. Por eso, la plataforma estadounidense tira la casa por la ventana poniendo a grandes nombres tanto delante (Bryce Dallas Howard, Alice Eve) como detrás (Joe Wright) de la cámara en un primer capítulo magnífico que muestra claras intenciones de querer ser el mejor de la temporada. Y por poco lo consigue. En “Caída en picado”, Brooker apunta a las redes sociales y como estas sirven de baremo para medir tu estatus social según los amigos, “Me gusta” o followers que tengas y la inherente competición de ver quien tiene una vida más apasionante y feliz dependiendo de las fotos que subas a dichas plataformas. Como es habitual en “Black Mirror”, esta premisa se exacerba en un escenario distópico, pero no tan alejado a la realidad, donde todo el mundo forma parte de una red social donde la gente te puntúa de 1 a 5 estrellas dependiendo de lo simpático que seas. Además, dicha puntuación no solo jerarquiza la sociedad, sino que conlleva otro tipo de beneficios. Frente a este panorama, seguimos a Lacie (Bryce Dallas Howard), una joven que quiere subir su puntuación para poder comprarse un piso.
El director Joe Wright hace un trabajo magistral sobre todo en el apartado visual. Con una paleta de colores sacada de Instagram, el director de “Orgullo y prejuicio” (2005) envuelve este mundo en una atmósfera tan artificial y vacua como sus protagonistas. Además, esta fotografía no se mantiene estática, sino que evoluciona a otros tonos más realistas, oscuros y asfixiantes acompañando a Lacie en su camino hacia la verdad y la desesperación. Dallas Howard hace un papel excepcional interpretando a Lacie, una especie de Annete Benning en “American beauty” (Sam Mendes, 1999) con tecnología de por medio. Un papel difícil que requiere mucha mesura por parte de la actriz, ya que es fácil caer en la exageración y la sobreactuación, pero Dallas Howard se muestra suelta y cómoda al borde de este peligroso precipicio de la interpretación. “Caída en picado” es totalmente predecible de principio a fin, pero tampoco pretende buscar ningún giro sorpresa. Brooker y Wright quieren presentar con total claridad el futuro al que estamos destinados si no ponemos límites a la dependencia que se está generando con las redes sociales, mostrando que este futuro es tan predecible como la historia que cuentan.
02. Playtesting: Realidad no tan virtual
Para su segundo episodio, Brooker cambia por completo de tema, de estética y de género mostrando mucha versatilidad y haciendo hincapié en que la temática de la serie puede desarrollarse desde estilos muy diferentes. En esta ocasión opta por el género de terror centrado en los videojuegos y la incipiente realidad virtual. En el mundo que plantea, la realidad virtual se realiza directamente sobre las neuronas del jugador abriendo el debate de hasta que punto se puede manipular físicamente a un ser humano de forma segura, y sobre todo, si somos capaces de no sobrepasar esa línea. La historia se centra en Cooper (Wyatt Russell), un trotamundos que acepta ser una cobaya humana probando un juego de miedo en realidad virtual.
“Playtesting” es un capítulo menos ambicioso que el primero y se nota en su guión poco trabajado. De lejos, es el episodio con menos discurso de la temporada y quizá de la serie completa. En lugar de presentar una historia al servicio del conflicto que se propone, la premisa sirve exclusivamente para generar la atmósfera de miedo que buscan. Pero por otro lado, si dejamos este detalle a un lado, como ejercicio de cinta de terror, es excepcional. Con una evolución de la segunda parte que recuerda a “Origen” (Christopher Nolan, 2010), la conversión en un filme clásico de casa encantada combinado con la parte tecnológica es toda una delicia. Aprovechan al máximo el escenario, perfecto para los mejores sustos, pero que sabe a poco. Y es que a parte de que el metraje está limitado a poco menos de 1 hora, en lugar de resumir al máximo la introducción de los personajes para ahorrar tiempo como en la mayoría de los episodios, se centra demasiado en describirnos demasiado al personaje principal, a parte de darle una evolución innecesaria. Todo ello dejan escasos 25 minutos para que el capítulo brille en su fuerte.
03. Cállate y baila: El día que todos tapamos la webcam
Una de las características típicas de la serie es que se desarrollan en un futuro, más o menos lejano, pero que no descartaríamos como posible. Solo el piloto (“El himno nacional”) se mantenía en el presente, hasta ahora. Con “Cállate y baila”, Brooker vuelve a meternos el miedo en el cuerpo contándonos una historia que bien podría ocurrirle a cualquiera. El protagonista de este fragmento es Kenny (Alex Lawther), un joven que, como todos los chicos de su edad, se masturba en la intimidad de su cuarto viendo porno en internet. Para su desgracia, alguien ha hackeado la cámara de su ordenador y usarán sus videos onanistas para chantajearle.
Hoy en día, la falta de privacidad debida a la tecnología es un hecho. Tenemos cámaras por todos lados: en el móvil, en el ordenador, en la calle… Y además, todas ellas están conectadas a internet. Por lo que cualquier informático experimentado podría no solo vernos a través de ellas, sino que tiene acceso a nuestras imágenes y documentos privados. No somos conscientes de hasta que punto podrían arruinarnos la vida con esta información personal fácilmente accesible, y Brooker lo sabe. Por eso mismo, el nivel de empatía que sentimos al instante por Kenny y el horror de pensar lo fácil que sería que nos ocurriese, es suficientemente efectivo como para engancharnos desde el primer momento. Sin embargo, le genialidad de este episodio no radica en la fuerza de la premisa, sino en su dirección. James Watkins, director de thrillers como “Eden Lake” (2008) o “La mujer de negro” (2012), demuestra maestría al firmar un thriller perfecto haciendo uso de todas aquellas herramientas hitchckonianas para el desarrollo de una buena cinta de suspense. Pese a que todas estas artimañas quedan muy orgánicas, al episodio se le ven las costuras que Watkins no teme en mostrar para deleite del ojo experimentado que disfruta con el buen hilado del director. En la parte interpretativa, si bien no destaca demasiado, el joven Alex Lawther hace un trabajo muy digno, sobre todo por la dificultad que plantea, aunque en determinados momentos queda ligeramente sobreactuado. Por otro lado, Jerome Flynn, su compañero de reparto, realiza un papel muy correcto.
04. San Junipero: Amor eterno
Para este episodio, Brooker nos tiene preparada una sorpresa en forma de drama romántico entre dos jóvenes mientras disfrutan de lo que parecen unas vacaciones de verano en una población costera. “San Junipero” es, sin lugar a duda, el mejor capítulo de la temporada y, quizás, el de toda la serie. Y si no tenían intención de ver “Black Mirror”, les invitaría al ver al menos este. La antología deja su carácter pesimista, sádico y demoledor a un lado por un momento para disfrutar de una preciosa historia de amor entre dos chicas (Mackenzie Davis y Gugu Mbatha-Raw). Y hasta aquí puedo leer. Intentar explicar algo más de la trama sin spoilers es imposible, ya que la mejor forma de disfrutar el capítulo es desde el total desconocimiento.
Tras el idílico comienzo donde las dos chicas se conocen, vamos descubriendo poco a poco que hay pequeñas cosas que no cuadran. Pero para entonces, la preciosa armonía del episodio nos tiene tan ensimismados que logra llevarnos de la mano a través de la transformación en una historia más propia de la serie dejándonos disfrutar del paseo. Si bien la narrativa es uno de sus puntos fuertes junto a una fotografía y diseño de producción preciosos, “San Junipero” destaca sobre todo por asentar decenas de debates que abre mediante una historia sencilla y maravillosamente contada, pero de manera tan sutil que requiere varios visionados para poder quedarte con todos ellos. Hablar de cada uno daría para un post completo, pero nuevamente, solo mentarlos sería demasiado spoiler. También cabe destacar las interpretaciones de las dos jóvenes actrices (más la de Mbatha-Raw que la de Davis) y como el episodio va desplazando con sutileza el protagonismo de una de ellas al principio, a la otra en el tramo final.
05. La ciencia de matar: Adiós al sentimiento de culpa
Siguiendo la tónica de esta tercera temporada donde cada capítulo está enmarcado en un género cinematográfico diferente, tras el drama romántico tocaba el turno del cine bélico con la evolución de la tecnología militar como telón de fondo. Lo fácil en este caso sería caer en lo visualmente llamativo con armas futuristas del estilo “Starship Troopers” (Paul Verhoever, 1997) y que quede solo en eso. Pero, aunque sí que tenemos ese tipo de tecnología en el episodio, va mucho más allá con una trama que nos habla de temas mucho más profundos y variados como la limpieza genética o el “índice de disparo” (“ratio of fire”), un término militar que ha traído de cabeza a soldados de todo el mundo. Y es que, a pesar de que el título en español del capítulo (“La ciencia de matar”) fue elegido completamente al azar, el original (“Men against fire”) se ha seleccionado muy conscientemente, ya que este controvertido índice fue acuñado en 1947 por S.L.A. Marshall en su libro “Men against fire: The problem of battle command”. En él, Marshall asegura que solo el 15% de los soldados de la 1ª Guerra Mundial abrieron fuego contra el enemigo en combate. Una baja potencia de fuego que achacaba al escaso entrenamiento que recibían los soldados raso.
Mediante una muy buena historia, Brooker no solo ahonda sobre la polémica de este bajo índice de acción militar, sino también en como se puede mejorar, la ética detrás de ello y sus consecuencias. Pero si bien el guión es excelente, la factura técnica se resiente. Realizar buenas escenas de acción bélica requiere del trabajo de un director experimentado y de una gran aportación económica. Por desgracia, en “La ciencia de matar”, la falta de presupuesto es demasiado obvia aunque la dirección sea medianamente decente. Además, apostar por una fotografía como la de “Hijos de los hombres” (Alfonso Cuarón, 2006), hace que sea más evidente las carencias. Sin embargo, las escenas no bélicas son estupendas, destacando el final protagonizado por Malachi Kirby y un excepcional Michael Kelly, una de las mejores secuencias de la serie.
06. Odio nacional: El precio de la fama
Como broche final, Brooker se reserva un thriller policíaco de marcado carácter inglés protagonizado por Kelly Macdonald y muy similar en su temática y narrativa al piloto de la serie, “El himno nacional”. ¿Querrá Brooker así cerrar un ciclo y traernos algo completamente distinto a partir de la cuarta temporada? Mientras esperamos al año que viene para dar respuesta a esta pregunta, nos quedamos con esta trama de asesinatos en un Londres futurista donde la teoría que hipotetiza que la desaparición de las abejas conllevaría al fin del mundo tal y como lo conocemos podría haber llegado, solucionándose reemplazándolas por abejas robóticas. En este entorno, Macdonald interpreta a la detective Karin Parke que investiga la misteriosa muerte de famosos poco queridos por el pueblo.
En este episodio, Brooker quiere mostrarnos los efectos devastadores de los improperios que reciben los famosos en las redes. Porque escribir salvajadas en un lugar tan impersonal como internet sin ver como puede afectar a la persona a la que va dirigido es muy fácil. Por eso, en “Odio nacional” vemos la otra cara, la que nunca vemos, como afecta anímicamente tanto avasallamiento al personaje público con un resultado tan efectivo como los “Mean Tweets” de “Jimmy Kimmel Live!” (Jimmy Kimmel, 2003-presente). Como cabe esperar, Brooker lo lleva un paso más allá añadiendo a la fórmula un asesino en serie que decide actuar frente a tanta charlatanería vacía y se convierte en el verdugo del pueblo acabando con la vida de los famosos elegidos democráticamente. “Odio nacional” es una muy buena historia perfectamente narrada, es original, contiene muchas lecturas, es dinámica y tiene varios giros de guión poco previsibles que te mantienen durante todo el episodio sin pestañear. Sin embargo, narrativa y cinematográficamente no destaca por encima de cualquier capítulo medio de “CSI: Las Vegas” (Anthony E. Zuiker, 2000-2015) o “Mentes criminales” (Jeff Davis, 2005-presente) pasado por el filtro visual de “Sherlock” (Mark Gatiss y Steven Moffat, 2010-presente) restándole bastante vistosidad.
En esta tercera temporada de “Black Mirror” el nivel se mantiene a pesar de contar con el doble de episodios que una temporada normal. Netflix ha sabido invertir en un producto de calidad y acierta al dejar total libertad a su creador para que haga su magia. Y para finalizar, me gustaría proponer un orden diferente de los capítulos a aquellos que no haya visto ninguno de esta temporada todavía ya que, al ser antológica, la estructura que Brooker propone no se atañe a ningún motivo en particular. Al igual que Barney Stinson y sus CD Mix (“Como conocí a vuestra madre” (Carter Bays y Craig Thomas, 2005-2014)), yo soy de la opinión que la lista de reproducción no puede tener altibajos, siempre debe ir hacia arriba. Por eso mismo, bajo este principio la lista quedaría así:
- Playtesting
- Odio nacional
- La ciencia de matar
- Cállate y baila
- Caída en picado
- San Junipero