Mar. Mar 19th, 2024

Las últimas revueltas en los EEUU dejan patente que la discriminación racial es un problema sin resolver, pero ¿qué hace Hollywood para resolverlo?

Las estrellas afroamericanas: Morgan Freeman, Denzel Washington y Forest Whitaker

A Morgan Freeman, Denzel Washington y Forest Whitaker podemos considerarlos el relevo generacional en el camino abierto por el actor Sidney Poitier. Coincidencias o no, la Academia le entregó uno honorífico a Poitier en la misma gala en que Washington se alzaba con el Oscar al mejor actor principal por su papel en “Training Day” (Antoine Fuqua, 2001). Los tres han sido los protagonistas de ese cambio de mentalidad dentro de los grandes estudios. Hay una cinematografía alternativa, de marcado carácter local, centrada en el público negro. Al igual que denominamos Bollywood a la producción cinematográfica procedente de la India, podríamos llamar Afrowood a la generada por Hollywood y que va dirigida a los miles de ciudadanos afroamericanos residentes en Estados Unidos.

Denzel Washington ganó el Oscar al mejor actor por Training Day

En la última década del siglo XX, Freeman aceptó papeles que marcaron un antes y un después. Pasó de ser el típico compañero de fatigas en “Sin perdón” (Clint Eastwood, 1992), “Cadena perpetua” (Frank Darabont, 1994) o “Seven” (David Fincher,1995) a ser la imagen del poder militar en “Estallido” (Wolfgang Petesen, 1995) donde daba vida al General Billy Ford, sin olvidar al Coronel Abraham Curtis de “El cazador de sueños” (Lawrence Kasdan, 2003). De esta manera, el ciudadano estadounidense medio veía a un actor afroamericano en puestos de decisión vital. Hollywood en ese momento empezó a darle papeles que en un principio estaban reservados a actores blancos, como por ejemplo el Doctor Alex Cross en el filme “El coleccionista de amantes” (Gary Fleder, 1997).

Paralelamente a su carrera discurría la del actor Denzel Washington que llevaba los mismos derroteros. Sirvan de ejemplo los largometrajes “Fallen” (Gregory Hoblit, 1998) o “El coleccionista de huesos” (Phillip Noyce, 1999). La gran diferencia entre ambos actores es la demostrada militancia de Washintong en temas raciales y sociales (dentro y fuera de las pantallas) a la hora de aceptar papeles, como por ejemplo “Grita libertad” (Sir Richard Attenborough, 1998) donde dio vida al activista Steve Biko, “Malcom X” (Spike Lee, 1992) o “Philadelphia” (Jonathan Demme, 1993). Denzel en este filme daba vida Joe Miller, un abogado que defendía a Andrew Beckett, un joven blanco y homosexual, por despido improcedente tras haber contraído SIDA. Este ejemplo sirve para ilustrar la vinculación cinematográfica que ha existido en Hollywood desde que el cine es cine entre la discriminación por identidad sexual y racial. A partir de mediados de la década de los 90 es cuando Hollywood se replantea realizar películas milimétricamente medidas y protagonizadas por personas afroamericanas dirigidas a ese colectivo exclusivamente, aunque luego se acabaran estrenando a nivel internacional usando como gancho el arrollador éxito de la cantante Whitney Houston o de la estrella de turno. Ejemplo de ello son “La mujer del predicador” (Penny Marshall, 1996) o “Huracán Carter” (Norman Jewison, 1999).

Forest Whitaker el emblema del cine independiente

A Forest Whitaker en la década de los 80, como a sus compañeros, le otorgaban papeles secundarios, y podríamos decir que ejemplificó la cuota de los combatientes afroamericanos en contiendas como Vietnam: “Platoon” (Oliver Stone, 1986) y “Good Morning, Vietman” (Barry Levinson, 1987); o la Guerra de Secesión en “Norte y Sur” (1985). Tendría que esperar hasta 1993 para interpretar a un militar de rango, sería en “Secuestradores de cuerpos” (Abel Ferrara, 1993). De esta manera sería como el cine comercial empezaría alternar con el independiente, sucediéndose filmes como “Smoke” (Wayne Wang y Paul Auster, 1995) o “Ghost Dog, el camino del samurái” (Jim Jarmusch ,1999) con otros como “Bird” (Clint Eastwood, 1988) o “Species” (Roger Donaldson, 1995). Aunque lo que es cierto, es que de los tres actores este último siempre ha sido el santo y seña del cine independiente trabajando a las órdenes de Robert Altman (“Pret-a-porter”) o Neil Jordan (“Juego de lágrimas”). En común con sus dos compañeros también ha dado vida a dirigentes afroamericanos, concretamente a Idi Amin en “El último rey de Escocia” (Kevin McDonald,2006).

De los tres famosos actores sería Freeman el que acabara dando vida al Presidente Beck, el primer líder de raza negra de los Estados Unidos, en Deep Impact (Mimi Leader, 1998). Aún tendríamos que esperar diez años, concretamente hasta el 4 de noviembre del 2008, para que este hito cinematográfico se hiciera realidad al ganar el candidato demócrata Barack Obama las elecciones presidenciales.

Morgan Freeman es el Presidente Beck

Race movies: películas de negros para negros

Contrariamente a lo que un occidental medio podría esperar o pensar, en la cinematografía estadounidense se hacen películas de negros para negros, es lo que conocemos como “race movies”. Su nacimiento tiene lugar en la década de los 50, pero habrá que esperar a los 70, para que estas figuras salgan de este particular guetto cinematográfico bajo la bandera de los filmes de explotación negra, corriente que recibió el nombre de Blaxploitation. Eran filmes realizados con bajos costes y temáticas diversas (thrillers, gánsteres o terror) aderezados con acordes funky y soul. Como siempre, Hollywood acabó fagocitándolo debido a sus interesantes beneficios.

En más de una ocasión he sido el único espectador de raza caucásica en una sala de cine repleta de espectadores afroamericanos. Curiosamente, los trailers que preceden al visionado de esos productos también son todos de largometrajes dirigidos a esta etnia concreta. La primera vez me ocurrió cuando fui a ver Fruitvale Station (Ryan Coogler, 2013), producido por Whitaker, erigiéndose en la actualidad en la estrella hollywoodiese de raza negra más activista. En ella se cuenta cómo el joven de 22 años Oscar Grant III muere porque un policía le disparó dos tiros pensando que su arma reglamentaria era una pistola taser. Este hecho conmovió a toda la opinión pública norteamericana. Lo que nos demuestra que la herida está abierta, y la comunidad está muy sensibilizada es que durante el visionado de este largometraje pude ver como lloraba amargamente algunas jóvenes afroamericanas, convirtiéndose en tarea imposible consolarlas.

Fruitvale Station está producida por Forest Whitaker

Por desgracia estos hechos han acontecido y continúan sucediendo. Para la historia quedará el caso de Michael Brown, el joven de Ferguson que falleció cuando el policía Darren Wilson le abatió a tiros; o el del joven Eric Garner, también negro, que murió cuando el policía que le detuvo le hacía una llave marcial prohibida que le acabó estrangulando. Por ese motivo, miles de estadounidenses salieron a la calle protagonizando distintas marchas el pasado sábado 13 de diciembre en distintas grandes ciudades de Estados Unidos, como Boston, Nueva York o Washington entre otras. Todas bajo el lema “I can’t breath” (no puedo respirar), reclamaban una justicia igualitaria, porque por increíble que parezca al policía no se le han atribuido cargo alguno. Se supone que Estados Unidos es un país que está erigido sobre la diversidad cultural y étnica, pero la realidad es otra.

Hollywood intentando reflejar la variedad étnica

Una de las soluciones que ha desarrollado Hollywood es crear largometrajes donde se refleje la variedad étnica de un modo más fidedigno. Por ejemplo, en la tripulación de la nave espacial de la película británica “Sunshine” (Danny Boyle, 2007) había una gran variedad étnica entre los personajes. El gran estudio que ha liderado esta idea desde un principio ha sido Sony Pictures, cuyo capital mayoritario está en manos japonesas, paradójicamente. Es decir, papeles que por tradición hubiera interpretado un actor blanco ahora lo hace uno negro. Claro ejemplo es el remake afro de “The karate kid” (Harald Zwart, 2010) protagonizado por el hijo del actor Will Smith, Jaden Smith. La típica aventura espacial de lazos paternos filiales que hubiera interpretado un pareja de actores blancos tradicionalmente, curiosamente en el caso de After Earth(M. Night Shyamalan, 2013) coincidirían Will y Jaden Smith. El pasado mes de septiembre se estrenaba el thriller de Idris Elba titulado “No Good Deed” (Sam Miller, 2014), donde daba vida a un hombre sediento de venganza (y esta fue la segunda vez que me he encontrado en un cine acompañado únicamente por espectadores de raza negra). No es un hecho aislado, ahora mismo, aquí está muy caldeado el ambiente con el próximo estreno del remake del filme de John Houston Annie (Will Gluck, 2014). La idea general que todo el mundo defiende es que este famoso personaje nacido del musical homónimo debe ser una niña blanca y pelirroja. Sin haberse estrenado la propuesta de los guionistas Will Gluck y Aline Brosh McKenna ha dividido completamente a la opinión pública estadounidense entre los defensores de la idea de una Annie negra o blanca y pelirroja. Ente intento de reflejo fidedigno de la variedad étnica ha llegado al terreno televisivo, hace unos meses hemos podido ver un remake de “La semilla del diablo” (Roman Polanski, 1968) en versión mini-serie de dos capítulos protagonizada por la actriz Zoe Saldana bajo el título de Rosemary’s baby (Agnieszka Holland, 2014). El último ejemplo catódico es el estreno de la serie “How to get away with murder” protagonizada por Viola Davies donde da vida a una abogada muy inteligente y astuta que ayuda a que sus clientes se libren de una condena por asesinato.

Serie que emite en EEUU la ABC

Paralelamente a esta corriente Hollywood no ha parado de realizar películas dirigidas al guetto negro con temáticas variadas y circuito propio, desde San Valentín o las míticas fechas navideñas. Para la posteridad quedará siempre ese Santa Claus negro, del que una amplia mayoría caucásica reniega aquí y que aparecía en el largometraje «Black Christmas» (Glen Morgan, 2006). En junio de este año llegaba a las carteleras la comedia “Think Like a Man Too” (Tim Story, 2014), se trata de una comedia ligera donde todos los protagonistas son de raza negra y viven sus particulares correrías en Las Vegas, a saber, sexo, alcohol y juego, lo de siempre. Todos esos productos generados al amparo del Afrowood obviamente sólo encuentran distribución en el mercado local y son escasos los que superan una distribución mundial comercial tanto en cine como en Digital HD. La razón es obvia: el target es una comunidad que no existe fuera de Estados Unidos.

El Hollywood reivindicativo

Finalmente hay que destacar otro hecho curioso. Durante el 2013 tres grandes estudios estrenaron tres cintas que corrieron desigual fortuna a en el mercado mundial, pero que en el estadounidense funcionaron muy bien. Los tres largometrajes en cuestión que por distintas circunstancias atrajeron de manera transversal tanto a la comunidad caucásica como a la afroamericana son: El mayordomo (Lee Daniels, 2013) protagonizada por el Forest Whitaker y la estrella mediática de la comunidad negra Oprah Winfrey. Doce años de esclavitud(Steve McQueen, 2013) que consiguió diversas estatuillas doradas en la pasada edición de los Oscars, y por último Mandela: del mito al hombre (Justin Chadwick, 2013), donde era el propio Idris Elba, siguiendo la estela de Freeman, Whitaker y Washington, se metía en la piel del mítico dirigente sudafricano que abogaba por la igualdad.

Filme reivindicativo de Steve McQueen

Inclusive en el 2014 Oprah Winfrey y Brad Pitt levantaban el filme «Selma« dirigido por Ava DuVernay, que lejos de convertirse en un mero biopic centrado en la figura del Dr. King es una reivindicación en toda regla del derecho al voto, que a día de hoy en EEUU muchos ciudadanos de razas no caucásicas tienen reales problemas para inscribirse y poder ejercer ese derecho amparado en la Carta Magna.

El origen del sesgo racial cinematográfico

Una película la crea un conjunto de muchas personas. Cabe preguntarse dónde surge el sesgo racial en el guionista, en el director de casting, en el productor, etc, que explique la indiscutible dominancia de actores blancos. Lo cierto es que el primer responsable sería el guionista. Sin él no hay historia, ni héroe, ni aventura posible. El productor es quien decide qué libreto es desarrollable o no, en función de sus potenciales beneficios. Finalmente, el director de casting se presupone que elige a los actores que dan mejor el papel con el guion en la mano. Lo cierto es que todos toman sus decisiones en función de sus escalas de valores y creencias. Todos ellos, como individuos, no son ajenos a un posible un sesgo racial que vendrá determinado por su bagaje cultural o su desarrollo personal y social. Podríamos decir que es el sumatorio de las visones de todos los implicados en el filme es lo que acaba determinando si el filme refleja o no de una forma adecuada la diversidad étnica. A ello debemos sumar que habrá una parte de la sociedad a la que le dará igual que Annie sea una niña guapa, blanca y pelirroja o que sea una niña guapa y negra. En este caso influiría el sumatorio de sesgos del gran público, de lo que esperan y desean de ese particular personaje. Lo cierto es que Steven Spielberg como productor ejecutivo en “Deep Impact” y Bruce Joel Rubin como guionista del filme en su momento apostaron y acertaron al presentarnos al primer presidente negro de los Estados Unidos en el cine.

Es vital que se sigan produciendo largometrajes de claro calado reivindicativo como “Doce años de esclavitud”, que nos muestren y denuncien públicamente las barbaridades que han hecho los que se han considerado superiores racialmente. Por otra parte, es lógico que sigan existiendo las race movies o las cintas producidas por el nuevo Afrowood. Estas son necesarias porque los espectadores concretos a los que van dirigidas las disfrutan en unas claves concretas, independientemente que acaben siendo disfrutables por la gran mayoría, todo ello dependerá de la calidad del filme. En última instancia, es importante la existencia de películas que reflejen la diversidad étnica del país, es decir, que los grandes productores y distribuidores apuesten por el cine como una herramienta que refleje la realidad social, y que no se limite a reforzar sesgos. Por ejemplo, la conquista del espacio puede ser representada también por actores negros. ¿Alguno puede imaginar Interstellar (Christopher Nolan, 2014) protagonizado por Idris Elba? Estaríamos ante la misma película, pero ¿sería juzgada por parte de los críticos y del público de la misma manera? A día de hoy, en términos generales, todo se reduce a una especie de sistemas de cuotas políticamente correctas, por eso en la nave de la película de Nolan hay un secundario negro que obviamente acabará muriendo, pero los héroes y heroínas siguen siendo blancos.

Y si el protagonista de Interstellar hubiera sido David Gyasi o Idris Elba?

Lo evidente es que seis décadas después del nacimiento de las «race movies» Hollywood no ha conseguido eliminar la segregación racial de las calles de Estados Unidos, y a la vista está que sigue siendo un problema de gran magnitud. El día en que estos productos tengan una aceptación mayoritaria de carácter transversal, es decir, que se conviertan en auténticos blockbusters que capten la atención de las distintas etnias que pueblan Estados Unidos, nos encontraremos un paso más cerca del fin de la discriminación racial en este país. Hasta ese momento seguiremos llevando las camisetas con el lema: “I can’t breath”.

Derrick Rose jugador de los Chicago Bulls llevando la camiseta I cant breath

Por Alfredo Manteca

Periodismo UCM. Cinéfilo y cinefago compulsivo. Crecí con Kubrick, Hitchcock y Cronenberg.

7 comentarios en «Hollywood y la discriminación racial»

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