Mar. Mar 19th, 2024

Con motivo del estreno en nuestro país del largometraje «Micmacs» publicamos esta entrevista con su director en la que se repasa su forma de trabajo y proyectos que se quedaron en el tintero. Una pena porque parecía ser el realizador ideal para llevar a buen puerto «La vida de Pi»,  de hecho hace tres años os hablábamos esa posibilidad pero hoy por boca del propio interesado descubriréis el motivo de porque quedó en un cajón.

Tras Largo domingo de noviazgo, pero antes de Micmacs, tu nombre se asociaba a otros dos proyectos – Harry Potter y La Vida de Pi- . ¿Por qué no funcionaron?
J.P. Jeunet: Cierto, justo después de Largo domingo de noviazgo, Warner me ofreció la quinta parte de Harry Potter. Les dije que no. La verdad es que no veía cómo podría encajar ahí o cómo podría hacer mía la película. El mundo de Potter ya existe, los escenarios están ahí, los trajes, los actores saben exactamente cómo interpretar a sus personajes porque ya han hecho cuatro películas juntos, sabía que la carga sería muy pesada y ni siquiera era excitante. Alien es distinto. Me eligieron porque querían que le diera mi toque personal a la película, que creara una especie de híbrido con mi propio mundo. También, para ser honesto, las historias sobre brujos y varitas mágicas donde todo es posible no me interesan mucho. Así que dije que no aunque mi agente me dijo que si lo hacía, ¡tendría la vida resuelta para siempre!

¿Y La vida de Pi?
J.P. Jeunet: Eso me interesó y trabajé en ella durante dos años. Hace unos años leí el libro de Yann Martel, que comienza en la India y prosigue en alta mar para contar la historia, tras un terrible naufragio, de la confrontación entre dos pasajeros solitarios, un joven y un tigre. Y en ese tiempo pensé que no se podía adaptar. Demasiado rico, demasiado detallado, demasiado lleno de trampas: el mar, el chico, un tigre, todos elementos incompatibles. Y entonces Fox, con quien hice Alien me llamó para pedirme que la adaptara. Era una premisa demasiado hermosa para dejarla pasar. Es una historia increíble sobre la voluntad y la supervivencia. E incluso si es un mundo completamente distinto al mío, incluye los temas de todas mis películas, el tema de Tom Thumb: un huérfano contra un monstruo. Esta vez tenía la apariencia de un tigre. Así que releí el libro y acepté su oferta con la condición de que me dejaran escribir el guión y hacer la película a mi manera. Inmediatamente fui a trabajar con Guillaume Laurant, mi socio habitual. Y al momento, después de dos versiones conseguimos escribir un guión que le gustó a todo el mundo. Después realizamos el storyboard. Tenía modelos del bote y el tigre, como haces para una película de animación, y con mi camcorder saqué 3500 fotos. Lo monté todo con iPhoto y se lo envié a Maxime Rebiére, quien lo redibujó todo. Así que a día de hoy tenemos un storyboard con fotos y otro dibujado a mano. Empezamos a buscar localizaciones en la India y visité los enormes estudios donde rodaron Titanic. Para mí, no había duda alguna de que la película se iba a hacer. Entonces llegaron los números, 85 millones de dólares. Todo por un chico indio con un tigre en un bote, no tenía sentido. Pensamos en todas las maneras de bajar a 60 millones y no encontramos la solución, hasta que uno de los directivos de Fox me dijo: “prodúcela tú mismo”. Era totalmente absurdo. Yo creía que podríamos hacerla más barata en Europa que en Hollywood. Estudiamos el problema, fuimos a los estudios donde se rodó Astérix, nos reunimos con montones de gente, trabajamos en máquinas que simularan el oleaje, pensamos técnicas de rodaje específicas. Y conseguimos 59 millones de euros, así que con el cambio de moneda salían básicamente los mismos 85 millones de dólares. De repente no volví a saber de ellos. Hasta el día que el  productor Gil Netter me dijo que estaban pensando nuevas soluciones. Pero yo había pasado dos años trabajando en ese proyecto y no quería estar así el resto de mi vida. Necesitaba rodar. Y justo con Guillaume empezamos Micmacs, que ya la tenía en mente más o menos. En tres o cuatro meses terminé el guión.

¿Cuál fue la idea inicial para Micmacs? ¿El héroe con una bala en la cabeza? ¿Los vendedores de segunda mano? ¿Los vendedores de armas?
J.P. Jeunet: Como siempre todo vino al mismo tiempo. Siempre ha estado en mí la historia de Tom Thumb que mencioné antes. En cuanto a los de los traficantes de armas, también ha rondado mi cabeza durante bastante tiempo. Cuando estábamos montando La ciudad de los niños perdidos en Saint Cloud, junto a las fábricas de Dassault, a menudo comíamos en un restaurante donde los ingenieros de Dassault iban también. Eran gente muy estirada, traje y corbata, con buen aspecto, pero no podía evitar pensar que fabricaban increíbles armas para matar y destruir a otros seres humanos en el planeta. No parecía afectarles lo más mínimo. Eso me sorprendía y me molestaba. Al mismo tiempo, no quería hacer una obra intelectual, quería hacer una comedia. ¿Y qué podía ser más distinto a unos fabricantes de armas que unos traperos?. A partir de ahí fue fácil imaginar que esa banda iba a unir sus fuerzas contra esos mercaderes de la muerte. David y Goliath, una vez más. La idea vino de manera natural, especialmente porque quería enfrentar a los vendedores de armas con una panda de personajes como los juguetes de Toy Story, admiro mucho el trabajo de Pixar. Gente única, marginal, un poco naif, pero cada uno con su carácter, algo que les hace distintos y que sirve a la historia, que hace avanzar el argumento. Excéntricos vengadores, torpes, a veces poéticos, siempre unidos y por encima de todo, profundamente humanos.  Nuestra otra gran influencia es Misión Imposible, soy fan incondicional de toda la serie. Es obvio que en la construcción de la historia, en sus giros, en la historia de las  manipulaciones, el falso viaje al desierto, por ejemplo, son momentos que recuerdan a
«Misión Imposible». Y también recuerda a veces a las películas de Sergio Leone. Si, por supuesto. En cuanto cuentas una historia de venganza, de equilibrar las cosas, ciertas secuencias de Leone te vienen a la cabeza siempre. Y me divertí rindiendo tributo con pequeñas referencias a su trabajo. Tampoco se puede evitar pensar en Delicatessen, bien por la cueva donde viven los tenderos o por la bondad y la inocencia de Bazil. De hecho, Micmacs es un poco una mezcla entre Delicatessen y Amélie. Es cierto. No fue algo deliberado, claro, pero un animal no puede cambiar sus costumbres. De cualquier forma desde el momento en que tuve la idea, hicimos lo que siempre hacemos, llenamos nuestra caja de las ideas con personajes, escenas, diálogos, recuerdos de cosas que  hicimos de pequeños, expresiones, escenarios y localizaciones que nos gustan hasta que la caja se desborda y todo lo que tenemos que hacer es usar lo que hay en la caja para crear los personajes, construir la historia y escribir el guión.

¿De forma os complementáis Guillaume y tú?
J.P. Jeunet: Es difícil de decir. Es una alquimia misteriosa. Una verdadera asociación, donde trabajar juntos da gusto, y sobre todo nos compenetramos tan bien que ya no sabemos decir quien tuvo qué idea. Es un juego de ping pong interminable. Está claro que nuestros mundos están en la misma onda. A mí me gusta jugar con el idioma, a él también. Si he elegido rodar en Francia y en francés pase lo que pase es para poder jugar con el lenguaje. Mi mayor influencia, por supuesto, es Jacques Prévert. Todo empieza ahí. Es una fuente constante para mí. Guillaume y yo tenemos la misma pasión por Prévert, por el realismo poético que tanto le gusta a él y a Carné. Intento esa perspectiva poética en todas mis películas, y él tiene la tendencia a moverse en esa dirección también. De hecho cuando el dialogo se hace demasiado ordinario para mi gusto, le digo, necesitamos “prevertizar” esto… No hace falta decir que lo pasamos en grande con el diálogo de Omar.

¿Cuál fue la parte más difícil de escribir Micmacs?
J.P. Jeunet: Nada fundamental. Solo tuvimos que encontrar el equilibrio entre un bando y otro. No queríamos que unos fueran demasiado serios y los otros caricaturas. Por eso sabiendo tan poco sobre la industria de las armas, antes de empezar a escribir, hice mi pequeña investigación. Con el periodista Phil Casoar, conocí e interrogué a un hombre retirado de un trabajo al más alto nivel de la industria del armamento, un antiguo agente secreto e ingeniero de Matra. También visitamos una fábrica en Bélgica, en Francia fue imposible. Gente agradable, técnicos que hablaban con tanta pasión de su fábrica que podía haber sido una tienda de chocolates, solo que cuando inventan un nuevo caramelo, este hace que la temperatura dentro de un tanque llegue a los 4500 grados, lo que significa que todo lo que haya dentro se quema en fracciones de segundo.  Terrorífico. Y hablan de ello como si solo fuera una innovación técnica. Todos los diálogos en la película que hablan de las armas son auténticos. Por ejemplo: “No trabajamos para el departamento de ataque, sino para el departamento de defensa”, es una justificación maravillosa para lavar tu conciencia. Excepto que sus productos se venden a y al final de la cadena causan dolor, luto, muerte.

¿Fue relativamente fácil encontrar a los personajes para la panda de traperos y determinar como sus particularidades ayudarían a la trama?
J.P. Jeunet: Ahí cuando fue cuando más nos divertimos y jugamos con la fantasía. La idea era encontrar unos personajes con un ángulo específico, un poco como Molière. El burgués, el miserable, el misántropo, etc. En un momento dado, decidí que estaba bien que fueran siete. Porque es un número mágico y porque además la historia es una especie de Blancanieves y los siete enanitos. De hecho sus nombres son descriptivos, como los de los enanitos: Mama Chow porque cocina, Presidiario porque acaba de salir de la cárcel, la Chica Elástica porque se dobla y se estira como una goma, Buster porque está hecho polvo, Remington porque siempre escribe en una máquina de escribir, Calculadora porque puede calcular cualquier cosa de cabeza. Solo el pequeño Pete tiene el nombre de un artista naif que me gusta mucho. Un especie de Cartero Preval que creó una obra llamada The Ride a partir de materiales de deshecho. Las esculturas  automatizadas que hace el Pequeño Pete en la película son la obra de otro artista distinto que encontré en Halle Saint Pierre, cerca de mi casa en Montmartre, donde voy a menudo porque me encanta el arte naive y el art brut. Gilbert Peyre. Creé el personaje del Pequeño Pete para poder usar su obra. Afortunadamente a Gilbert Peyre le gustan mis películas y no tuvo problema en dejarnos usar su material. Una vez que definimos los personajes solo buscamos formas de que sus características nos ayudaran con el desarrollo de la historia, la logística de la venganza y los giros del guión.

Eso explica los de los siete enanitos, pero Blancanieves, o sea Bazil, ¿cómo te lo imaginabas?
J.P. Jeunet: Él lleva la historia. Dos veces víctima de las armas. Le convirtieron en huérfano y vive con una bala en el cerebro que podría matarle en cualquier momento. Por supuesto que quiere venganza. Adoptándole, los traperos, unidos, también adoptan su venganza. El hecho de que tenga una bala en la cabeza nos permite adentrarnos en fantasías, el delirio y los mundos paralelos como pequeñas películas dentro de la propia película, pequeñas secuencias animadas como entre paréntesis, todo lo que me gusta…

Originalmente escribiste el personaje para Jamel Debbouze, pero de nuevo, como con Amélie que se suponía que iba a ser Emily Watson en vez de Audrey Tatou, nada salió según lo planeado.
J.P. Jeunet: Después de Amélie, le prometí a Jamel Debbouze que escribiría un papel para él. Y lo hice. Escribí Micmacs para él, arriesgándome sin decirle exactamente de qué iba. Él estaba emocionado cuando leyó el guión y empezamos con la producción, pero unos meses después me llamó para decirme que no iba a hacer Micmacs por motivos personales, no quería trabajar en ese momento. Y de hecho desde entonces no ha rodado nada. Por supuesto respeto su decisión. Pero aún así, a dos meses de rodar fue un poco duro. Por suerte el destino parece sonreírme, así que aunque nada salga como estaba planeado al final todo funciona como tiene que funcionar. Al momento pensé en Dany Boon para sustituirle. Ya le tenía en mente como posible elección.

¿Qué te hizo pensar en Dany Boon que es tan diferente a Jamel?
J.P. Jeunet: Es difícil de decir. Una especie de sexto sentido, una convicción interna. Tan pronto como vi a Audrey, supe que era Amélie, aunque no podía ser más distinta a Emily Watson. Aquí pasó lo mismo, simplemente lo sabía. Antes de que él lo supiera. Así que tan pronto como Jamel dejó el papel, contacté con Dany y le envié el guión revisado sin algunas partes que escribí para Jamel. El agente me llamó directamente diciendo que Dany no haría la película, que era para Jamel no para él. La película estaba muerta. La semana después reescribí la historia con una mujer e incluso con un niño. Al final cogí a Dany y le dije, mira, si crees que no es para ti no lo hagas, aunque es una pena porque me gusta lo que haces, pero ya veremos como hacer algo en el futuro. Él me dijo que le gustaban mis películas mucho también y que sentía rechazar el papel. Y en ese momento le dije que nos reuniéramos una hora, para hacer algunas pruebas de cámara, solo por diversión sabiendo que no íbamos a hacer la película. Dijo que si y fue muy bien, comentamos que era una pena porque nos estábamos llevando muy bien y nuestros mundos encajaban. Él se divirtió mucho y esa noche me llamó y me dijo que hiciéramos la película. Y ahora cuando ves la película no te imaginas a nadie más interpretando a Bazil. Exactamente como Audrey con Amélie. Un giro afortunado del destino. Además el día que terminamos la película y estaba libre otra vez, me llamaron de Chanel para que rodara el nuevo anuncio de Chanel nº 5 con Audrey Tatou.

Después de que Dany Boon se uniera al proyecto, ¿hiciste muchos cambios en el guión?
J.P. Jeunet: Guillaume y yo seguimos trabajando cuando él leyó el guión. Pero fueron más detalles que otra cosa. Y entonces hicimos test de pantalla de verdad. Porque comparado con la figura delgada de Jamel, Dany tenía miedo de tener una complexión demasiado fuerte y que no funcionara. Pero nos dimos cuenta de que ese contraste con su manera de ser, soñadora y amable, hacía al personaje más interesante. No tuvimos que preocuparnos por cambiar su aspecto.

¿Qué es lo mejor de él en tu opinión?
J.P. Jeunet: Va a sonar a cliché horrible, pero no puedo evitarlo. En primer lugar es una persona increíble que después del éxito de Ch’tis sigue siendo sencillo y modesto. Durante el todo el rodaje no le vi un mal gesto, ni llegar tarde, ni hablar mal por  teléfono. Nunca le vi quejarse de nada ni comportarse mal con nadie. Además es divertido y encantador con todo el mundo. Y por encima de todo hay cosas que me encantan de él profesionalmente. Sabemos lo gracioso que puede ser, pero también es eficiente y tiene profundidad. Es muy técnico, riguroso, se sabe sus diálogos impecablemente y al mismo tiempo tiene inventiva, se le ocurren cosas nuevas que nunca se me hubieran ocurrido a mí. Es muy consistente y está constantemente investigando, dejando puertas abiertas y dejándose llevar por la inspiración. Hubo un momento en que hizo un tributo a Chaplin, no estaba en el guión y se le ocurrió y lo dejamos en el montaje final, y le añadí música para realzarlo. Lo sorprendente es lo consistente que es. Nunca hay toma peor que las otras, es sorprendente. Lo que más me sorprendió fue ver lo cómodo que me sentía con él desde el principio, lo que no pasa siempre con los actores. Hay algo obvio que fluye entre nosotros, es como ver a un viejo amigo. Es extraño. Desde entonces nos llamamos a menudo y hablamos de todo. Y encima él también escribe y dirige. Me gusta trabajar con actores que dirigen porque saben al momento de qué les hablas, simplifica las cosas.

¿Cuándo Dany Boon sustituyó a Jamel cambió el casting?
J.P. Jeunet: Si y no. No fue tanto la llegada de Dany como el retraso en el rodaje lo que cambió las cosas. Lo que yo quería era reunir un reparto que estuviera unificado pero formado por gente que viniera de sitios distintos: Jean Pierre Marielle, que personifica la gran tradición del cine francés de los 70; Omar Sy, el actor de televisión; Julie Ferrier, quien como Dany viene del teatro. Por supuesto para el personaje de la chica elástica contratamos a una contorsionista, una joven rusa que vive en Alemania y que es simplemente asombrosa. Michel Cremades, un maravilloso actor de comedia francesa. Y unos pocos de mis fieles habituales: Yolande Moreau y André Dussollier, que fueron los primeros para los que pensé en escribir, y por supuesto Dominique Pinon y Urbain Cancelier. Y unos pocos recién llegados: Nicolas Marié, quien interpreta al otro vendedor de armas, el rival de Dussollier (al principio iban a ser Albert Dupontel pero estaba trabajando en otra película, y François Berléand, que también estaba  ocupado con Philippe Lefebvre), y Marie-Julie Baup, que interpreta a Calculadora y que nunca había actuado antes en una película. Lo importante, como siempre, fue encontrar al actor con el talento para cada papel. Fue bueno tenerlos a todos, y a todos juntos. Un placer. En el equipo también hay un recién llegado en un papel esencial. El director de fotografía, Tetsuo Nagata, que es japonés. Bruno Delbonnel, con quien hice Amélie y Largo domingo de noviazgo no estaba disponible porque él si aceptó hacer una película de Harry Potter. Estuve de acuerdo, y para él estuvo bien hacerlo, es un desafío y una oportunidad, le abrirá mayores oportunidades en su carrera en Estados Unidos. De hecho acabo de ver la película y ha hecho un trabajo increíble. Así que busqué y pensé en Tetsuo que había trabajado en Officer’s Ward y La Vie en rose. En su trabajo veo una imaginería parecida a la mía. Colores cálidos, una cierta cualidad estética. Además ya había trabajado con él en dos o tres spots publicitarios, incluyendo uno de Chanel. Contratamos al operador de cámara belga Jan Rubens. Pero incluso si nos inclinamos a veces por colores que no había usado antes, malvas, azules, verdes, no me parece que se diferencie de mis otras películas. Como si cada director de fotografía, no importa lo diferente que sean entre ellos, Darius Khondji, Bruno Debonnel o Tetsuo Nagata, hubiera utilizado su talento para servir a mi visión y mi imaginación.

Por otra parte, menos el director de fotografía, todo tu equipo habitual ha estado contigo…
J.P. Jeunet: Si, Aline Bonetto para el diseño de producción, Madeline Fontaine para  vestuario, Nathalie Tissier al maquillaje, Hervé Schneid para el montaje (es la única persona en la que confiaría para terminar la película si me devorara un tiburón). Los efectos especiales los hicimos con Versaillais, Alain Carsoux para los efectos visuales, sonido, mezcla, calibración, es como un gran equipo. Entre todos nosotros hay algo especial que nos une. Me encanta trabajar con ellos con porque son los mejores. Y  pienso que a ellos les gusta trabajar conmigo porque saben que les hago trabajar de manera positiva, que les empujo más lejos y les doy los medios para hacerlo bien. La cueva de Ali Babá en la que viven los traperos es un escenario que impresiona.

¿Qué clase de direcciones le diste a Aline Bonetto? ¿Y a Madeline Fontaine para el vestuario?
J.P. Jeunet: Una vez más Aline me sorprendió. Solo dije: “Han excavado una cueva en una pila de chatarra, así que las paredes tienen que ser de metal”. Puesto que por  principio nunca enseña su trabajo mientras lo hace, ni siquiera dibuja bocetos, descubrí la cueva cuando estaba terminada. Se me cayó la mandíbula al suelo de admiración. Con los trajes fue algo distinto, no es realmente lo mío. Normalmente tengo menos ideas pero reacciono a lo que me propone Madeline. Cuando vi esos monos surrealistas que eran solo para una escena dije: “Eso es, esa es la ropa para Bazil”. La única indicación que le di a Madeline para Bazil fue una foto de una marioneta de mi primer corto. Una foto de un chico con un gran jersey que ya se parecía a Bazil.

Al final , el único aspecto en el que no eres consistente es en la música…
J.P. Jeunet: Si, porque cada vez intento buscar música que vaya con el espíritu y la historia de la película. Tuvimos la idea de Carlos Alessio antes de rodar Delicatessen. Para La ciudad de los niños perdidos, inmediatamente pensamos en Badalamenti por David Lynch, y le conseguimos. En Alien tuvimos a un joven compositor que escribió al estilo tradicional de las películas de acción. Para Amélie nuestra colaboración con
Yann Tiersen fue enteramente accidental. La ósmosis entre imagen y música fue increíble. Para Micmacs al principio quise algo más moderno, coger música de acción de películas clásicas y samplearlas, pero no funcionó. Entonces, viendo la caja de Warner Bogart, volví a visionar “El sueño eterno” y encontré exactamente lo que buscaba. De repente, mientras escuchaba la música de la película compuesta por Max Steiner, pensé que sería ideal para las escenas de acción. Afortunadamente, había buenas grabaciones porque se había regrabado desde los 70, pero no era suficiente. Una vez más, golpeado por el destino como ocurrió con Amélie. Un día, el doble de Dany, que dirige un restaurante me dio un CD de uno de sus clientes. Lo escuché en el coche de camino al rodaje y era bueno. Conocí al compositor, Raphael Beau, un joven
profesor de música que enseña a chicos de los suburbios con problemas. Le dije que estaba interesado pero que no le podía prometer nada aún. Compuso 25 piezas sin estar contratado. Y para algunas secuencias no funcionaba, pero cuando probábamos con otras sí, así que al final le dije: “está bien, vas a hacer la película”.

Has mencionado “El sueño eterno”. También hay una parte de unos dibujos de Tex Avery que no podrían ser más apropiados. ¿Cómo se te ocurrió?
J.P. Jeunet: Una vez más, por casualidad. Guillaume tiene una niña a la que le vuelve loco Tex Avery, y un día que estaba viendo los dibujos con ella, él vio la secuencia. Era una coincidencia demasiado grande. Sobre todo porque es una película de Warner y Tex Avery es uno de mis ídolos, incluso escribí un libro sobre él hace tiempo…

En Micmacs, redescubrimos el Paris que amas, el París tradicional de siempre, pero que esta vez coexiste con el de hoy y con su arquitectura contemporánea. Te gusta hacernos jugar a adivinar épocas, y no solo con la arquitectura, también está ese uso de YouTube al final.
J.P. Jeunet: Me divertí con YouTube, usando algo que es tan popular ahora mismo cuando a menudo se me critica por ser retro. Y tuve que darme prisa antes de que otros tuvieran la idea. En cuanto a París, intenté cambiar un poco, puesto que ya he mostrado el París tradicional que amo. Los puentes, el metro, las estaciones de tren. Me gustaba la idea de mezclar ciertos elementos del París de hoy que también me gustan, solo puedo rodar lo que amo. Así que un edificio magnífico de los años 30, se encuentra con la nueva línea T3 de tranvías, el metro abierto con una oficina de correos coronada por un neón, la luz en las galerías Lafayette, el Musée d’Orsay con su moderna  cafetería… El desafío era glorificar la misma ciudad, pero de manera un poco diferente, y esta vez incluyendo los suburbios. Pero aún así es París, si no idealizado si visto a través de mi imaginación, de mi filtro. No puedo resistirme a vaciar las calles un poco, limpiar el cielo, jugar con los colores. Pero por supuesto disfruté rodando en el Canal de l’Ourcq, en el puente Crimée que me encanta. Prévert fue fotografiado por Doineau, también está la escuela Marcel Carné cerca y puedes ver el Arletty pasando por el Sena. Es donde se rodó «Las Puertas de la Noche», una película de Carné con Jean Vilar  interpretando a Fate. Y por casualidad rodamos el despacho de una de las compañías fabricantes de armas en el Teatro Jean Vilar en Suresnes. Me encantan esas señales de buena suerte. Defiendo totalmente la herencia de Carné y Prévert.

Dices que no puedes evitar vaciar calles, limpiar el cielo. ¿Hubo muchos efectos visuales?
J.P. Jeunet: Hay unas 350 tomas con efectos, pero son cosas bastante simples. No hay grandes escenas como en Largo domingo de noviazgo. Pero siempre hay cosas que borrar, que cambiar…

Pareces tener, y se puede ver en la película en la cueva de los traperos por ejemplo, un amor por la artesanía, en el más noble sentido del término.
J.P. Jeunet: Me encanta. Amo el proceso de confección de una película, y necesito estar ahí en todo momento, cada segundo. Empieza con la elección del papel para el storyboard, y acaba con la mezcla y calibración. A diferencia de otros directores que se aburren con esas etapas, yo me divierto en todo momento. Es mi forma de hacer las cosas y tengo derecho a ese placer. Siempre me siento como un niño abriendo su caja de Mecano y jugando con cada pieza. Y no hay forma de que deje una sin usar en el fondo de la caja. Al mismo tiempo, también me siento como un chef en la cocina. Cuando hace un plato, elige ingredientes, inventa, mezcla, asume riesgos. Por supuesto le tiene que gustar el plato, pero lo único que quiere es compartirlo con otros. Es igual para mí. El placer solo merece la pena si se puede compartir con el público… Al final, podríamos resumirlo diciendo que hacer cine es pellizcar de aquí y de allí y cocinar. Al mismo tiempo, en esta película creo que jugamos al límite. La hicimos con 25 millones de euros, muchísimo para una película francesa, y aún estuvimos un poco escasos. Así que ahora pienso que estoy haciendo películas caras y empieza a preocuparme. Micmacs se supone que no debía ser cara, es solo la historia de unos traperos que ocurre en el presente.

¿Qué pasará el día que quiera hacer una película de ciencia ficción? ¿Y elegir Warner para la distribución fue algo automático después de los problemas con Largo domingo de noviazgo?
J.P. Jeunet: Por supuesto. Sin Warner, sin Francis Boespflug en Francia, sin Richard Fox en Estados Unidos, nunca podría haber hecho Largo domingo de noviazgo.  Después de todo conseguí 36 millones de euros para hacer realidad mi sueño en Francia, en francés, con actores franceses. Les debo mucho. Y honestamente intentar que esa película pareciera americana es realmente grotesco.

Por Alfredo Manteca

Periodismo UCM. Cinéfilo y cinefago compulsivo. Crecí con Kubrick, Hitchcock y Cronenberg.

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