Con motivo del final de la serie creada por Damon Lindelof y Tom Perrotta, dedicamos un texto especial a una ficción fundamental dentro del ámbito televisivo.
– Lo entiendo. Queréis ahogar a Kevin para que vaya al lugar donde están los muertos. Allí uno de los muertos le enseñará una canción, y él os la enseñará a vosotros para que podáis cantarla y detener la inundación bíblica que ocurrirá mañana. […]
– Adelante. Llámanos locos.
– Sí, parece una locura… pero es una época muy loca, ¿no?
(3×06)
14 de Octubre de 2011. Un 2% de la población mundial desaparece misteriosamente sin dejar ninguna pista de dónde han ido ni de qué ha sucedido. Es conocido como el día de la “Ascensión”. Tres años después, los que se quedaron continúan intentando normalizar un hecho que se escapa a cualquier comprensión. Entre ellos, encontramos a una familia que se ha ido desmembrando en ese tiempo: Kevin Garvey, jefe de policía que teme estar perdiendo la cabeza, como le ocurrió a su padre; su mujer, Laurie, miembro de la secta los Culpables Remanentes, formada a raíz del suceso; y sus hijos, Tom y Jill, cada uno buscando por su lado una manera de enfrentarse a la nueva situación. Basada en su primera temporada en la novela de Tom Perrotta del mismo título, The Leftovers continuó contra todo pronóstico (ya que este comienzo no obtuvo demasiado éxito y despertó opiniones muy polarizadas) durante dos temporadas más, primero estableciendo la historia en el único lugar donde no desapareció nadie el 14 de Octubre, el pueblo de Jarden, rodeado del parque nacional de Miracle; y más adelante, en Australia, donde los protagonistas se encontrarán enfrentándose al séptimo aniversario de la Ascensión, y a un súbito(?) pánico mundial sobre la llegada del fin del mundo. Pese a esta escasa duración, la serie ha analizado de manera minuciosa la naturaleza del ser humano expuesto a la pérdida, encontrando su punto álgido en las conversaciones a dos, en los momentos más intimistas, y en los dolorosos primeros planos, que extraen lo mejor de unos intérpretes plenamente entregados a sus desoladores retratos.
Animalización
“Los perros son solo animales. No son como nosotros, tratando de razonar todo dándole sentido a cualquier mierda que no la tiene […] Se vuelven primitivos. Lo mismo nos pasará a nosotros, solo que está tardando más” (1×01)
Los personajes de The Leftovers intentan, ante todo, sobrevivir; salir adelante en un mundo que ha cambiado radicalmente con respecto a aquello que conocían. Como decíamos antes, en la primera temporada tratan de hacerlo a través de la normalización y la racionalización. Pero ya desde entonces comienzan a manifestarse detalles que alteran este supuesto orden: por un lado, están los Culpables Remanentes, encargados de advertir a la población contra el olvido de lo ocurrido. Al mismo tiempo, Kevin (Justin Theroux) comenzará a sufrir brotes psicóticos, provocados por el trauma, igual que los sufrió su padre. Frente al miedo latente a volverse loco (que se planteará de manera aún más clara en la segunda temporada), estas alucinaciones les servirán también como una vía de escape a sus problemas, a los que no se puede enfrentar.
La segunda y tercera temporadas evolucionan de una manera lógica, del instinto de supervivencia de uno mismo y los suyos, a través de la violencia física y psicológica, a la aceptación de lo irracional como normal; como cualquier ser vivo, el hombre se adapta a las circunstancias, y, en este caso, debe abrazar la demencia colectiva para poder encajar. Ya nada sorprende, ni si quiera el hecho de que Kevin y Laurie (Amy Brenneman) necesiten intentar suicidarse para, paradójicamente, desear estar vivos. En la primera temporada, ya los jóvenes desquiciados apuntaban esta cuestión, haciendo cualquier cosa para sentir algo.
Siguiendo la estela de los perros, únicos desaparecidos que han tenido la misteriosa capacidad de volver, el padre de Kevin (Scott Glenn), que en las dos primeras temporadas tenía un papel importante pero secundario, entra a formar parte de la primera línea de la serie con su viaje a Australia (país en el que incluso nos encontramos con adoradores de leones entregados al sexo e indiferentes a lo que ocurra al margen de ello), donde intenta detener un supuesto diluvio que acabará con la humanidad, recurriendo a las costumbres aborígenes; el proceso de animalización, de regreso al primitivismo más básico (como se mostraba en el prólogo del episodio 2×01) ha quedado por tanto completado.
¿Milagro?
“Lamento que no hayas encontrado lo que buscabas aquí. Nadie lo hace” (2×09)
Frente a ese carácter terrenal, el componente religioso también es fundamental en una serie con la temática de The Leftovers, ya que desde siempre la gente se ha refugiado en diversas creencias, doctrinas o supersticiones, con tal de evitar que un desastre vuelva a ocurrir. Precisamente lo que les hace enloquecer es que un hecho tan indescifrable es imposible de prever. En cualquier momento puede pasar algo similar y la vida puede cambiar, que es lo que es aquello a lo que aluden los Culpables Remanentes (casualmente los más descreídos). En el otro extremo está Matt Jamison (Christopher Eccleston), un reverendo que, pese a su ambigua personalidad, raras veces pierde la fe, no solo en Dios, sino en las personas y, sobre todo, en Miracle y su poder, ese que presuntamente ha salvado a sus habitantes. En la segunda temporada, los protagonistas se trasladarán a ese oasis de aparente seguridad, entrando en contacto con una nueva familia formada por John (Kevin Carroll), Erika (Regina King), y sus hijos gemelos Michael (Jovan Adepo) e Evie (Jasmin Savoy Brown). Ésta última desaparece la misma noche que llegan Kevin y los suyos, alterando la calma establecida hasta entonces.
La constancia de que no hay un lugar donde refugiarse frente a la tragedia hace que Miracle, en la tercera temporada, evolucione hasta transformarse, tres años después, casi en un parque temático en el que se vaticina el fin del mundo para el próximo aniversario de la Ascensión. Como policía, Kevin intentará mantener a raya la histeria colectiva, pero no le resultará fácil: para exorcizar sus demonios, muere voluntariamente y llega a un limbo paralelo donde se comunica con los muertos. La singularidad es que cada vez que esto sucede, Kevin resucita invariablemente, creando a su alrededor una serie de seguidores que, liderados por Matt, ven en él, un personaje plenamente humano, a un nuevo Jesucristo.
Está inmortalidad de Kevin es, al margen de la propia Ascensión, la única licencia mística que a la postre se toma la serie, que aborda la espiritualidad siempre de un realismo casi irreverente. A pesar de que en su estética utilizan una iconografía católica y cristiana, Lindelof y Perrotta manifiestan un agnosticismo que contrasta con la conclusión de Lost, serie también creada por el primero con la que The Leftovers comparte no pocas similitudes. Incluso la banda sonora (que merecería un artículo aparte), tanto la original de Max Richter, cercana al minimalismo sacro de Arvo Pärt, como las canciones que poco a poco la han ido sustituyendo, que van desde las óperas de Verdi a Iris deMent o Depeche Mode, potencian esa visión irónica que queda definitivamente de manifiesto en una conclusión pragmática, en la que solo la ciencia es capaz (quizás) de resolver algunas dudas.
Nora Cursed
“No puedes tener un hijo, porque entonces no tendrías excusa. Ya no podrías ser una víctima, tendrías que estar bien. Ya nadie sentiría lástima por ti”. (3×04)
El personaje de Nora Durst (encarnada de manera magnífica por Carrie Coon, la gran revelación de la serie) es uno de los más importantes, si no el que más. Hermana de Matt, el 14 de Octubre perdió a toda su familia, y desde entonces, trabaja rellenando cuestionarios que los familiares de los desaparecidos realizan para que reciban una indemnización. Golpeada por la tragedia una y otra vez, parece que la relación sentimental que inicia con Kevin puede ayudarla a mantener los pies en la tierra. Sin embargo, en una época en la que nadie confía en la permanencia de las cosas, no hay lugar para el amor. Por mucho que clame que ha superado sus traumas, hay algo en el aura de Nora que hace que todos se alejen de su lado (es una lente, como dicen en el 2×06, es decir, una persona que puede ser la causante de la desaparición de otra), lo cual acaba rompiendo su barrera de frialdad y escepticismo.
Es bastante lógico, por tanto, que la serie haya decidido terminar con ella. En la tercera temporada, el actor Mark Linn-Baker, coprotagonista de la serie Primos lejanos, se interpreta a sí mismo para contarle a Nora que unos investigadores suizos han creado una manera de pasar al otro lado, a donde fueron los desaparecidos. Solo que nadie de los que ha ido ha vuelto para contarlo. A pesar de que le cueste admitirlo, el sentimiento de culpa que atenaza a Nora desde el primer capítulo comienza a manifestarse en un deseo de ir a ese otro lugar y reunirse con sus hijos, ya sea en un paraíso donde se encuentran los que se marcharon, o en un cementerio que conduzca a una Oscuridad inescrutable, como ocurría el Túnel del Misterio de la novela Anochecer de Isaac Asimov. Llegado un punto determinado, ya da lo mismo.
Entonces, ¿al final sabremos qué pasó? ¿Se nos resuelve el misterio? Realmente, en una serie que ha hecho siempre lo que ha querido (no hay más que ver los créditos de la tercera temporada o su manera de rescatar personajes secundarios para darles un protagonismo inesperado), sin buscar contentar a todo el mundo, que la historia que cuenta Nora en el último episodio sea verdad o mentira no es lo importante. Lo fundamental es que la humanidad, aunque todavía se sorprenda de poder ser feliz, se está reconstruyendo y recuperando su valentía. Kevin es el mejor ejemplo de ello. Y esta conclusión no puede dejar más que satisfecho a un espectador que ya había visto la historia bastante resuelta en el penúltimo episodio. Y es que si algo bueno tiene por encima de todo The Leftovers es que, comparada con los forzados cliffhangers de otras series como 13 reasons why, su interés no ha sido el de jugar con sus fieles seguidores más de lo necesario, estableciendo una coherencia narrativa que la convertirá, con el tiempo, en una auténtica obra de culto.