Netflix continúa las desventuras protagonizadas por la ex-superheroína convertida en detective privado sin llegar a pulir los errores que lastraban su primera temporada.
Creada en 2001 por uno de los autores de cómic norteamericanos más importantes de la última década, Brian Michael Bendis, Jessica Jones sorprendió a propios y a extraños protagonizando 28 números que poco tenían que ver con la reputación que se había ganado Marvel durante décadas. «Alias» abrió la veda a una línea de cómics de corte más adulto centrados en temas más difíciles de encontrar en cabeceras protagonizadas por Spider-Man o Los Cuatro Fantásticos y que, como ya demostró el sello Vertigo de DC Comics algunos años antes, tenían su propio nicho.
A diferencia de lo que uno puede encontrarse en los cómics de Jessica Jones, la primera temporada creaba un universo más cercano a la realidad y más acotado a lo establecido por «Daredevil» (Drew Goddard, 2015-) un año antes, lo que provocó que trece episodios resultasen ser demasiados para una historia principal que no necesitaba tanta duración. El entorno que rodeaba al personaje no era lo suficientemente rico como para conseguir que las subtramas suscitaran el interés deseado, pero el marcado tono noir y el carisma de su protagonista conseguían suplir esas carencias; por no hablar del fantástico papel de David Tennant como el villano principal, quien se convertía en todo un robaescenas desde su primera aparición.
Una vez vistos los primeros cinco capítulos de la segunda temporada y, aunque no son suficientes para realizar una valoración global, sí que sirven para hacerse una idea de hacia dónde se dirigen sus personajes y qué nos pueden ofrecer. Debido a la continuidad con respecto a su pasada temporada, es de esperar que encontréis algunos spoilers de ésta.
Tras la muerte de Kilgrave, Jessica Jones (Krysten Ritter) intenta volver a encauzar su vida enfrentándose a los demonios de su pasado. Cuando Jessica descubre que existe la posibilidad de desenmascarar a los responsables de la muerte de sus padres, dará comienzo a una investigación por encontrar la clave del origen de sus poderes y, sobretodo, por qué experimentaron con ella.
Estos primeros episodios de la temporada no incitan demasiado al optimismo por varias razones. La primera de ellas, siendo escuetos, es que sufre los mismos problemas de su predecesora. Aquí volvemos a tener la sensación de que las tramas secundarias, en este caso casi todo lo enfocado a Trish Walker (Rachael Taylor), la mejor amiga y hermanastra de Jessica, no suscitan ningún interés; volvemos a ver a Trish intentando lidiar su vida personal con su vida laboral al mismo tiempo que el público no la toma en serio por su pasado como niña prodigio. Malcolm (Eka Darville) adquiere más presencia en esta temporada como compañero de penurias de Jessica, pero más allá de ser otro personaje más que intenta que nuestra protagonista deje los malos vicios, no aporta nada especialmente interesante a la historia hasta que ya han pasado un par de episodios. El tiempo que invierten los guionistas en ponernos en contexto durante su primer capítulo hacen que éste se torne, no sólo denso, sino reiterativo con lo que ya sabemos.
Si nuestra protagonista era de las cosas más interesantes de la pasada temporada debido a su inestabilidad emocional y su manera poco ortodoxa de cumplir con su trabajo, aquí por desgracia no es así. El personaje de Jessica Jones sufre síntomas de estancamiento durante los primeros episodios, ya que a pesar de que se tienen en cuenta los acontecimientos ocurridos con anterioridad, el personaje repite la mayoría de tics ya establecidos, salvo algún que otro momento de vulnerabilidad. Su relación con el resto de personajes sigue siendo la misma de siempre, con la diferencia de que se avistan algunos indicios de que hacia la mitad de la temporada seguramente Jessica acabe formando un equipo más unido con Trish y Malcolm para no tener que afrontar los problemas sola.
La premisa de la temporada no ayuda a evitar esa sensación de estancamiento que sufre la serie debido a la gran cantidad de puntos en común que posee con ésta. Volverse a centrar en el pasado traumático de Jessica no es quizá la mejor decisión, sobretodo cuando las pistas que se van dejando durante las primeras horas de la serie no dejan entrever nada especialmente original. La sombra del personaje de Kilgrave es demasiado alargada y se echa de menos ese juego del gato y el ratón entre él y Jessica que nos dio momentos tan interesantes. Los primeros episodios nos presentan un par de nuevos personajes con el propósito de enriquecer la trama, como puede ser el caso de Oscar (J.R. Ramirez) o Pryce Cheng (Terry Chen), el primero de ellos el nuevo casero de Jessica y el segundo el encargado de hacerle la competencia en su trabajo. Ninguno de estos personajes llega a destacar especialmente, ya que aunque plantean nuevos conflictos y retos a nuestra protagonista, carecen del carisma que sí posee, por ejemplo, Jeri Hogarth (Carrie-Anne Moss).
Falta por ver cuál será el transcurso de la serie a lo largo de sus siguientes episodios, pero lo cierto es que por ahora se puede ir sumando a la lista de decepciones que ya fueron las aventuras de Luke Cage y Iron Fist en solitario, las cuales no destacaban precisamente por demostrar que merecían una serie propia. Aun así, no sería la primera vez que una serie acaba con la fuerza suficiente como para dejar un buen sabor de boca, esperemos que este sea uno de esos casos.