Mar. Mar 19th, 2024

Las salas de cine están condenadas a desaparecer. La forma dominante de arte durante este siglo será la ficción seriada. Cada época ha tenido su formato y mi impresión es que éste será el formato del presente siglo”. Con esta frase lapidaria comenzó Robert McKee la cuarta y última jornada del seminario que imparte en la ECAM, jornada que dedicó a la ficción seriada.

Texto de Sergio Muñoz y Raúl Liébana

Para McKee el formato de ficción seriada es tan diferente al cine, como lo es el teatro de la novela. Ambos formatos cuentan historias a partir de imágenes, pero lo hacen con diferentes capas de subtexto. De este modo, el escritor afirma que la televisión, ante la ausencia de límite temporal, lleva a tal nivel de complejidad psicológica sus personajes, que nunca antes se había visto algo así, permite alcanzar lo más profundo de la naturaleza humana y llevar la narración a límites mucho más complejos.

Para subrayar la diferencia con el resto de formatos, McKee señala la idoneidad de cada uno de ellos para tratar los diferentes niveles de conflicto que se pueden dar en una historia. Estos niveles son cuatro: físico, social, personal e interno. De este modo, si la potencia real de la novela es llegar a introducirse en la mente (consciente e inconsciente) del personaje, permitiendo narrar un conflicto interior, la del teatro la dramatización de conflictos personales a través del diálogo, la de la televisión será la potenciación de los conflictos físicos y sociales, permitiéndose alcanzar un cierto tono de poesía, pero sujeto siempre a un realismo. Señala, con ironía, que no se puede fotografiar el pensamiento, el cual debe sugerirse a través del subtexto, de modo que cuando aquellos personajes hablen directamente de sus pensamientos, será un error, esta no será la forma de hacerlo. El formato de la televisión, mucho mayor que el de cualquier otro medio, ilimitado, permite a través de la utilización de mayor diálogo, un énfasis específico en los conflictos personales e internos del personaje y, por lo tanto, cuenta con conflicto en los cuatro niveles.

Clasificación de las series

La libertad creativa de la que gozan hoy en día las series nunca se había tenido antes. Especialmente la de televisiones por cable, que solo deben preocuparse de mantener el número de suscriptores, caracterizados por ser consumidores de productos sofisticados y mucho más radicales. McKee lamenta que el cine se haya convertido en algo tremendamente conservador, donde ya no se puede hacer nada excéntrico, de lo contrario habrá dificultades para obtener la financiación.

En cuanto a las características que marcan las divergencias entre series, el autor de “El guion” explica que radican en la longitud de los episodios, el número de episodios por temporada, la conclusión (temporadas y episodios autoconclusivos, abiertos o cerrados), el número de tramas y el tono (comedia, drama, o combinación).

McKee distingue entre siete tipos principales de series según su naturaleza. Por un lado tendríamos la serie antológica, en la que cada episodio es único y cerrado, y cuenta una historia completa por sí mismo («Los límites de la realidad»); la miniserie, que consta de una sola temporada con episodios abiertos estrechamente relacionados con un vínculo causa-acción (Roots); la serie sindicada de capítulos autoconclusivos, en la que cada episodio se cuenta una historia diferente pero todos temáticamente vinculados («Expediente X»); serie sindicada con un arco global, que tiene episodios prácticamente autoconclusivos pero parcialmente abiertos, que se unen a través de un hilo causal a lo largo de varias temporadas («Frasier»); serie de temporadas autoconclusivas, que tiene episodios abiertos unidos por un hilo causal a lo largo de temporadas autoconclusivas («Daños y perjuicios») y por último, el long form, que tiene episodios abiertos unidos por un hilo causal a lo largo de varias temporadas abiertas («Breaking Bad»).

El episodio piloto

McKee habla de la función que cumple el episodio piloto de una serie, así como de los aspectos a tener en cuenta a la hora de escribirlo. El episodio piloto debe sobre todo atraer a la gente a ver la serie, por lo que debe conseguir crear curiosidad en el público. Además, en este episodio debe revelarse y plantearse la trama central de la serie, por lo que normalmente situaremos en él el incidente incitador de la historia (detonante). En este episodio, se rompe el equilibrio en la vida del protagonista, por lo que el público sentirá preocupación y curiosidad por saber cómo acabará la historia.

Tenemos dos tipos de episodio piloto, el piloto de origen y el piloto de premisas. En el primero, se plantea una historia completamente nueva. Pone como ejemplo de este tipo el episodio piloto de «Breaking Bad«, en el que al protagonista Walter White le detectan cáncer. En el segundo, el episodio piloto de premisas, nos encontramos con un episodio cotidiano de la vida de los personajes que dramatiza quiénes son pero que no propone ninguna historia nueva. Despierta interés en quiénes son estos personajes, y cómo van a cambiar a lo largo de la historia.

Por último, el episodio piloto también debe definir si la serie estará movida por la trama o por el personaje; además del tono.

El gancho

Dentro de una serie, se necesita el uso de ganchos para mantener el interés del espectador en cuatro momentos críticos: el teaser, la pausa para publicidad, el final del episodio y el final de temporada.

Para crear estos ganchos se deben generar continuamente preguntas en la mente del público, que mantengan su curiosidad y que les hagan continuar enganchados a la serie. Robert McKee propone dos maneras de crear estas preguntas: mediante un punto de inflexión que produzca un cambio en la carga de valor, o mediante un cliffhanger.

El gancho del teaser ha de ser potente, para lograr generar interés en el público que comienza a ver la serie. Una de las técnicas para conseguirlo es el flashforward, poniendo una escena de lo que pasará al final para que el público se pregunte cómo se llegará a ese punto. En las pausas para los anuncios, el gancho puede ser menor, y en el final del episodio idealmente se debe mantener un final en suspense que genere curiosidad de ver el siguiente. Por último, el mayor gancho debe estar en el final de temporada, ya que se debe conseguir en el público una curiosidad que perdure hasta el lanzamiento de la siguiente temporada.

Los personajes de la serie

Pero, ¿cómo se mantiene a la gente enganchada a una serie durante tantas temporadas? Según Robert McKee, la clave radica en el personaje. Más allá de los acontecimientos y situaciones que se desarrollen durante la serie, argumenta que lo que mantiene enganchada a la gente es la revelación y el cambio del personaje principal. Ir conociendo y adentrándose cada vez más en la naturaleza del personaje episodio a episodio y temporada a temporada.

Esto obliga a la creación de personajes verdaderamente complejos, con multitud de dimensiones. Mientras que en una película de dos horas daría tiempo a desarrollar como mucho tres o cuatro dimensiones en un protagonista, este número sería el requerido para el secundario de una serie.

Estas cualidades de los personajes se deben ir revelando poco a poco a través de determinadas situaciones y acontecimientos, así como mediante la interacción con otros personajes. Una vez el personaje ya no tenga nada más que revelar o cambiar, el personaje estará agotado, y con él también la serie. Sin embargo, si se consigue crear suspense y curiosidad por la naturaleza del personaje, la gente continuará teniendo interés en la serie.

De este modo, se puede decir que el personaje protagonista estará incompleto, es decir, las experiencias que ha vivido hasta ese momento no han desarrollado todo su potencial al completo. ¿Qué cosas podemos cambiar en los personajes? Básicamente McKee propone que este cambio puede darse en tres niveles: moralidad, mentalidad y humanidad.

Un personaje puede cambiar su moralidad, es decir, cambiar sus valores y su comportamiento con el entorno o con otros personajes. De este modo, la moralidad el personaje puede variar en diferentes características con valores desde la generosidad al egoísmo, de la sinceridad a la mentira, etc.

En cuanto a la mentalidad, se podrían cambiar las creencias e ideas del personaje. La mentalidad implica cómo se ve y entiende el personaje a sí mismo y cómo ve y entiende el mundo que le rodea, y sus cambios se pueden producir en términos de cultura, religiosidad, cinismo, alegría, o respeto.

Por último, en cuanto a la humanidad, el protagonista podrá convertirse en un ser humano más completo o menos. Los cambios en la humanidad radican en características del personaje el autocontrol, la prudencia, o la cordura.

Al principio de una serie, debemos establecer los valores morales, mentales y humanos del personaje, e ir develándolos o cambiándolos poco a poco a lo largo de la serie. De esta forma, el público sentirá que está conociendo al personaje cada vez más, de forma más profunda, y se generará la curiosidad que mantendrá a nuestro público enganchado a la serie.

Entre los elementos que sostienen un personaje indicados por McKee, destaca el de la caracterización, que es todo aquello que se puede saber de una persona a través de la observación. No obstante, la idea más importante que destaca es la relativa a que el carácter auténtico de un personaje tiene que ver con la vida interior y eso solo se revela con las decisiones que toma en la vida. Solo bajo situaciones de fuerte presión sabremos, según las decisiones que adopte, quién es realmente nuestro personaje.

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