La segunda temporada de House of Cards es realmente sorprendente, puede que sea de las mejores series, posee ritmo y brillan tanto Kevin Spacey como Robin Wright
Hace poco más de un año comencé mi camino en Videodromo escribiendo un post sobre la recién estrenada primera temporada de House of Cards. Hace diez días se estrenó en Netflix la segunda temporada de la serie y siendo gran seguidor, pudiendo tener Netflix ahora que estoy en el extranjero (¡soy legal! ¡hago streaming legal!) y gracias a la política de emitir toda la temporada al instante, ya he visto los 13 capítulos que componen esta segunda temporada (en realidad me costó 6 días verla entera y eso que estaba en pleno proceso de trabajos estudiantiles).
¿Veredicto? Mejora.
Inicio titubeante
El final de la anterior temporada nos había dejado un poco indecisos. ¿Era esa la dirección correcta de la serie? Lo que en inicio era una clara línea temática en la línea del thriller político sincero (y espectacular en el sentido más puro de la palabra, la política es un espectáculo, la TV es un espectáculo y Netflix estaba uniendo ambas en una serie), pronto se había metido en una dinámica más cercana al culebrón. Y lo mismo parecía ocurrir al inicio de la segunda temporada.
Si bien con un inicio sorprendente (incluso para mí que habiendo visto la serie británica sabía que debía ocurrir tarde o temprano) la serie parecía no definirse muy bien hacía qué camino tomar. Parecía irse a otro sitio, parecía querer coger una nueva página de su historia y cambiar las cosas. Borrón y cuenta nueva, como si supiesen que habían cometido errores al final del año pasado. Nuevos personajes, nueva tramas y nueva posición (al inicio de House of Cards Frank Underwood, como él dice, estaba en la esquina de la imagen en la televisión, ahora estaba ya en el centro). Sin embargo, seguía manejando temas del pasado, seguía moviéndose con esos personajes y las subtramas que coleaban desde el año pasado y por las que no teníamos ningún interés.
La calidad seguía siendo indudable. Tanto la excelente e impecable fotografía de la serie, como las interpretaciones de cada uno de sus actores (Spacey y Wright siguen demostrando capítulo tras capítulo muchas de las mejores interpretaciones de sus carreras). Destacar el excelente manejo por parte de los guionistas de los pequeños detalles como por ejemplo: el anillo de Underwood. El espectador podrá apreciar como marcan el arco y el desarrollo de la serie. Este se convierte en toda una metáfora: la ostentación del poder y, por tanto, del control. A todo ello debemos sumar, que el montaje y ritmo están muy bien llevados. Pero algo seguía fallando. La serie se perdía, no sabía a donde iba…
O esa era la impresión que llevaba. Porque de repente en el capítulo seis cuando se termina una de las subtramas más importantes de la serie, para no volver a aparecer; el espectador se da cuenta de lo que había pasado. Esos seis capítulos se habían encargado de posicionar las piezas en el tablero, por un lado, y eliminar las innecesarias por otro. Beau Willimon, el showrunner de la serie, como si del mismo Frank Underwood se tratase habían visto los errores de su pasado y poco a poco, sutilmente, sin que nadie pudiese darse cuenta; había cambiado todo, eliminado lo innecesario y puesto nuevo rumbo a la serie.
Final fascinante
Pronto la serie comienza a ser sobre Frank Underwood (Kevin Spacey) y Claire Underwood (Robin Wright) más que en cualquier otro momento. Los dos son manipuladores hasta la médula, pero inteligentes y fascinantes. La dinámica del matrimonio es increíble. Cada vez que los dos aparecen en pantalla el corazón del espectador late tres veces más rápido de lo que debería. La sexualidad de Wright deslumbra en cada instante, el atractivo de hombre de poder Spacey nos atrapa.
Y con mucho cuidado, sin romper o darles mucha importancia, se han mantenido esos momentos bizarros protagonizados por la pareja. Esos momentos oscuros, sexuales y realmente provocadores; que nos atrapan, que dan un giro y varias capas más a los personajes y que, sinceramente, creo que todo el mundo ama por lo bien insertados que están en las tramas y la gran fuerza que da a la personalidad de nuestros protagonistas (creo que todos los que lo han visto saben a qué momento me refiero en esta ocasión).
A partir del capítulo nueve (posiblemente el mejor de toda la serie) All hell breaks loose que dicen los anglosajones. Se desata el caos para disfrute de un espectador que comienza a ver cómo todos los hilos de la trama de la segunda temporada se van uniendo y cómo Frank comienza por primera vez a perder y estar en peligro y cómo nosotros, por mucho que odiemos al maldito bastardo, queremos seguir con él, queremos que venza, porque en el fondo, si tuviésemos que ser un cabrón manipulador, el cabrón manipulador que elegiríamos se llamaría Frank Underwood.
En resumen
¿La segunda temporada es perfecta? No, pero la serie va muy encaminada a ese camino. Después de ver el avance durante estos veintiséis capítulos, creo poder admitir que ahora saben lo que son. La serie se conoce a sí misma (y esto es lo mejor que le puede ocurrir a una serie de televisión). Estas dos temporadas fueron concedidas desde el inicio, siempre se supo que iban a tenerlas; y ahora mismo se explica muy bien el sentido que tiene y cómo ha sido una magnífica elección. El gráfico muestra la calidad de la serie aumentando exponencialmente, dejando una idea muy clara de que su tercera entrega puede que sí alcance la perfección.
En esta ocasión la serie ha tomado el camino más Shakesperiano que puede. La resonancia con Ricardo III son más que claras. Desde a cómo se está desarrollando todo, la personalidad del protagonista, como las conversaciones que tiene Underwood con el espectador, rompiendo esa cuarta pared con discursos con un poder que sólo un actor como Kevin Speacy, posiblemente uno de los pocos americanos capaz de interpretar a la perfección cualquier obra de Shakespeare; puede realizar.
¿Se ha vuelto muy enrevesada la serie? En ocasiones. ¿Tiene fallos como los que señala The Guardian en artículos como este cuando menciona lo mal profesionales que parecen ser todos los periodistas de la serie? Puede. ¿Hay demasiadas conversaciones mantenidas por teléfono móvil en la segunda temporada? Sin duda.
Pero la verdad, a quién le importan esos pequeños detalles cuando estás creando una de las series más entretenidas y complejas de la televisión americana (aunque sea VoD) del momento.