Mar. Mar 19th, 2024

Con Reservoir Dogs, Quentin Tarantino cambió las reglas del cine independiente. Tras su exhibición en el festival de Sundance de 1992 se convirtió en el niño mimado de la distribuidora Miramax, lo cual supuso un increíble impulso a su carrera, a la vez que se enterraban las aspiraciones de sus compañeros de generación (principalmente Allison Anders y Alexander Rockwell).

Un par de años después, Pulp Fiction le convertiría en una especie de estrella del rock, a lo que también contribuyeron sus contínuas apariciones en la prensa, sus salidas de tono y sus apasionados romances de verano con estrellas como Mira Sorvino o Sofia Coppola. El resto de la historia ya la conocemos. El de Knoxville se ha erigido por méritos propios en el realizador de mayor talento visual de nuestros tiempos, el pope de la posmodernidad.

Sin embargo, pocos conocen sus incursiones en el celuloide delante de las cámaras. De hecho, si Tarantino tuvo alguna ambición inconfesable fue la de la interpretación. Y no solo nos referimos a su papel en Abierto hasta el Amanecer o sus continuos cameos en sus propias películas, sino también a un episodio fallido en su carrera que relata con gran profusión de detalles Peter Biskind en su imprescindible libro Sexo, mentiras y Hollywood.

Acababa de estrenarse Jackie Brown y el bueno de Quentin se arrepentía de no haber interpretado ningún papel en la película. Se dice en sus círculos más cercanos que lo que de verdad definía su interminable agenda eran sus apariciones en diversos shows de televisión y las variadas posibilidades que se le ofrecían como actor. Así, el director Leonardo Foglia, en un interesado intento de promocionar su obra de teatro, le planteó la posibilidad de interpretar el papel de un matón que aterroriza a una ciega (Marisa Tomei) en la reposición de Wait Until Dark. Por supuesto, Tarantino aceptó al instante.

Las críticas fueron atroces y en su mayor parte se centraron en la pobre interpretación de Quentin. En sus propias palabras: «Fue duro. En Nueva York casi todo el mundo lee el New York Times. La gente abre el New York Times y ahí salgo yo. Me ven. A mí. Soy el actor cuya interpretación es desastrosa. Uno intenta no tomárselo personalmente, pero es personal».

Aunque ha seguido realizando pequeños papeles, sobre todo en sus propias producciones pero también en otras películas, seguramente lo que hizo que sus ansias de ejercer como intérprete se disiparan fueron las palabras de Keith Carradine durante el rodaje de Kill Bill. El actor asisitió casualmente a uno de los pases de Wait Until Dark y Tarantino le asedió inquiriendo: «Dime la verdad. No te cortes. ¿Tengo lo que hace falta para triunfar en Broadway?»

Carradine, diplomático, le contestó en principio que actuar en la obra había sido muy valiente de su parte pero ante la insitencia del director le espetó: «¿Por qué quieres pavonearte en un escenario delante de un puñado de señoras con el pelo teñido de azul que han llegado a Broadway en autocar? Lo tuyo es hacer películas que hagan alucinar a la gente. ¿Qué podías sacar de eso en comparación con lo otro?»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.