Kevin Bacon y James Purefoy son los protagonistas de «The Following» una serie que tiene como tema de fondo las sectas y los cultos diversos.
Los designios del guionista
Normalmente en el teatro griego los hombres siempre eran representados de una manera u otra como juguetes en manos de los dioses. Estos hacían y deshacían a su antojo con los pobres humanos. Las intervenciones de esas deidades se representaban teatralmente gracias a una grúas que estaban escondidas y hacían aparecer en el momento preciso a la deidad de turno para resolver el conflicto que tenían entre manos. Esto llegó incluso al teatro español a los famosos “Autos de los Reyes Magos” que se representaban en la Edad Media en los pórticos de las grandes iglesias. En este caso era Dios quien intervenía. A este recurso de representación teatral se le denomina “Deux ex machina”.
Este recurso pasó del teatro al cine de una manera muy curiosa. El guionista de la película, el creador absoluto, nuestra deidad moderna, cuando no sabe cómo resolver un conflicto dramático o el desarrollo de la acción de unos hechos determinados, introduce un personaje como salido de la nada al igual que las deidades griegas para resolverlo, y de esta manera obtiene el final deseado. Un ejemplo que sirve para ilustrarlo fácilmente es cuando en los westerns norteamericanos siempre aparecía el séptimo de caballería para salvar a la heroína en peligro en el último segundo o, en el caso de las películas de policíacas, el asesino siempre es el último que pasaba por allí. El problema es que siempre que el guionista usa este recurso genera graves problemas de coherencia interna en el relato, porque suele llevar a que los protagonistas realicen acciones en contra del arco psicológico descrito previamente el guionista. Esto por lo general, en un espectador medianamente exigente, suele generar mucha irritación porque se siente estafado, es como cuando Zeus jugaba con los humanos: ¿Quién no se ha sentido timado en algún capítulo de las últimas temporadas de “Perdidos”? Recordad que sus personajes a veces decían vamos a hacer esto y hacían todo lo contrario a su plan inicial, todo para que Jack, Kate o Locke consiguieran su objetivo o para que los guionistas obtuviesen un incremento de suspense en la trama, un tanto vacía.
Este recurso es usado hasta la extenuación por Kevin Williamson, el guionista de la franquicia “Scream” o la mítica serie “Dawson crece”, en su nueva creación “The Following”. La premisa de la serie se basa en dos personajes centrales. En un extremo tenemos a Ryan Hardy, un ex agente del FBI que tiene que volver al cuerpo porque un famoso criminal en serie, Joe Carroll, el extremo opuesto, ha conseguido fugarse de la cárcel. Esto llevará a Hardy a luchar con uñas y dientes por llevarlo de nuevo detrás de los barrotes. Así pues, siguiendo con la nomenclatura griega, la némesis de Ryan es Joe. Son los antagonistas, el bien y el mal, el yin y el yang. El bueno y el malo. Pero algo que va a marcar el devenir de ambos personajes son los múltiples Deux Ex Machina de Williamson para hacer avanzar la acción en las dos temporadas, llevando a convertir a Ryan y Joe, en una caricatura de sí mismos.
La primera temporada
Esta consta de quince episodios. Puede que sea la más interesante de las dos que hay hasta el momento, y sobre todo la que puede ser visionada sin llegar a encolerizar, aunque prometemos al espectador que tendrá momentos en que se pregunte de dónde se han sacado a tal o cual personaje.
La acción arranca con Carroll en la cárcel. Ryan ha conocido el éxito tras encerrarle en prisión. Ha escrito un bestseller donde narraba todas sus pesquisas. Pero realmente es infeliz, se entrega a la bebida porque la mujer a la que ama es Claire Matthews, la mujer de Joe. Claire y Joe tienen un hijo fruto de su matrimonio, Joey. Su amor es muy trágico porque en realidad es un amor de tintes imposibles. Carroll es un romántico empedernido, es un profesor de literatura enamorado de la bibliografía de Edgar Allan Poe, busca crear su éxito de venta, su libro definitivo. Por eso odia tanto a Ryan, porque le ha arrebatado todo, su libertad, su familia, su éxito. Eso da lugar a la maquinación de un plan que acabará con él fuera de la cárcel, y será el inicio de su venganza y cuando acabe habrá finalizado de escribir su obra magna, gracias a la colaboración imprescindible de un ejército de seguidores, de ahí el título de la serie.
Sin desvelar nada, sólo diremos que engancha mucho, sobre todo la primera mitad de la temporada, pero luego es una cuesta abajo lenta pero segura. Lo más interesante es cómo Williamson despliega la venganza en esa primera mitad a la par que mediante flashbacks nos narra cómo se han ido sumando los correligionarios de Carroll a su plan, y cómo se fraguan las relaciones sentimentales más o menos turbias que los unen. Destaca el trágico trío, sexual y amoroso, de Emma, Jacob y Paul. Así como la aparición de dos agentes del FBI, Mike Weston y Debra Parker, que tienen en común estar teñidos por un barniz de ambigüedad. Pero la segunda mitad es un desarrollo más o menos acertado de este gran comienzo pero posee un desenlace que frustrará a más de uno.
La segunda temporada
En este caso Williamson arranca con el surgimiento de un grupo de seguidores de la figura de Joe Carroll liderado por una madre y sus dos gemelos. Esta disfuncional familia son acomodados franceses. Ella es marchante de arte y posee una galería, además de un ejército de seguidores con el que reivindicarán al fallecido escritor, sembrando la ciudad de Nueva York de crímenes aleatorios pero con un sello característico. Eso llevará al FBI a reclutar de nuevo a un sobrio Ryan Hardy y a Mike, que obviamente intentan superar las secuelas psicológicas y personales de haberse enfrentado al culto literario de Carroll. Pero, todo dará un giro de 180 grado cuando Carroll reaparezca en escena reivindicando su obra. Hardy y Mike le perseguirán y Carroll, por ironías del destino para ocultarse acabará en el seno de Korban, una secta religiosa, donde conocerá a Micah, la horma de su zapato.
La idea base de la temporada es muy interesante: Carroll ocultándose en una secta religiosa muy turbia. Parece genial a priori, pero los Deus ex machina de Williamson acaban con la paciencia del espectador más noble y templado, llega un momento en que nada tiene el menor sentido. Los protagonistas aparecen y desaparecen por arte de magia, acaban haciendo cosas realmente contradictorias. Al final uno tiene que asumir que con esta serie uno está en manos del dios Kevin y lo que tenga que ser será, por inverosímil que parezca. En esta segunda tanda de capítulos se abandona la original idea del culto a un personaje, para acabar generando una religión basada en la muerte como transición a algo mejor. Así sus creyentes no dudan en dar la vida por ese apócrifo párroco Carroll, que siempre anda deseoso de sembrar la duda sobre la ley y la moral. Uno de los momentos más conseguidos de esta entrega es cuando Joe Carroll enfrenta al predicador frente a su dios o cómo acaba apoderándose de la secta, estableciendo unos paralelismos muy turbios entre secta y religión, ya que todos buscan un único objetivo manipular al creyente.
Esta temporada pedía a gritos un descenso a los infiernos tanto de Ryan como de Mike, del que salieran muy tarados, siendo más explícitos, el mismo que hacía Mills en “Seven” (David Fincher, 1995). Pero claro está, “The following” es una serie norteamericana, luego es preciso que tenga un final feliz, por ello los guionistas se sacarán tantos conejos de la chistera como sean necesarios, todo ello sin olvidar el consabido cliffhanger de fin de fiesta, por artificioso y esperable que sea.
Un reparto muy interesante
Liderando la serie tenemos a dos actores de garra como son Kevin Bacon y James Purefoy, para poner en pie ese particular duelo de titanes. Ambos luchan contra los guionistas que les ponen en bretes duros y les hacen declamar diálogos que rozan el absurdo. Este es básicamente el motivo por el que Ryan Hardy se acaba convirtiendo no en un héroe sino en un tipo sumamente estomagante. Hasta el espectador querrá acabar con Hardy, máxime al final de la segunda temporada. Shawn Ashmore, al que todos recordaréis de la franquicia X-Men y “Las ruinas” (Carter Smith, 2008), hace un estupendo trabajo con el agente Mike Weston. Tanto en la primera como en la segunda temporada hace un gran papel. En la primera sabe jugar con la ambigüedad de lo que tiene su personaje en la cabeza. En la segunda consigues empatizar con él, sientes que lo pase tan mal y comprendes su sed de venganza, teniendo un momento muy “seven”, al que sabe sacarle partido. Otra cosa es lo que le deparen los dioses guionistas de “The following”.
Jake Weber es un actor por el que personalmente sentimos mucha simpatía, máxime desde su estupendo Michael de “El amanecer de los muertos” (Zack Snyder, 2004). Por eso, me da pena ver a su ridículo líder de la secta, Micah. Una vez más la culpa es de los guionistas porque lo diseñaron así. El formidable Gregg Henry brilla en el desenlace de la primera temporada dando vida al polémico Dr. Arthur Strauss, os fascinarán sus innovaciones en el campo de la cirugía. De la primera temporada quiero destacar también a Nico Tortorella, Valorie Curry y Adam Canto, que dan vida a Jacob, Emma y Paul respectivamente. El inquietante trío que se marcan es posiblemente lo mejor de esa temporada, y de hecho los guionistas saben sacarle más jugo a esta triangular relación que a los dos gemelos de la segunda. Nos referimos a los estomagantes y mimados Luke y Mark, interpretados perfectamente por el joven actor Sam Underwood, que marca claramente los territorios psicológicos de cada uno en un estupendo trabajo. Lo cortés no quita lo valiente.
Quizás hasta mejore y todo
Si la serie mejora o no lo sabremos pronto porque el próximo dos de marzo se estrenará en EEUU la tercera entrega de “The following”. Cómo han conseguido renovar, para nosotros es a día de hoy un auténtico misterio, porque lo único destacable es la labor de los actores que les toca lidiar todos muy complicados a lo largo de las temporadas. Una cosa es segura: descubriremos que nos tiene deparado el dios Kevin Williamson, si más sufrimiento intelectual o por el contrario, nos dará una dosis de verosimilitud y coherencia, que no estaría nada mal.