Mar. Mar 19th, 2024

Toshiro Mifune, actor fetiche de Akira Kurosawa, es sin duda el actor más conocido de la Historia del Cine japonés.

 

Las grandes obras maestras entre finales de los cuarenta y medianos de los sesenta del gigante japonés Akira Kurosawa, tienen un rostro propio, el del inolvidable actor de innegable carisma Toshiro Mifune. Un hombre que bien podría ser el Clint Eastwood nipón, luciendo su porte malhumorado en “Yojimbo” (1961), filme que dio lugar al personaje de El Rubio, al que construyó Sergio Leone en su fragante plagio “Por un pulado de dólares” (1964).  Suyo es el grito a cámara de la adaptación de Macbeth titulada “Trono de sangre” (1957), como también lo es la peculiarísima construcción de un personaje tan fascinante como estrafalario en “Los siete samuráis” (1954). Y esta relación entre actor y director nacida en “El ángel ebrio” (1948) y disipada en “Barbarroja” (1965), tiene su propia historia.

 

El actor que quería ser operador de cámara

Nacido en Manchuria y emigrado al archipiélago nipón, el joven Toshiro Mifune, movido por el hambre y por las promesas de un compañero en la guerra, se dirigió a los estudios Toho tras el final de ésta con tal de trabajar como operador de cámara. Deseando integrarse en la empresa, decidió inmiscuirse en la búsqueda de nuevos talentos en el campo de la interpretación que se desarrolló a mediados de los años cuarenta dando una clara muestra de su más que inestable e irascible personalidad. Y fue su escandaloso enfado con el jurado de la audición el que hizo ganarse un puesto gracias a la ojeada que hizo de la prueba un Akira Kurosawa que por aquel entonces ya se erigía como uno de los mejores virtuosos en la dirección de la compañía.

 

Toshiro Mifune fue también el rostro visible de diferentes chambaras (películas de samuráis) y destacó por la que realizó junto al gran director MAsaki Kobayashi,
Toshiro Mifune fue también el rostro visible de diferentes chambaras (películas de samuráis) y destacó por la que realizó junto al gran director Masaki Kobayashi,

Sendero de nieve (1947)

Pero no fue Akira Kurosawa el primero que decidió contar con Mifune para protagonizar un filme. Pasados 18 meses de los incidentes anteriormente relatados, el director Senkichi Taniguchi, por aquel entonces a la par en reconocimiento dentro de Toho con el autor de “Rashomon” (1950), se fijó en el insolente aspirante a actor para coprotagonizar su película “Sendero de nieve”. Si bien en un primer momento se negó al afirmar que no quería trabajar con su cara y que su intención era la de operar detrás de las cámaras, según la versión del director, el cual observó que éste siempre vestía la misma ropa, su decisión acabó siendo más favorable en el momento que le propuso pagarle con diferentes vestimentas. Por otro lado, Mifune declaró que lo que le atrajo del papel que debía desempeñar era el de su fuerza física.

Así pues, “Sendero de nieve”, supuso el debut del que sería el intérprete japonés más conocido fuera de sus fronteras. Y, curiosamente, en una película en la que trabajó el mismísimo Kurosawa. Y es que éste, prolífico guionista desde hacía años, la coescribió junto al director el filme. Y a su vez, contribuyó en la labor de montaje de la cinta una vez rodada. De hecho, llegó a aconsejar a Taniguchi repetir algunas de las secuencias que recibía en Tokio durante el rodaje, aunque finalmente no se llegaron a volver a filmar.

Toshiro Mifune en su primera película "Sedero de nieve"
Toshiro Mifune en su primera película «Sedero de nieve»

Por su lado, Toshiro Mifune dio vida a uno de los tres asaltantes de un banco que protagonizan este thriller de acción. Como no podía ser de otra manera, su personaje es sin duda el más primario de ellos, comunicando mucho más por su complexión física y sus maneras pasotas que por el contenido del guion. Mucho más importante es el trabajo de Takashi Shimura, quien más adelante conmovería al público nacional e internacional con “Vivir” (1952) del maestro Kurosawa.

“Sendero de nieve”, además de suponer el pistoletazo de salida al éxito de Mifune y poder considerarse en parte como el primer trabajo en el que colaboró con Kurosawa, nos deja una historia bien construida en la que la acción de su narración nos regala escenas de gran calado humano. Si bien la dirección de Taniguchi se antoja en algunas secuencias tosca en su montaje, se respira un guion que deja paso a unos silencios que apelan a la reflexión, a la exploración psicológica de los personajes y cuyas pausas ayudan a configurar planos precisos que hacen de su visionado una experiencia estética, intelectual y emocional satisfactoria.  Un agradable filme que contribuyó a que el segundo trabajo en el que participara Mifune, fuera ocupando un papel casi protagonista en “El ángel ebrio” (1948) siendo ésta ya filmada por Akira sensei.

 

 

Para más información sobre la relación entre Akira Kurosawa y Toshiro Mifune es recomendable leer Akira Kurosawa: El emperador y el lobo (Stuart Galbraith IV).

Por Luis Suñer

Graduado en Humanidades, crítico de cine y muerto de hambre en general.

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