Amanda Seyfried, a la que recordaréis por ser esa chica perturbada llamada Chloe, me ha pasado a 2 metros de distancia. Ha pasado, amigos. ¿Won Kar quién? ¿Joseph who? Si el día anterior en la Berlinale 2013 tocábamos el cine pornográfico desde la distancia y la seguridad que da la pantalla del ordenador, esta vez nos hemos metido de lleno en su corazón más oscuro.
Lovelace: la historia del mito del cine para adultos
El objetivo de este largometraje no es otro que hacernos llorar con las peripecias de con la vida de la actriz de la garganta profunda. Es un dramón descompensado: son los últimos cuarenta y cinco minutos los que te machacan y machacan con todo lo que sufrió (y que, en la primera mitad, ya se habían ido preparando). Mucha moralina.
Vale, sí. Hemos tenido a Amanda Seyfried a dos metros pero podría haber sido Lindsay Lohan. La pelirroja se cayó del proyecto (y la rubia casi se cae por las escaleras del Friedichstadt-Palast) y lo lamentamos profundamente, a pesar de que Seyfried funciona en el papel. El glamour (?) de una no es el mismo glamour (¿?) que el de la otra. La encarnación de petición de la consumición, de la farra desenfrenada y el juguete roto y enmendado es una es y no otra. ¿La próxima vez, quizás?
Promised land: el regreso de Gus Van Sant
La tierra prometida es un Erin Brockovich visto por detrás. Aquí, estamos con los malos. Trabajamos para el enemigo, pero somos personas, con nuestras familias y nuestros anhelos. Vamos a engañar a un pueblo para sacar el gas natural que tienen bajo sus pies, aunque eso pudiese costarles la vida si algo va mal, pero lo hacemos porque es lo que tenemos que hacer y la responsabilidad es de nuestros jefes. Y lo vamos a hacer a pasar de que algún ecoactivista se ponga por delante. Muy bien el reparto, con Frances McDormand como secundaria (lo siento, Matt Damon), aunque la moralina sea la de siempre. Entretenidita, sí, pero solo para verla del tirón junto a la que mencionábamos arriba de Julia Roberts. Gus, qué poco te la has jugado.
Mañana, con un poco de suerte, habrá un SORPRESÓN en la crónica del cuarto día de la 63 Berlinale. Empieza por Paul y termina por Verhoeven.