Mar. Mar 19th, 2024

El último éxito de la todopoderosa Netflix ha llegado en forma de serie de terror para demostrar que las mansiones encantadas no es un subgénero muerto.

Debido a la larga sequía de buen cine de terror gótico, de ese que tanto apetece en una noche de Halloween de palomitas, sofá y manta, que nos obligaba a tirar de clásicos que ya hemos devorado unas cuantas veces, la omnipresente Netflix ha decidido rellenar ese hueco apostando por dos propuestas de género con estéticas similares, pero con un objetivo de público bastante diferentes como son “La maldición de Hill House” (Mike Flanagan) y “Las escalofriantes aventuras de Sabrina” (Roberto Aguirre Sacasa). Una jugada perfecta para cubrir todo el espectro de subscriptores que la gigante del streaming posee. Si bien ambas han cosechado grandes elogios por parte de público y crítica, el éxito de la primera ha sido notablemente mayor. Sorprende aún más porque se trata de una adaptación de una novela menos conocida que en el cómic de la Archie Comics en la que se inspira la segunda. El furor que ha causado en las redes sociales y el efecto boca oreja ha hecho de la serie trending topic en las esferas seriéfilas muy por encima de otros fenómenos del género que, a priori, venían con más expectativas como “Castle Rock” (Sam Shaw y Dustin Thomason, Hulu, 2018-presente). Creada y dirigida íntegramente por Mike Flanagan, la por ahora miniserie que consta de 10 episodios adapta muy libremente la novela del mismo nombre escrita por la novelista estadounidense Shirley Jackson publicada en 1959. Una serie coral donde destacan nombres como Timothy Hutton, Carla Gugino o Henry Thomas (el pequeño Elliot de “E.T. el extraterrestre” (Steven Spielberg, 1982)) que nos cuenta la historia de la familia Crain en 2 etapas de su vida. A semejanza de la aclamada serie de NBC “This is us” (Dan Fogelman, NBC, 2016-presente), en “La maldición de Hill House” ambos arcos temporales también transcurren en paralelo apoyándose en un montaje milimétricamente estudiado y tremendamente efectivo, que nos sumerge por completo en la psicología de cada uno de los miembros de la familia y como evolucionan a partir de un punto de inflexión dramático en la vida de todos ellos.

La adaptación de Mike Flanagan

No es la primera vez en la que la novela de Jackson, erigida como una de las mejores en el género de terror de la segunda mitad del siglo XX, es adaptada, aunque si en formato de serie. El primero que se atrevió a traer esta inigualable obra literaria a la gran pantalla fue Robert Wise, director de grandes clásicos como “West side story” (1961), “Sonrisas y lágrimas” (1965) o “Ultimatum a la tierra” (1951), en 1963 y bajo el nombre de “The haunting” (o “La casa encantada” aquí en España). Esta adaptación de Wise es la más fiel a la novela original y fue bastante bien recibida por la crítica y público. Un mayor varapalo se llevó su segunda adaptación en 1999. Llevada a cabo por el one hit wonder holandés Jan de Bont, artífice de la estupenda “Speed” (1994), su carrera cayó en picado a mayor velocidad que el autobús que conducía Keanu Reeves dirigiendo “Twister” (1996) y “Speed 2” (1997) hasta llegar a esta, “La guarida”. A pesar de poseer un elenco lleno de estrellas como Liam Neeson, Catherine Zeta-Jones, Owen Wilson, Bruce Dern o Lily Taylor y de poseer una imaginería visual bastante encomiable, la decisión de obviar por completo aquello que hace tan grande la obra de Jackson, la profunda disertación psicológica de los personajes, a favor del susto fácil hizo que la película se descalabrase.

El espíritu intimista de la novela es rescatada (no así el origen de sus personajes, ya que cambia el grupo sujeto de investigación científica por una familia numerosa) por el director Mike Flanagan, realizador de cintas de culto dentro del terror como “Oculus: El espejo del mal” (2013) o de la muy loable adaptación de “El juego de Gerald” (2017) de Stephen King. Un claro ejercicio adaptativo precursor de la titánica proeza a la que se enfrentaría después con la serie que nos atañe. Flanagan cuenta con la ventaja de poder estirar “The haunting of Hill House” a lo largo de 10 episodios donde cocer a fuego lento esta historia cuyos mimbres son muy sencillos, pero donde la complejidad de los personajes tejen un tapiz de sentimientos y relaciones engrandecen una serie que mejora de forma ascendente hasta rozar la perfección en sus primeros 6 episodios. Desgraciadamente, durante los episodios 7 y 8 comienza a caer en un pastiche de clichés vacíos, efectistas y baratos que se olvida de esos maravillosos personajes que había construido para apuñalarnos con un noveno episodio. Este resulta ser tan innecesario como sobrexplicativo, y le sigue un cierre de serie blando y vacío, que fracasa incluso en el drama lacrimógeno en el que intenta desembocar. Al final, pasar por alto un final tan flojo para quedarse con una primera mitad tan magnífica acaba siendo un ejercicio tan doloroso como necesario.

Los Crain

En “The haunting of Hill House”, Flanagan combina magistralmente dos de las estrategias narrativas más vistosas y difíciles que se han visto últimamente en el panorama televisivo: montar en paralelo el presente y el pasado con fin analítico como toda “This is us”, y contar un único arco argumental, repetido en cada episodio pero desde el punto de vista de cada protagonista tanto a modo introductorio del personaje como aportando nueva información, sesgada o no, sobre la trama al igual que ocurre en los primeros 5 episodios de “Queridos blancos” (Justin Simien, Netflix, 2017-presente). De esta forma, la serie emplea de su tiempo en desarrollar a cada uno de los 5 hermanos de la familia Crain presentados de mayor a menor a lo largo de cinco episodios narrativamente medidos al milímetro y en los que asistimos a cinco ensayos sobre cada una de las fases del duelo (negación, rabia, negociación, depresión y aceptación), representados en cómo cada uno de ellos llevan la muerte de su madre (Carla Gugino) cuando eran niños y su actitud frente a las manifestaciones fantasmagóricas que vivieron en torno a aquel suceso. A estos cinco personajes se les suma la figura paterna (Timothy Hutton en la versión madura y Henry Thomas como el joven Hugh Crain) en un sexto episodio simplemente brillante. Todos los miedos y rabias, sentimientos y carácter de los hermanos colisionan como trenes sin control pero bajo la mano de un relojero suizo que, además es captar todo ello en unos pocos planos secuencia donde el baile de la cámara es hipnótico, y los planos por los que se mueve preciosas piezas pictóricas y coreográficas.

El único problema que se le puede achacar a semejante ejercicio incontestable es que no sea el último episodio, ya que mantener el nivel es humanamente imposible. Si bien, narrativamente, logra mantener la complejidad y tensión argumental durante dos episodios más a pesar de volver a un plano visual menos vistoso y meramente resolutivo (tampoco se le pedía más a la serie para tenerla en buena consideración). E incluso hace evolucionar a los personajes estando ya todos juntos como una demostración de que al amalgamar los personajes sus líneas no iban a ser emborronadas. Sin embargo, cuando llegamos al noveno episodio y a un paso del final, la historia para en seco para presentarnos a la madre. Un personaje importante como punto de partida del estudio de todos los demás, pero carente de interés puesto que su sino lo conocemos desde el primer episodio y su caída a los infiernos se intuye a través de la historia de los demás y los pequeños flecos que Flanagan dejaba sueltos pero que se entendían por contexto. Esas pseudodudas que nos presentaban y que se intuían como herramientas de suspense, en este episodio se atestigua que eran agujeros guion dejados a propósito para ser cerrados en ese episodio. Por lo que, en lugar de saltar del sofá para aplaudir como el creador cierra por completo la historia como él esperaba, consigue que sintamos haber sido tratados como tontos todo este tiempo, como si tanta sobrexplicativo fuese necesaria.

Este episodio bochornoso no presagiaba nada bueno para el final y así es. El final argumental de cada hermano se zanja rápido en los primeros 20 minutos del capítulo de forma chirriante por el desencadenante que los provoca y vacuo en la simplificación de los problemas y soluciones finales que cada uno de ellos debe aprender. Se vaticinaba imposible esta reducción de los personajes en una serie donde el objetivo principal era su propio estudio psicológico. Y a pesar de ello, esta es la mejor parte. El resto es un eterno diálogo entre el padre y la madre, en una casa que ya no da miedo, y para llegar a un final cerrado que ya no interesa a nadie.

La casa

Pocas veces tan poco había causado tanto miedo. Y no hablo de sustos puntuales, sino de atmósfera. De una atmósfera creada tanto por un diseño de producción minimalista (por los poco elementos que necesita para el terror y no porque sea una casa con poco mobiliario), por la aparición sosegada de los fantasmas sin la necesidad de marcar su aparición a golpe de efecto de cámara y sonido, por la fragilidad de sus personajes y, sobretodo, por el temple de Flanagan al planificar y rodar un guion tan sólido. La casa siempre está ahí. Dentro de cada uno de ellos. Persiguiéndoles vayan donde vayan, pero también en sus cabezas en la imposibilidad de poder entablar una relación sana entre ellos. La casa no necesita matarlos de forma directa, basta con sembrar una semilla que ellos mismos se encargarán de regar y hacer crecer en su interior. Ese peligro que nace de ellos, que es omnipresente, es lo que convierte a “The haunting of Hill House” en una exquisita cinta de terror que no te permitirá parpadear ni un segundo y que durante unas semanas el recibo de la luz sea más elevado de lo habitual. Por otro lado, Flanagan también recurre a 3 o 4 sustos de los clásicos, pero se producen dentro de esta atmósfera tan envolvente, están tan diseminados a lo largo de la serie y como tampoco avisan, hacen que sean de los peores sustos que se hayan sufrido viendo un producto de terror.

En definitiva, podemos decir que Mike Flanagan hace un trabajo espectacular con la nueva adaptación de “The haunting of Hill House”. Los 6 primeros episodios son tan magistrales que es inevitable aconsejar su visionado a familiares y amigos, por lo que la exagerada recepción que ha tenido está totalmente justificada. Es una pena que la segunda mitad no sea tan buena y que incluso mancille el buen hacer de la primera parte, pero a pesar de sus carencias es incapaz de hundir un producto que tardará en desaparecer de nuestras mentes y con los planos secuencia del sexto episodio engrosando las famosas listas de los mejores planos secuencia de la historia.

Tráiler de “La maldición de Hill House”:

 

 

Por Pablo Lujan

Doctor en Biología Celular por la Universidad de Heidelberg. Compagino la ciencia con mi otra gran pasión: el Cine.

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