Mar. Mar 19th, 2024

Josefina Castellví regresa 25 años después a la Antártida y Albert Solé lo documenta en Los recuerdos de hielo. Entrevistamos a ambos con motivo del estreno de la película.

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Josefina Castellví viajó a la Antártida por primera vez en 1986 junto al doctor Antoni Ballester que pronto sufriría un ictus y no podría conocer la base en la que había invertido tantos años. Los recuerdos de hielo es un documental de Albert Solé que narra una nueva epopeya de Josefina. Tras veinticinco años alejada de la Antártida, la científica vuelve al paraíso perdido de su memoria con la maleta llena de nostalgia y la intención de rendir homenaje a su compañero y amigo Ballester.

Tanto Josefina como Albert nos atendieron tras el pase de prensa de la película.

Buenos días, Josefina, me comentan que acabas de ver la película por primera vez. ¿Qué te ha parecido?

Josefina: Me han sorprendido cosas que no recordaba que estuvieran. Es muy difícil para mí decir si me ha gustado o no. Reconozco cada uno de los pasos, pero creo que hemos empleado bien el tiempo. Es un buen recurso para muchas cosas: divulgación científica por ejemplo. Eso que todos los críos después del bachillerato no saben qué hacer. Esto les da ideas. Trabajar en ciencia no es una cosa aburrida. Este es un vehículo muy bueno.

En la película citas a Derek Bok que decía: “Si el conocimiento le parece caro, pruebe usted con la ignorancia”. ¿Podría ser un llamamiento hacia la inversión en cultura?

Albert: Sí. Hay una reivindicación clara y explícita de la investigación. Investigación más cultura es igual a conocimiento y parece que en estos momentos el miedo nos ha atenazado y ya no estamos invirtiendo en ninguna de las dos cosas. Nosotros somos una generación que ya tenemos esa parte del trabajo hecha, pero las futuras generaciones sin conocimiento son generaciones expuestas al conocimiento que venga desde fuera. Y ahí nos estamos jugando algo muy serio.

¿Cómo se produce Los recuerdos de hielo? Si es difícil financiar una película, entiendo que un documental lo será mucho más, ¿no?

A: Es casi tan heroico como irse a la Antártida a abrir una base sin recursos como hizo Josefina en su día

J: Es un poco quijotesco. Pero cuando tienes una idea, la has mimado y la quieres, entonces no hay nada que no puedas vencer para llegar a ese objetivo.

Para ti Albert, ¿es la primera vez que has estado en la Antártida?

A: Sí, pero tengo que decir que hace años rodé en Tierra de fuego y veía los barcos rusos que iban a la Antártida, me moría de envidia y dije: «yo algún día iré».

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¿Cuánto tiermpo se tarda en llegar desde Barcelona?

J: 34 horas hasta Punta Arenas y luego hay tres días de navegación en las condiciones que habéis visto.

 Actualmente hay muchos avances en ciencia y tecnología, pero, en 1986, ¿resultaba peligroso cruzar el paso Drake ( tramo de mar que separa América del Sur de la Antártida)?

J: Sí, lo era. Lo hicimos en un barco polaco en muy malas condiciones. La base tuvo que desembarcarse, suerte de los polacos, nunca les agradecimos lo suficiente lo que nos ayudaron porque ellos tenían gente muy preparada y tenían la maquinaria. Esto permitió a España entrar en el Tratado Antártico y ponernos en una especie de club de élite que son los países que tienen investigación en la Antártida. Yo creo que lo más valioso que se ha hecho en este programa es que los equipos españoles han trabajado de verdad y se han puesto a publicar las primeras revistas científicas.

¿Cómo ha evolucionado la Antártida desde 1986 hasta hoy?

A: ¡Hay Internet!

J: Nosotros cuando estuvimos por primera vez no teníamos ni walkie-talkie. Cuando nos dejaron los polacos en la tienda de campaña y nos dijeron: «ya os vendremos a recoger», nos quedamos con una lata de jamón cocido y poco más y comiendo sopitas. Fundíamos la nieve y teníamos un camping gas.

Fue un proceso de aprendizaje continuo…

J: Todos hacíamos de todo. Los científicos ayudábamos y había cosas que por fuerza se tenían que hacer en equipo. Todo se hizo manualmente y por eso la base era la casa de todos. Yo siempre digo que me fui a la Antártida con compañeros de trabajo y volví con amigos. Los próximos días serán muy emotivos porque me voy a encontrar a esa gente que nos ayudó tantísimo.

¿Cómo era allí un día normal?

J: Se desayunaba con la reunión del programa del día. Esta manera de trabajar la pusimos en marcha en el año ’87. Te parecerá tonto pero no se puede organizar el día por la noche porque en diez minutos cambia de haber una ventisca a salir el sol.  Es necesario un jefe de base que tenga una visión general de toda la campaña. Tiene que haber alguien que lo coordine todo para que no se repitan cosas y se aproveche el tiempo. Y luego en la noche es cuando hay más relajación, uno se toma una copa, se pone un vídeo…

¿Cómo llegásteis a la Antártida en 1986?

J: Llegamos en un barco polaco que primero paso por Finlandia porque nuestra base la compramos allí. Lo peor fueron los años posteriores porque teníamos la base puesta pero España no tenía barco porque para navegar se necesita una calificación especial, de navegación entre hielos. España no tenía ni un solo barco así. Yo he ido de realquilada, de prestado, iba a los congresos buscando un barco. Ahora es un crucero de placer, tienes un camarote, ha mejorado bastante. Yo he llegado a salir en remos porque había cartas de navegación muy malas.

¿Qué se echa de menos cuando uno está en la Antártida y que se echa de menos cuando uno vuelve?

J: Yo cuando voy a la Antártida no echo de menos nada de aquí. Ni me acuerdo. Y cuando estoy aquí echo de menos todo. Estás de mal humor, vas a pasear por la playa y hay dos pingüinos y ni te acuerdas por qué estabas enfadado. Hemos pasado unas navidades entrañables y nos hacíamos regalos. Imagínate. Una piedrecita con un líquen encima o cualquier cosa. Es admirable la Antártida pero ya no la veré más.

Ya para terminar, ¿cuándo y dónde se estrena el documental?

A: Se estrena en Barcelona y Madrid el día 29 de noviembre y luego iniciaré una ruta por cines de provincias y pequeñas localidades y dentro de bastante tiempo en televisión.

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