La segunda temporada de la serie de los hermanos Olivares se supera a sí misma mejorando los planteamientos de su predecesora.
Cuando a principios del año pasado TVE estrenó “El Ministerio del tiempo” lo hizo creando una cierta expectación mezclada con las dudas generadas por plantear un producto distinto, el de mezclar la ciencia ficción con la historia de España. Aunque la audiencia no lo reflejó todo lo bien que se hubiese deseado, creó una legión de seguidores en especial en las redes sociales que deseaban que continuaran las aventuras de este grupo que se ganó el corazón de muchos. Después de este éxito había mucho interés sobre cómo transcurriría la segunda temporada, que es de la que os voy a hablar ahora.
Una marcha paliada con éxito
Antes de comenzar la temporada supimos de la marcha (temporal) de Rodolfo Sancho, lo que nos dejaba por unos capítulos sin el humor de Julián Martínez. Sancho fue reemplazado por Hugo Silva, que tenía la pesada carga de sustituir, aunque fuera temporalmente, a uno de los miembros de la patrulla. Al contrario de lo que se esperaba, Silva consiguió que no echáramos de menos a Julián, sino que construyó su propia identidad al encarnar a Pacino, un policía que llega al Ministerio por accidente de los años 80 mientras perseguía a un criminal. Con ese look de policía chulo y sus patillas, el actor madrileño recordaba y superaba en muchos momentos a su mejor papel hasta la fecha (curiosamente, policía) de “Los hombres de Paco”. Cuando volvió Rodolfo Sancho, Silva salió de escena, aunque dejando una muy grata impresión.
“El Ministerio del tiempo” ha seguido las mismas premisas que en la anterior temporada, es decir, preservar la historia de España de las amenazas enemigas. Este punto principal ha permanecido invariable, todo lo contrario que las historias, que a diferencia de la primera temporada se han elaborado mucho más, siendo mucho más atractivas sin necesidad de recurrir tanto a los chistes de turno en los que homenajeaban películas o ponían de manifiesto la ignorancia de los personajes de épocas pasadas con respecto a los avances tecnológicos.
Este último apartado de la serie lo ha vuelto a representar a la perfección en primer lugar Alonso de Entrerríos (Nacho Fresneda), a quien creo usan para resaltar esto la mayor parte las veces, dejando en segundo plano las excelentes cualidades interpretativas que posee. El segundo personaje trascendente para la historia, aunque fuera de forma puntual, que transmite esto de un modo excelente, es el rey Felipe II (Carlos Hipólito).
Apariciones episódicas brillantes
He mencionado a propósito a Felipe II porque ha sido el máximo exponente de unos cameos de alto nivel, mejorando el nivel respecto a la anterior tanda de episodios. SI el año pasado destacaron Miguel Rellán o Víctor Clavijo (que repiten, por cierto), este año el nivel ha subido con gente como el mencionado Hipólito, Andrés Gertrudix dando vida a Morán, el hombre que perseguía Pacino, Sergio Peris-Mencheta interpretando al falso Cid Campeador, y sorpresas como María Rodríguez interpretando a La Vampira del Raval. Personajes todos ellos que han enriquecido los capítulos y que a veces han ayudado a elevar el nivel, ya alto de por sí, de los personajes principales. Porque el 90% de los episodios está repleto de buenas actuaciones puntuales pero excelentes. Ya sean psicópatas, monjas, jefes de Estado… El tiempo es muy extenso, y hay hueco para todos.
Con todo esto, ¿me puede alguien explicar cómo ha tenido unas audiencias tan bajas? Es cierto que la competencia ha sido muy grande en su franja horaria, pero aún así no lo acabo de entender. Simplemente por todo esto una tercera temporada debería empezar a cocinarse en TVE, porque series como “El Ministerio del tiempo”, tan buenas y a la vez tan distintas, hacen falta en los hogares de nuestro país.
Que por qué ha tenido poca audiencia? Facil, porque el cálculo de audiencias está obsoleto y seguro que no cuentan las reproducciones Online. Si ésto fuera así otro gallo cantaría…