Hal Ashby fue un excelente cineasta norteamericano, y por eso queremos acercaros su filmografía y su figura, que reflejó la historia más convulsa de los EEUU.
Hal Ashby: de montador a director
Mucho se ha escrito sobre la generación de cineastas norteamericanos de los años 70. Con el sistema de estudios de capa caída, y los conflictos sociales que atravesaba el país en aquellos momentos (Guerra del Vietnam, derechos raciales, crisis políticas…), los jóvenes cineastas de aquella generación se introdujeron en el sistema realizando películas personales y diferentes que hablaban de la Norteamérica real, aquella que estaba muy alejada de las películas que en décadas anteriores habían ofrecido una imagen idílica de la sociedad norteamericana.
Cuando se habla de esta generación se nombran casi siempre a los miembros más conocidos que, a día de hoy, aún siguen rodando con mayor o menor fortuna; (Scorsese, Coppola, Spielberg, Lucas, Brian De Palma), pero se dejan de lado a otros cineastas soberbios que pusieron su grano de arena para edificar el cine de la que quizás sea, junto con la época dorada del cine de los estudios, la mejor época del cine Norteamericano; los años setenta.
Hal Ashby es uno de estos cineastas desconocidos que ofrecieron sobrada muestra de un talento impulsivo y personal con la que se crearon grandes obras maestras que el tiempo ha puesto en su sitio.
Diferente a todos sus compañeros en fondo y forma, Ashby empezó dentro de los estudios, siendo el montador de muchas películas importantes entre las que destacan “¡Que vienen los Rusos!” (1966) y “En el calor de la noche” (1967), las dos dirigidas por Norman Jewison. Esta última le hizo ganar el único Oscar de su carrera, un premio al mejor montador que logró cierta repercusión entre los ejecutivos de los estudios ya que buscaban a gente como Ashby para rodar películas que fuesen interesantes para un público nuevo y selectivo, cansado ya de lo mismo de siempre.
Otra de las peculiaridades del autor es que fue criado en una familia mormona, lo que sin lugar a dudas está muy presente en muchas de sus obras, pues los temas como la vida y la muerte, las relaciones personales o las consecuencias de la guerra y la violencia, están tratadas desde una óptica única y personal para el cine de aquellos tiempos.
La carrera de Ashby como director es extensa y se abre a principios de los años setenta y se cierra a finales de los años ochenta, debido a su trágica muerte. Una perdida que dejó poso en la historia del cine y en una generación de cineastas que, a día de hoy, reconocen la increíble importancia del director que trabajó dentro de una industria renacida sin perder un ápice de su personalidad.
Este artículo se ocupará por tanto de las películas dirigidas dentro de la época del nuevo cine de los años setenta, porque son ellas las obras cumbres de Ashby y las que mejor representan su esencia como creador cinematográfico.
“El casero”: más allá de las apariencias
Rodada en 1970, es la primera muestra de un cineasta nuevo con inquietudes cercanas y personales. El film relata la historia de un joven rico que hereda una edificio de apartamentos a cuyos inquilinos, a cada cual más dispar, pretende echar. Poco a poco se va dando cuenta que ese micro-cosmos, totalmente desconocido para él, es un mundo extraño del cual puede extraer poderosas enseñanzas, así pues decide no echar a nadie del edificio y trasladarse a vivir a él junto con los demás vecinos.
De entrada, ya se muestra en este film la importancia que Ashby da a los personajes que viven fuera de lo común, unos personajes que se mueven debajo de una sociedad que se refleja feliz e imparable en el modo de vida norteamericano.
“Harold y Maude”: una atípica comedia
En el año 1971, Ashby rueda la que para mi es una de sus incontestables obras maestras y la que, con el tiempo, se ha convertido en una pieza de culto muy venerada por los aficionados al cine; “Harold y Maude”. La película trata sobre un adolescente extraño y siniestro, de clase alta, que no tiene ganas de vivir y muestra la más absoluta indiferencia por las cosas hermosas de la vida. Harold conocerá a Maude, una anciana divertida y peculiar que le enseñará a disfrutar de la belleza de las cosas, y entre ellos nacerá una relación amorosa que definirá los destinos de ambos.
Es una película atrevida y sin complejos que sería imposible de rodar ahora mismo pues acierta a preguntar diversas cuestiones morales que hoy en día levantarían muchos comentarios en una sociedad que se ha acomodado demasiado a las apariencias.
El film es una comedia dramática que plantea temas como la ecología, la religión, la muerte, la guerra y la política, todos ellos contados y observados desde una óptica original y bastante lúdica. Legendarias son las secuencias donde el adolescente Harold escenifica sus propias tentativas de suicidio ante la mirada de una madre indiferente y fría.
“Harold y Maude” insiste en contar la historia de unos personajes fuera del mundo de las apariencias y de lo que se establecía como normal dentro de los cánones de la sociedad de entonces.
“El último deber”: la soledad del soldado
Su siguiente largometraje es un relato oscuro y demoledor sobre la soledad de dos soldados que tienen que custodiar a un tercero durante un viaje en tren para que ingrese en una prisión militar.
Aquí se inicia la excelente colaboración entre Ashby y el guionista Robert Towne, que en los años setenta escribió obras maestras como “Chinatown”, (Roman Polanski, 1974).
La película, que está protagonizada por Jack Nicholson, es un relato certero e intimo sobre la amistad entre jóvenes y la necesidad de encontrar una identidad en un mundo que pide a todos sus habitantes una definición clara y concisa sobre sus emociones y pensamientos.
En el film destaca sobre todo una escena bastante poderosa y bien rodada, la visita que los jóvenes hacen a un burdel y donde los personajes se definen perfectamente en una radiografía de caracteres cuya enorme profundidad y emoción sólo están al alcance de los grandes guionistas y cineastas de todos los tiempos. En ella se intuye ya la gran capacidad de Ashby para filmar la verdad de unos personajes que, desnudos de todo artificio, se muestran tal y como son. Y es esto lo que, a mi modo de ver, diferencia a Ashby de sus coetáneos; él no trabaja con arquetipos, él crea personajes, los modela a su antojo y elabora en ellos dualidades curiosas que definen perfectamente una ambigüedad que se mueve al borde del precipicio. En el cine de Ashby no hay buenos ni malos. Hay personajes con circunstancias y necesidades dramáticas interesantes y profundas.
“Shampoo”: una comedia ácida y mordaz
A día de hoy sigue siendo una obra incomprendida por público y crítica. La mezcla entre comedia romántica y drama existencial que propone el filme es radicalmente original y despista en algunos momentos. La película relata la historia de un peluquero de Los Ángeles, interpretado por Warren Beatty, que se hace pasar por homosexual para que los maridos de sus clientas no sospechen que se acuesta con cada una de ellas.
Escrita por el propio Beatty y Robert Towne, “Shampoo” es un estudio mordaz y ácido sobre los habitantes de Los Ángeles a finales de los años sesenta. Por la película desfilan escenas de amor libre y drogas, y el dibujo del personaje principal es complejo, tan complejo y radical que a día de hoy muchos se preguntan aún por el final abierto del film y la desmoralizadora metáfora de su imagen final.
“Esta tierra es mi tierra” y el academicismo
En este filme relata la historia real de Woody Guthrie, un cantante de Country que en la época de la Gran Depresión viajaba por los trenes de los Estados Unidos poniendo música y voz a los más desfavorecidos.
Puede que sea su obra más académica, presenta una puesta en escena bella y contenida que recuerda mucho a las primeras películas de Terrence Malick. De nuevo nos encontramos en él a personajes marginales y difusos que buscan su lugar en el mundo.
El Hollywood del año 1978 fue sacudido por dos películas de capital importancia que trataban de sanar la herida que la guerra del Vietnam había dejado en el inconsciente colectivo. La primera de ellas, “El cazador” de Michael Cimino, era larga, barroca y violenta, la de Ashby “El regreso”, trataba sobre las consecuencias de la guerra en los soldados que volvían a casa y se veían recluidos en centros de recuperación para veteranos heridos en combate.
“El regreso”: Y llegó el Oscar…
Escrita por Waldo Salt, uno de los represaliados por la Caza de Brujas de los años 50, es una muestra maestra del poderío del cine de Ashby en cuanto a retratar las complejas psicologías de los personajes cinematográficos.
Protagonizada por Jane Fonda y Jon Voight, (que ganaron sendos premios Oscar a los mejores actores del año por su trabajo en el film), “El regreso” acierta de pleno en relatar una historia íntima y dura desde la perspectiva de una mujer que decide ayudar a un herido de combate mientras su marido está en la guerra. La película es interesante porque en ella se cuestionan duramente las cuestiones del honor, el patriotismo y el amor marital.
Posiblemente con “El regreso”, Ashby llega a su cenit creativo y nos regala otra de sus obras maestras más poderosas y recordadas.
“Bienvenido Mr Chance”: una ácida reflexión sobre el poder político
Este fue el último trabajo como actor de ese inmenso actor que fue Peter Sellers arropado por una excelente Shirley MacLaine. Realizada en los años setenta es “Bienvenido Mr Chance”, una original historia sobre un jardinero que nunca ha salido de casa y por primera vez en su vida tiene que enfrentarse al mundo exterior.
El filme, de una poética bella y transcendental, nos regala la mejor interpretación de Peter Sellers y uno de los planos finales más bellos de la historia del cine. La película muestra también los entresijos de la política y las altas esferas, y encierra una ácida crítica al mundo de los poderosos y a la ingenuidad de los que, en los mandos del poder, no entienden la simpleza de las cosas.
Posiblemente sea “Bienvenido Mr. Chance” otra de las obras maestras de Ashby, un film que cierra con sobresaliente la carrera de Ashby en los años setenta, una carrera diferente a la de sus compañeros de generación por arriesgar más que estos y por proponer historias personales siempre desde una óptica en la que prima el guión y la interpretación, y por tocar temas que eran delicados en la actualidad de aquellos tiempos.
“Ocho maneras de morir”: una gran obra menor
“Ocho maneras de morir” no deja de ser un interesante y curioso thriller en lo formal. Se trata de la adaptación de la novela homónima de Lawrence Block escrita por el emergente Oliver Stone, con el que curiosamente posee ciertos paralelismos, es decir, refleja como autor los momentos más críticos de la historia contemporánea de los Estados Unidos y además, refleja lo que nadie quiere ver de la sociedad norteamericana. Este filme posee un argumento ciertamente original, como casi todos los trabajos de su carrera. En este caso contó con estrellas del momento como Andy Garcia, Jeff Bridges o Rosanna Arquette. Pero a pesar de tratarse de una obra menor, en calidad supera a muchas de las películas que se hacen en la actualidad.
Ashby en los años ochenta…
Ashby siguió haciendo cine en los años ochenta y pese a algunos títulos más o menos interesantes (“Ocho maneras de morir”, y un documental sobre los Rolling Stones), no pudo igualar en calidad a los trabajos que había realizado en la década anterior.
Aquejado de una seria dependencia de las drogas que derivaron en problemas de salud más graves, la industria del cine le dio la espalda a uno de sus máximos creadores y Ashby cayó en el más absoluto de los olvidos hasta que un cáncer terminó con su vida en el año 1988.
Atrás quedaba una carrera brillante llena de películas sobresalientes que hablaron de una época y un país de manera original y sin concesiones. Cuando dentro de décadas los historiadores quieran entender la historia de los Estados Unidos, y más concretamente de los años setenta, no me cabe la menor duda que tendrán que visionar las películas de Ashby. En ellas entenderán como fue esa época y de paso se volverán a reencontrar con un cineasta que, a día de hoy, y pese a momentos puntuales como la reedición en DVD o blu ray de sus películas, yace en el más profundo de los olvidos cinematográficos.